21 nov 2011

Secretaria de día, puta de noche (5)



Un relato de: Krakkenhere.

“Si no salgo a las calles, no podría vivir,…”-, es lo que le dije aquella noche en que nos volvimos a ver, a Gilberto, el taxista que me “inició” como puta, y era completamente cierto; en eso pensaba yo, varios días después, cuando ya casi completamente repuesta de todas mis pasadas experiencias, comprendía que había yo traspasado “el punto sin retorno”: me habían violado, desgarrado vejado, golpeado,… había yo vendido mi cuerpo al mejor -y al peor-, postor y había disfrutado todo eso,… había disfrutado cada segundo de loco y enfermo placer. Si: yo era una puta, y no había ya forma de cambiarlo.

En eso pensaba, mientras me miraba en el espejo del baño de la oficina, maquillando, retocando mi apariencia “formal”. ¿Por qué, si sabía que prefería vivir en las calles, antros y hoteles, seguía yo con esta vida “diurna”, esta estúpida pantomima de ser una “chica bien”, para al llegar las noches, transformarme por completo en una zorra barata?, pues por que, parte de este placer mío -y solo mío-, es precisamente, vivir esa dualidad: para “el mundo” soy una: para “MI MUNDO”, soy quien yo considero que es, mi “verdadero yo”,… Podría dejar mi insípido trabajo de secretaria cuando quisiera (ya había comprobado que como puta puedo ganar más,…), pero casi nada igualaba al horroroso e infinitamente placentero temblor de deseo que me embargaba toda, cada vez que sentada frente a mi escritorio, veía caer el sol, anunciándome así la llegada de mi amiga, la noche, y con ella, las infinitas posibilidades de sexo salvaje, para luego reírme del mundo, al llegar el amanecer, y ocultarme entre los anónimos,… siendo una más, sí, pero disfrutando el adormecimiento que subía y bajaba en intensidad, recorriendo todo mi cuerpo, recordándome todas las experiencias vividas.

Ahora que Gilberto había reaparecido en mi vida, mi vida nocturna cambiaría radicalmente y yo lo sabía: “Sheyla” dejaría –momentáneamente-, las esquinas y los callejones, para convertirse en una suerte de “putita a encargo” a la cual mi fogoso y rudo taxista ofertaría entre sus conocidos y clientela, transportándome de un lado a otro de la ciudad. Así, a partir de ahora, cambiaría los escenarios sombríos y decadentes donde había sido yo “iniciada” en el puterío, por habitaciones de hotel, parques oscuros y departamentos de solitarios,…. Toda la gama de posibilidades –de escenarios, hombres y sus vergas-, me encendía,… pero algo dentro de mí me decía que algo andaba mal,…

Gilberto no era mi chulo en toda la extensión de la palabra: tenía el control de llevarme con los clientes que me consiguiese y le daba yo una jugosa parte de mis “ganancias”, y disfrutarme a su antojo, pero era por que para mí, él era más importante que un chulo; había sido él el primer hombre que, tras casi violarme con salvajismo, había “reventado” algo dentro de mi mente, y había con eso transformado a una tonta y enamoradiza secretaria en una hembra insaciable, una zorra que vivía casi solo para ser cogida como sea y por quien sea, y eso era muy importante para mí,… en realidad, ni siquiera esa primera vez, la considero yo como una violación,…

Pese a todo, yo no fui sincera con mi taxista vergón: le mantuve oculta mi doble vida; tras conseguir un celular del cual el número sólo él conocía, le dije que solo saldría con él de noche a “trabajar”, para Gilberto, eso le pareció bien, ya que así podía dedicarse a su taxi y a su familia –es casado y con tres hijos-; yo le dije que “necesitaba descansar de día”, y que además tenía un amante que me pagaba el depa, con lo que también evité que sepa dónde vivo yo. Prefería tener a “mi marido”, lejos de mi oficina y de mi casa,…

Fueron tres semanas en las que mantuvimos una rutina: tras enfundarme yo en vestidos apretados y escotados, con minifaldas y politos que más parecían fajitas, cubriendo mis pechos, cogía un abrigo largo e iba de mi depa a una esquina a encontrarme con él, tras recibir su llamada. Mi ropero ahora reventaba de escandalosas prendas, altísimas botas y una excelente colección de pelucas: había heredado (temporalmente), el ajuar de “Debbie”, mi amiga travesti (cuando la detuvieron, “le sembraron” droga: estaba en prisión,…¡me partía el alma al visitarla y ver destruída su imagen de “Diosa del Deseo”), por lo que ahora disfrutaba yo de aparentar ser más alta que mis clientes, y me daba el lujo de un día ser una coquetísima pelirroja, al día siguiente una morocha de melena hasta la cadera y después una despampanante rubia,… mmm,… mi rajita se mojaba de sólo ver los ojos lujuriosos de Gilberto, cada vez que me veía ir hacia su taxi estacionado, casi desfilando como en pasarela sólo para él, abriendo mi abrigo y mostrándole lo tremendamente puta que me vestía cada día. Tras subir y sentarme a su lado, mi taxista me besaba con desespero, casi arrancándome la cabeza con su manazo, para luego partir rumbo a la noche.

La mayoría de noches enfilábamos hacia un hotel: uno de sus clientes del día me esperaba ahí; caminar lentamente, haciendo sonar los tacos de mis botas, uno a la vez, con una pausa como para que todos me viesen, se volvió mi “sello” al presentarme en un hotel,… disfrutaba siendo vista, disfrutaba yo cada vez que una de mis piernas enfundadas con provocadoras botas y pantyes, se dejaba ver a través de mi abrigo al caminar; me estremecía deliciosamente, cada vez que había gente en el lobby, y “…puta,…”, “zorra”,… “¡qué rico culo!,…” ó “…diosa,…” se dejaban escuchar, tras contenidos suspiros de machos excitados. Tras preguntar por “la habitación x,?..”, y recibir el “pase” del recepcionista, gustaba de subir las escaleras lentamente, y ser abordada por algún hombre:

- …¿Cuánto?,…
- Eso arréglalo con “mi marido”,… -, le respondía yo, como soltando un suspiro después de un orgasmo, y señalando con la cabeza al taxi en la puerta, a Gilberto.

Tocaba la puerta casi estremeciéndome, esperando qué me deparaba el destino. Con la excitación que una siente de niña cuando va a abrir un regalo de navidad: altos o bajos, jóvenes o viejos, robustos o delgados, vendedores o viajeros solitarios,… uno o dos tipos a la vez, borrachos perdidos,… para todos tenía yo el calor de mis orificios: mi boca mi ano y mi concha de zorra, recibían gustosas todo tipo de vergas; grandes, chicas, duras, flácidas, de todas ellas recibía yo un placer intensísimo,… solo de ver cómo me miraban los clientes: como si yo fuese una combinación de la mujer más bella del mundo y a la vez cualquier cosa que compras con unos billetes. Tras media hora –o a veces menos-, y tras limpiarme, muy a mi pesar, de la lechada descargada sobre mi cuerpo, me vestía de nuevo, y disfrutaba intensamente la sensación poderosa que me daba el descender hacia el lobby y recorrerlo, sintiendo clavadas en mí las miradas de hombres y mujeres, que sabían perfectamente qué había estado yo haciendo, y a los cuales mi sonrisa de rímel medio corrido no se los negaba, sino que más bien se los aventaba yo como un desafío, como una cachetada,…

Tras entregarle la mitad de lo que yo recibía (¡él pensaba que yo lo hacía por que estaba enamorada!), partíamos a otro hotel o a un departamento. Tras dos o tres “trabajos”, Gilberto y yo enrumbábamos a un parque solitario; tras apagar las luces, yo me le entregaba: con fuerza animal me arrancaba la peluca y, casi convertida yo de pronto en Vivianita, la secretaria, me obligaba a mamarle su vergota gruesa y oscura,…. mmmm,… su sabor saladísimo me enloquecía, mientras me atragantaba con su pieza divina, y renegaba por no haber traído mis lentes,… sólo con él me dejaría coger, siendo “yo misma”. Su esperma era siempre abundante y me enloquecía casi terminar con la cara completamente manchada. Otras veces nos íbamos al asiento trasero y mi taxista me desnudaba, para disfrutar a continuación del agujero que no haya usado yo esa noche,… ¡disfrutaba yo casi rememorando nuestra “primera vez”!,… pero algo faltaba: no me sentía casi vejada, y si bien su líbido animal me encendía, no se comparaba con lo vivido por “Sheyla”, la puta ni esa primera y deliciosa noche,…

La mayoría de las veces se quitaba los pantalones y yo le chupaba la verga, para luego lamerle las bolas mientras Gilberto se masturbaba con desespero,… con él así aprendí a besarle y lamerle el ano: una noche tomó mi cabeza con fuerza y mientras le chupaba dulcemente las bolas, me obligó a descender aún más, mientras Gilberto se abría de piernas; su aroma acre me embriagó por completo y no paré hasta humedecer por completo su agujero mientras me metía los dedos en la concha hasta mojarme!!!. En esas ocasiones, debía yo regresar a casa: mi cabello terminaba completamente pegoteado por su lechada,… pero a pesar de todo lo que ocurría, me seguía sintiendo extraña; sospeché entonces que necesitaba más rudeza. Gilberto me trataba bien, demasiado bien,… y probablemente ése era el problema. Comencé a mentirle, a ocultarle el dinero que recibía, y eso lo descontrolaba: entonces me soltaba sendas bofetadas y se me iba encima hasta desnudarme en el taxi y sacarme todo el dinero que llevaba,… pero nada más,…

Fui al penal a contarle mis penas a “Debbie”; era jueves, día de visitas. Vestida como Vivianita, hice cola con las demás novias y esposas de los presos. A pesar de mis lentes, mi blusa inmaculada de mangas largas y mi falda cubriéndome hasta debajo de las rodillas, tuve que pasar por inspección: ¡mi cuerpo vibró sin control mientras las mujeres policías recorrían mi cuerpo con sus manos enguantadas!!,…¡me imaginaba que en algún lugar, un grupo de depravados policías me miraban medio desnuda, a través de una cámara de seguridad!!!!; me costó muchísimo contenerme: la puta que llevo dentro se excita con el más mínimo roce.

Al cruzar con las otras visitas por en medio de los pabellones, rumbo al patio del penal, mi corazón se aceleró de golpe: ¡desde las ventanas, decenas he brutos llenos de cicatrices, sudorosos, se aferraban a los barrotes y gritaban como energúmenos!!!; ¡decenas de voces se ensañaron conmigo!!!,… las expresiones más soeces me agitaron, me excitaron por completo. “¡Mamita: te quiero romper le culo hasta sacarte sangre!!!!,…”, me gritó un preso y casi me desmayé del gozo; ¡estaba yo descontrolada; ¡QUERÍA QUE HAYA UN MOTÍN, QUE ME VIOLEN POR DECENAS, CONVERTIRME EN ESE INSTANTE EN LA PERRA DE TODOS LOS PRESOS!!!”,…por un instante me detuve y casi estuve a punto de meterme a lo loco, a uno de los pabellones. Mi cabeza era un lío, y ya pensaba en pedirle a “Debbie” que me presente a algún violador que estuviese pronto a salir libre. Cuando llegué a la mesa en el patio donde me esperaba “mi amiga”: temblaba yo como una hoja y mis bragas ya estaban completamente mojadas.

- …¿Y por qué me preguntas eso, cariño?,… - me contestó “Debbie” tras contarle mi desazón, mientras ojeaba las revistas que le llevé-, tú sabes perfectamente por qué te pasa eso con tu macho: eres una puta y eso nunca va a cambiar,…

Tras dejarme con esa respuesta más intrigada que lo que llegué, dejé a “Debbie” mirándola con envidia: tres presos le pedía que les acompañe a su celda: “Debbie” se había vuelto la perrita más solicitada de la prisión. Apenas regresé a mi departamento, me introduje casi volando a la ducha: la calentura de mi raja me mataba. Desnuda, abierta de piernas, tuve que intercalar chorros de agua fría y caliente cayendo sobre mi concha desesperada por un verga, mientras en mi cabeza se dibujaban los rostros brutales de los presos que me gritaron de todo,…

Incluso al día siguiente, en la oficina, las palabras de “Debbie” retumbaban en la cabeza: “…eres una puta y eso nunca va a cambiar,…”; eso lo sabía, pero ¿qué me había querido decir?. Traté de concentrarme en el informe que debía presentar, pero no pude: había un tremendo alboroto en la oficina de junto: los chicos estaban celebrando algo. Al poco rato, Rita y Camucha, mis amigas, vinieron corriendo al escritorio, tratando de ser ellas, las primeras en darme la noticia. Rodrigo, el tipo ese por el que antes yo me moría, se iba a casar con la puta de la oficina: Nicolle. Mis amigas pensaban que la noticia me mataría (y no las culpo; aún yo me esforzaba a mantener la imagen de ser la pobre, desvalida y tímida secretaria que siempre conocieron,…)

- …No te preocupes, Vivianita,…- me dizque consoló Rita-, encontrarás a un hombre que sí valga la pena: te lo mereces,…
- ¿Un hombre?,…-, les dije con sorna, dejándolas extrañadas: ¡ni se imaginaban el “apetito” que tengo ahora!-, no gracias: tengo cosas más importantes en qué ocuparme,…
- …¿No quieres salir con nosotras a tomar algo en la noche? -, insistió Camucha.
- No. Tengo una cita.
- …. ¡Hummmm!!, ¿y cuando conoceremos a ese galán que tanto nos escondes?,…
- Nunca,…
- ¿Por?,…
- Por que es muy puto y no vaya a ser que ustedes me los roben,…-, les respondí sonriendo, dejándolas de una pieza.

Al caer la noche, nuevamente estoy preparándome para “trabajar”: botas de cuero negro, a media pierna y taco aguja; micro-mini de cuero, también negra, con agujeros en los costados. Un top celeste completamente abierto por atrás y sostenido a mi cuello por una tirita anudada; hilo dental rojo y un cinturón: estaba yo lista. Esa noché me tocaba “ser rubia” así que me calcé esa peluca y unos inmensos aretes de aros de fantasía plateada; tuve que peinar la peluca antes de ponérmela, ya que Gilberto la había pegoteado de semen la última vez que la usé. Tras darme una última mirada, decidí que “Sheyla” estaba perfecta y tomé mi abrigo.

“Mi marido” llegó tarde a la esquina convenida, por lo que discutimos un buen rato por eso; definitivamente las cosas no estaban funcionando, pero no hubo tiempo para hablar de eso: un cliente me esperaba en un hotel. Tenía unos 40 años y estaba borracho a más no poder. Era casado y había peleado con su mujer: a mí eso no me importaba nada,… yo quería que ya me atore con su verga. Se acostó boca arriba en la cama y sin pedirle permiso, comencé a sacar de su pantalón su verga; estaba a medio erectar. ¡estaba yo desesperada!; con un apetito voraz, me la metí en la boca, chupándola con loco desespero, meneándole mi culo a ese tipo, deseando que se ponga tiesa como piedra y me parta por dentro,… pero el tipo apenas podía con su alma: su pene se endurecía dentro de mi boca húmeda, pero luego perdía fuerza cuando la sacaba,…¡quería matar a ese maldito!!. Me incorporé y abierta de piernas, me subí la mini y, moviendo a un lado mi hilo dental, descendí sobre su cara con mi concha abierta para él y soltando mis jugos,…

- ¡Ooohhhhh!!!!,…

Su lengua recorrió mi raja sin cesar, mientras yo casi saltaba sobre su cara, jadeante, deseando que su lengua se me introdujese más y maaaás!!. La cara de mi cliente quedó en pocos instantes inundada de mis jugos vaginales mientras yo gemía con loco desespero, casi gritándole que me hiciera llegar,…al poco rato percibí que su verga estaba casi lista, por lo que cambié de posición y sin dejar de posar mi entrepierna sobre su cara, meneándola con desespero; por un instante pude sentir de nuevo el delicioso placer de atragantarme con una verga gruesa y palpitante,… mmmm,… mi cuerpo convulsionaba mientras gemía yo con locura, al sentir las manos de mi cliente atenazarse en la carne de mis nalgas, haciéndome doleeeeer,… hummmm,…

Sintiendo al fin mi cuerpo comenzar a arder de deseo, vino mi decepción: una lechada aguada y abundante golpeó contra mi garganta sin ningún aviso,… ¡noooo!!!, pensé, mientras me la tragaba, viendo con desazón cómo su aparato se relajaba por completo; ¡moría yo de ganas, por una verga salvaje!!!. Ni siquiera fui al baño a limpiarme: abierta de piernas frente a mi semidormido cliente, me sequé mi concha que no dejaba de humedecerse. El tipo dormía a pierna suelta, su billetera estaba abierta frente a mí, sobre el velador: pude dejarlo sin un real, pero no soy una puta de esas,...

Subí al taxi de Gilberto muy molesta y sin ganas de hablar: él al parecer lo intuyó, ya que arrancó y sin chistar me llevó en pos de otro cliente. Estaba yo que ardía de deseo cuando nos detuvimos en un bar. Gilberto salió y me dejó esperando en el asiento trasero, donde yo ya no sabía cómo controlar el frotar mis piernas una contra la otra: necesitaba como nunca en mi vida una buena tranca. Al poco rato salió del bar con un amigo suyo; era un tipo más alto que él, de apariencia robusta. Cuando abrió la portezuela junto a mí, le miré en silencio: abriendo a medias mi abrigo, torneé para él mi pierna enfundada en la bota negra, mostrándole un poco de mi carne de zorra ansiosa. Mientras le sonreía yo, con esa mezcla de mirada de deseo y de desvergüenza,… pude ver cómo su pieza comenzó a alzarse dentro de su pantalón. Había yo pasado una decepción minutos antes, pero al fin sentía que “Sheyla, la puta” entraba de nuevo a la acción.

Apenas estábamos los dos dentro del taxi, su mano ansiosa se introdujo con fuerza entre mis piernas, encendiéndome: quería que se la chupe mientras Gilberto nos conducía, pero me negué; esa parte del centro de la ciudad era muy concurrida e iluminada, pero prometí compensarlo. Sus dedos gruesos pugnaban por meterse dentro de mi mini, luchando por zafar a un lado mi hilo dental, para acceder a mi coño mojado y velludito,… pero yo coquetamente se lo impedía también, mientras su lengua recorría mi cuello: es los enloquece,… mmmm,….

Gilberto estacionó el taxi en un parque muy oscuro y alejado, bajo unos árboles muy frondosos, en una urbanización a medio construir: su amigo –Esteban-, quería algo peculiar,… cogerme en el taxi mientras Gilberto estuviese en el asiento delantero. A mí no me importó, más bien me puso a mil: ¡ansiaba que mi taxista se excitase y que los dos me violasen por mis dos agujeros a la vez!!. Las luces del auto se apagaron y Gilberto encendió la radio: era la señal que esperaba.

Cual gata ansiosa me quité el abrigo y levanté una pierna; en un instante estaba yo jadeante, de rodillas, sobre el amigo de Gilberto, que me miraba encadilado,….mmm podía sentir el calor que manaba de su verga erecta y que pedía a gritos ser liberada y enterrárseme por completo:

- …¡Qué linda que eres, preciosura!,…-, exclamó el tipo.
- …¡No me llames linda: soy tu perra, soy tu zorraaa!,…. – le reclamé, mientras le abría los pantalones, desesperada-,… ¡dame tu verga grandota, papitooo,… úsame y tírameeee,… mi amoooor,…. ahhh!!!,…

Me había vuelto yo una adicta, necesitaba algo enterrado dentro mío en todo momento: tras mamársela como una loca, me quité el hilo dental, me alcé la mini y me bajó el polito, dejando expuesto mi culo, mi concha y mis tetas: a horcajadas sobre Esteban, me dí vuelta y tomando su grueso aparato, descendí hasta que me la enterré en la raja por completo, ¡Wooooow!!, ¡era deliciosa, me llenaba por completo y me ensartaba de una manera divinaaaaa!!!!; ya con su pieza aprisionada dentro de mi vagina. Comencé a montarla a toda velocidad; ¡mis jugos rezumaban como nunca, mientras mis tetas saltaban sin parar, y por el espejo retrovisor podía ver cómo mi Gilberto me miraba con la boca abierta!,…¡Siiiií: mira a tu perra, a tu putaaaa,… mira cómo se la cogeeeen,… ahhhh,….AHHHHHH!!!!

Mis gritos de gozo eran cada vez más fuertes y apenas podían ocultarse con el sonido de la radio, pero yo quería más: ¡maaaaásss!!. Abajo mío, Esteban no paraba de sudar y jadear, mientras me apretaba con fuerza las tetas: para mí, había dejado de ser un cliente; sólo era una polla inmensa metida en mi raja,… y yo quería dos en ese momento. Gilberto me miraba a reojo, viéndome gozar como una cerda,… pero no se animaba a venir; entonces paré y tomé la verga de Esteban, ya lubricada con mis jugos: yo misma me la ensarté en el culo. ¡Grité de placer al sentir su cabeza abultada dilatándome por dentro!!!; casi no tardé nada en comenzar a subir y bajar por esa pieza, bombeándola con mi ano sin paraaaar!!!,…

No paraba yo de gritar de gozo, mientras me sentía estremecerme toda enseñándole a Gilberto mi ano penetrado y mi raja jugosa, entreabierta,… pero él no vino al asiento posterior: ajustó el retrovisor y comenzó a masturbárselo mientras nos veía a su amigo y a mi. La descarga de leche de Esteban en mi ano fue divina, dejándome exhausta, pero satisfecha. Ni me interesó ya ver a Gilberto terminar de descargar su verga: limpiarse y arreglarse dentro de un taxi no es fácil, y aún me faltaba otro cliente aquella noche.

Tras dejar a Esteban en la calle de los bares, enfilamos hacia un hotel de tres estrellas de la periferia: desde la calle se notaba que era un sitio poco frecuentado. Tras dejar con la boca abierta al joven recepcionista, enfilé a una habitación en el último piso; según Gilberto, era un tipo joven, que quería una chica para pasar el rato, y que se casaba pronto. “perfecto: otro borracho,…”, pensé mientras tocaba la puerta. Ahí me percaté que era la habitación “13”,…

¡Quedé paralizada del pánico en el dintel!!!,,… el cliente era,… era Rodrigo!!!, ese estúpido, ese petulante, ese que nunca se fijó en mí,… el tipo por el que moría,… y por una malhadada broma del destino me tenía ahora frente a él: a su creación –en cierta manera-,… a “Sheyla, la puta”,…

- …Hooola, cariñitoooo!,…-, me dijo mirándome con lascivia, apenas sosteniéndose con la puerta de lo borracho que estaba.

¡No me había reconocido!; en ese instante, pasé del horrendo pánico de creerme descubierta, a un incontrolable torbellino en mi mente: era como si “algo” hirviese dentro de mí. La falta de salvajismo de Gilberto, el borracho ese,… los recuerdos de los presos de la cárcel,… y ahora Rodrigo frente amí, pretendiendo pagarme por abrirle las piernas,…¡algo explotó dentro de mí!; un a mezcla de odio y deseo sádico. Muy segura de mí misma, entré a su habitación abriendo mi abrigo, contoneando mi culo goloso, ante sus ojos ebrios de alcohol y de deseo. Me senté en su cama, crucé las piernas, dejándole ver por debajo que apenas lucía mi hilo dental.

- ¡Cua,… cuánto essss!??,… -, me dijo Rodrigo, tamaleándose.
- 200 con todo, mi “amorcito”,… -, le respondí engolando la voz, y sabiendo bien yo que le pedía la mitad de su quincena.

No se negó, ni menos me regateó: tenía frente a una espectacular y escultural “rubia”, mucho más atractiva que su perra novia, muchísimo más experimentada que su sucia, futura “esposita”,… Fue la primera y única vez en mi “doble vida” en que pedí y acepté mi paga gustosa, pero dentro de mí mi cabeza volaba a mil por hora: sentía yo la necesidad de no entregármele sumisa y complaciente: la ocasión ameritaba otra cosa. Tras guardar mi dinero en mi cartera, en un tris Rodrigo ya estuvo desnudo frente a mí: ese cuerpo atlético, con el cual “Vivianita, la secretaria” soñaba ver en sus más locas fantasías nocturnas, estaba ahora para el disfrute de “Sheyla”,… y no me interesaba ya en lo más absoluto; sólo su verga erecta y deseosa, para mí deseosa como la de cualquier otro hombre. Mi mente empezó a volar a mil, maquinando.

- ….¡Hummmm: que buena verga tienes, “amorcito”,… hummm!! – exclamé, mientras me desnudaba frente a él, dejándome las botas-, siéntate en esa silla: te haré pasar una noche inolvidable,.. mmm,…

Se sentó ansioso en la silla, mientras yo, como una experta, arrancaba el cable de una lámpara de noche del cuarto: le até de manos al espaldar de la silla; Rodrigo ni se inmutó,… estaba ansioso por una experiencia nueva y disfrutaba lambisqueándome las tetas mientras le ataba. Por una extraña razón, mi coñito no se mojaba en esa ocasión, pero no me importaba: mis pezones estaban erectos como nunca antes en mi vida, así como mi piel vibraba a mil por hora. Como una salvaje arranqué el cable de la otra lámpara de noche: estaba yo ya completamente descontrolada. Tras asegurarme de inmovilizar sus pies –también atándolos a las patas de la silla-, comencé a bailar frente a Rodrigo, contoneando mi cuerpo de zorra desnuda frete a sus ojos, y disfrutando cada una de sus exclamaciones. Aún no sabía que hacer con él, así que tomé una botella de vodka que él llevaba; la bebí a pico varias veces, haciendo que el licor chorrease sobre mis tetas desnudas, para luego acercarme a él, alzarle una pierna, haciéndole que huela mi coño de puta,… sobando mis nalgas con desespero contra su verga tiesa y ya chorreante,… mmm,… disfrutando con su desespero, con su deseo de desatarse,..y no poder.

- …¡Ya es suficiente!!!,…- me gritó, fuera de sí, loco por mi cuerpo-, ¡desátame, PUTA!!!!,…

Mi cabeza explotó de golpe: amo, adoro, me enloquece que me digan puta,… ¡PERO ÉL NO!!! Enloquecí por completo: dejé de bailar y me le acerqué, mirándole con desprecio, llena mi mirada de odio. Rodrigo estaba desesperado por cogerme: yo, por desquitarme de él y de todos; comencé a gritarle, a escupirle con furia, a insultarle,… le dije de “poco hombre” para arriba y para abajo, mientras jugueteaba con su verga con el tacón de una de mis botas, riéndome mientras Rodrigo trataba de liberarse. Me había transformado en otra,… y mi raja se inundaba de placer y de humedad, mientras lo vejaba de esa manera; él me miraba con rabia y desespero, botando espuma por la boca mientras descargué mi furia contra “su noviecita”,... la que de seguro era una más puta que yo, y que de seguro se acostaba con todos, menos con él,… mi cuerpo vibraba de una incontrolable excitación mientras me sentía poderosa, al poderme desquitar de tal manera: era extraño, pero disfrutaba como loca maltratándolo. Apoyé con fuerza el taco aguja de mi bota en su pecho, casi enterrándoselo y, haciéndolo gritar de dolor, lo empujé con fuerza. Cayó al suelo maldiciéndome sin parar, pero no me importaba: como una loca me le eché encima y le mordí con rabia las nalgas, ¡podría disfrutar de eso horas de horas!, pero mi suerte cambió de pronto: Rodrigo logró zafarse; ¡quedé aterrada!,… nunca había atado antes a nadie y la caída lo había liberado,… no me dijo nada mientras se incorporó. Un tremendo puñetazo me aventó boca arriba contra la cama, sangrando por mi labio partido; mi primera reacción fue hacerme un ovillo para evitar toda la descarga de su furia, pero fue inútil,… tres bofetadas más y un puñetazo en mi estómago me dejaron sin aire, indefensa y sangrando por mi nariz y por labio inferior partido en dos sitios distintos. Comencé a temblar sin control, mientras Rodrigo me dio la vuelta brutalmente, arañándome las piernas, mientras me insultaba y me gritaba sin parar: estaba hecho una fiera,… y yo no sabía si eso era lo que yo quise provocar o no,…

Mi ano fue casi reventado por la cabeza grande y morada de su verga, la que me introdujo a la fuerza, sin ningún miramiento; ¡chillé de dolor como una criatura!!!,… hecho un animal comenzó a penetrarme con furia salvaje, haciéndome sentir con cada brutal embestida, cómo su pelvis chocaba contra la mía dolorosamente. ¡Pedí ayuda mientras me partía el culo y nadie venía en mi ayudaaaa!!!

- …¡¿ESTO QUERÍAS PERRA??!!!,… ¡¿ESTO QUERÍAS PERRA??!!!- gritaba una y otra vez, mientras machacaba sin parar mi ano sangrante-, ¿RESPONDE, PUTA, ¡RESPONDEEEE!!!!,
- ….¡NOOOO!,… YA NO, YA NOOOOO!!!!!,… ¡BASTA, BASTAAAAAA!!!!,… ¡BASTAAAAA AHHHHH!!!!!,…

No lo disfrutaba para nada, sobretodo cuando mientras me violaba, pugnaba por quitarme la peluca: ¡grité, lloré, le arañé las manos: NO PODÍA PERMITIR QUE DESCUBRA QUE YO ERA EN REALIDAD VIVIANA!!!. Tras lograr mantener mi identidad en secreto, aferrándome a seguir siendo “Sheyla”, poco a poco entonces vino de nuevo: ese extraño disfrute que me da al sentir dolor y placer juntos,… comencé a mover las caderas con fuerza, para ser penetrada más profundamente, sin parar de llorar, pero enterrando la cara contra la almohada; quería gritar “…¡te amo perro maldito: rómpeme, párteme, pégame más , MAAAÁSSS!!!”, pero a la vez no le quería dar ese gusto a él,… no a él: esos gritos quedaron silenciados para siempre por la almohada. Las oleadas de orgasmos fueron potentísimas y casi sin pausa hasta que descargó toda su esperma dentro mío; caí rendida en la cama medio muerta, preso todo mi cuerpo de potentísimos espasmos. Estaba mojada por todas partes, y esas horrorosas convulsiones desencadenaron lo inevitable: mi ano comenzó a palpitar sin control, soltando borbotones de leche, sangre,… hasta que me hice encima,… después de eso, eché a llorar.

Rodrigo se vistió y tras verme hecha una porquería, tirada sobre la cama, me lo soltó con desprecio y asco:

- …Puta de mierda,… -, dijo antes de cerrar con fuerza la puerta.

Yo apenas abría los ojos de rato en rato; hubiese querido decirle algo, no sé: un “te amo,..”, un “gracias,…”, pero no se me ocurrió absolutamente nada. “Sheyla” seguía existiendo, el secreto de la enferma Viviana también,… me sentía como nunca en mi vida,… me sentía viva.

Tardé bastante en limpiarme y salir del cuarto; me escabullí al sótano del hotel, para salir por la puerta de la cochera: no quería irme con Gilberto; quería volver a sentir el gozo de caminar por las calles como sonámbula, hecha una puta desmadrada, como “en los viejos tiempos”. A los días me enteré que Rodrigo se lió a golpes con mi taxista apenas lo vió. Un feriado estatal me permitió recuperarme y regresar al trabajo casi sin despertar sospechas,… aunque mi ojo morado lo tuve que disimular con unos lentes ahumados; a las chicas les dije que había terminado con mi novio, pero ellas pensaron que eran por decepción, por Rodrigo. Cuando me vieron al salir del trabajo tirando un celular que timbraba a la basura, dejaron de inmiscuirse. La verdad es que no quería ver a Gilberto,… por lo menos hasta el próximo fin de semana, o hasta que aprendiese a cogerme como a mí me gusta,…

(CONTINUARÁ,…)

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