27 may 2011

Mi secreto



Un relato de: Krakkenhere.

De más chiquilla, yo nunca había sido una “chica fácil” ni mucho menos una persona que se pueda considerar desinhibida en lo sexual; la educación que recibí en casa siempre fue muy “chapada a la antigua”: solo veía yo el sexo como algo para pasar con la pareja y nada más,… pero hoy les quiero revelar “mi secreto”,… una experiencia que viví hace ya cinco años y que si bien nunca más la volví a repetir, fue tan insólita para mí (por como se dieron las cosas y como yo misma me comporté), que a pesar de no haberme traumado ni transformado en otra persona, la recuerdo casi todos los días: creo que es por que ahora me provoca volverlo a intentar. Creo que tengo miedo a que si lo hago de nuevo, me termine gustando demasiado.

Me llamo Patricia, tengo 29 años, no tengo novio y trabajaba en una tienda de venta de vestidos. No soy realmente nada especial en lo físico: mido 1.70, soy delgada, mulata, de caderas algo anchas, senos medianos, cabello negro y ojos negros. Si me ven en la tienda, no visto nada fuera de lo común; generalmente una cómodas zapatillas, jeans y un pulóver de cuello y mangas. No me gusta lucirme demasiado. En la galería comercial donde está la tienda donde trabajo, casi todos los negocios son atendidos por mujeres, por lo que no es raro que, cuando hay poca clientela, nos visitemos unas a las otras en nuestros respectivos comercios para platicar. Así fue como conocí a Sandra.

Sandra era una vendedora de un negocio de productos naturales del segundo piso: su trabajo era conseguir colocar sus productos por toda la ciudad, por lo que iba a su trabajo temprano y se pasaba el día recorriendo las calles con sus muestras. Cuando salía, siempre pasaba por mi tienda y entraba a ver los vestidos; no fue raro entonces que nos hiciéramos amigas al poco tiempo. Sandra era una chica bastante distinta a lo que soy yo: rubia, piel blanca, de ojos claros, llamaba la atención de los hombres casi de inmediato. Su cuerpo era todo sensualidad: cintura estrecha, pechos grandes y que los exhibía con desparpajo usando sendos escotes. Sus piernas eran carnosas y bien torneadas y ostentaba unas amplias caderas y un trasero enorme,… que hacía que todo hombre que se le cruzara en su camino le siguiese con la mirada. Siempre de minifalda, blusas escotadas y calzando tacones altos, Sandra lograba siempre hacer buenas ventas, por lo que su jefe la adoraba. Las visitas diarias de mi amiga Sandra (en las cuales miraba extasiada todos los vestidos, pero no se llevaba nada), alegraban mi monótona existencia: siempre contándome chistes o anécdotas, me hacía reír mucho,… hasta que un buen día, un sábado casi a la hora en que iba yo a cerrar la tienda, me hico la invitación:

- …Patricia,… -me dijo, mientras miraba un vestido rojo de mi tienda-, ¿tú nunca sales a fiestas o a divertirte?,…
- Bueno,… -le respondí desde el mostrador, algo incómoda por la pregunta-,… de salir a veces, si salgo: el próximo mes nos vamos a reunir con mis compañeras de Promoción del cole,… (eso en ese entonces, claro)

Sandra volteó a verme escandalizada:

- …¿Encuentro de Promo?!,… ¡hay “Patty”: eso no es salir!!!,… deberías ir a fiestas en vez de pasártelo en la casa los sábados,… hoy por ejemplo, tengo una fiestita en mi casa, ¿no quieres ir?,…

La invitación de Sandra me cayó como un baldazo de agua fría; no soy de decidirme a hacer cosas así, de golpe,… pero la verdad es que me sentí algo intimidada por la mirada de mi amiga: quería una respuesta ya, y para no parecer yo como una tonta, le respondí lo que ella esperaba:

- …Puedo ir y estar contigo un rato,…
- ¡Excelente! –me dijo muy alegremente-, vas a ver que la pasamos muy bien y mis amigos te van a encantar,…
- …Espero que yo les caiga bien,…
- Te apuesto que sí –replicó Sandra mientras tomaba el vestido y se miraba al espejo, para hacerse la idea de cómo le quedaría-, ¡este vestido me encanta: me lo llevo. Lo usaré está noche!,…
- …Sandra,… ¿no te parece que es muy abierto?,…

Sandra se volteó a verme de nuevo. La verdad que el vestido era demasiado revelador, según mi opinión: rojo fuego, de una sola pieza, de falda de vuelos y en la parte de arriba apenas era poco menos que dos tiras triangulares de tela: por delante ostentaba un escote que casi llegaba al ombligo y por detrás dejaba casi toda la espaldas desnuda. Lo teníamos hacía meses y nadie lo compraba.

- …¡Para nada!,… -me dijo Sandra, volviéndose hacia el espejo y apretándolo contra sus curvas, acariciando la tela, gustosa-, se me verá perfecto,… oye, ¿espero que no vayas a ir vestida así, no?,…

Mi amiga me hizo avergonzar en un instante: estaba yo vestida con mis jeans y mis pulóvers de costumbre:

- …¿Tan mal me veo?,…
- No es que te veas mal,… solo que debes ponerte bonita, arreglarte más –me dijo-, ¿por qué no te pones uno de los vestidos de acá?,…
- …¡No, gracias!,… -le dije yo, esquiva-,… no son de mi estilo,…
- Bueno,… entonces ve a casa y ponte algo bonito. Yo te espero en casa. Anota mi dirección: es en,…

Dicho y hecho, me fui a casa: como no soy de salir mucho ni menos de ser formal, me decidí por vestir algo acorde a la vestimenta que llevó Sandra, pero más “a mi estilo”; me puse zapatos de taco bajo, una falda larga azul, y una blusa blanca, de manga larga y sin escote. Ya cerca de las 10 de la noche, me encontraba yo en la puerta del departamento de Sandra, ubicado en una elegante residencial de la ciudad: se notaba que le iba muy bien a mi amiga, y mientras tocaba el timbre, podía oír yo la música dentro: la fiesta ya había empezado. Al poco rato, la puerta se abrió y salió Sandra a recibirme. Vestía ese vestido rojo, que casi no le cubría nada; mi amiga ya estaba algo chispeada y llevaba en la mano una copa:

- …¡Patty, qué gusto que viniste!, pasa: te estábamos esperando,…

Entré alegre, pero tras atravesar el recibidor e ingresar a la sala de su depa, mi sonrisa despareció en un instante, a la vez que me sobresalté y abrí los ojos como nunca antes lo hice en mi vida: ¡quedé paralizada de la sorpresa en el vano de la puerta!!

En la sala, estaban acomodados en los sofás dos parejas y dos chicas,… ¡casi completamente desnudos todos!!!! En un sofá amplio, se hallaban dos chicas: parecían no tener más de 20 años. Una de ellas vestía solo panties a media pierna y zapatos de tacón alto: la otra estaba desnuda por completo: ambas me sonreían mientras se acariciaban con naturalidad, sus coños una a la otra. Al lado de ellas, estaban sentados una pareja joven: ella era una chica delgadita, de rasgos orientales y cabello negro azabache: solo vestía un babby doll negro transparente, sin bragas. Su pareja era un joven guapo, negro, alto, de pelo casi a rape y amplia sonrisa; me turbó verlos: ¡ella le estaba masturbando ante mis ojos,… y el tenía un miembro inmenso, de cabeza colorada y babeante de semen!!! En otro sofá a un costado, estaba una pareja mayor: él era un tipo apuesto, de unos 40 años, pelo algo entrecano, cuerpo firme y musculoso, piel bronceada y se mostraba desnudo por completo, exhibiendo su pene erecto y completamente depilado. Su esposa era blanca y rubia, de su misma edad: tenía piernas largas, bien torneadas y senos medianos pero firmes: ella solo vestía unos guantes blancos, un collar de perlas, anillos en los dedos y una tiara en al cabeza, y estaba a cuatro manos delante de su esposo, ¡mamándosela!!! Todos me clavaron la mirada al entrar y me sonrieron. Yo estaba helada: ¡jamás había yo ido a una fiesta “de esas” y no sabía qué hacer!!!

- …Chicas, chicos: ella es Patricia –dijo entonces Sandra, a mis espaldas, mientras me empujaba suavemente, invitándome a entrar.
- ¡Hola Patricia!,… -, me respondieron todos sonrientes, como si nada.
- Ahora ve a sentarte- me dijo Sandra. Yo estaba muda-, conversa con ellos: todos son buena gente. Voy a traer unos tragos.

¡Yo no sabía qué hacer!, es decir, ¡sé que debí salir disparada de ahí, corre y ni mirar hacia atrás!!,… pero, no sé por qué, al quedarme sola, sin mi amiga, y frente a todos esos desconocidos (¡desconocidos y desnudos!), a lo único que atiné a hacer, fue precisamente lo que no debí hacer: caminando temblorosa, reabrí paso por en medio de la sala y me senté en el sofá, al lado de la pareja de esposos. ¡Debí verme yo como una tonta cucufata en medio de todos ellos! Solo atiné instintivamente a juntar mis piernas una contra la otra y a apretarme nerviosamente las manos en mi regazo. En silencio todos comenzaron volver a los suyo, mientras que yo trataba de no mirar,… pero igual veía,…

Las chicas comenzaron a restregarse mutuamente con sus piernas, mientras se besaban, entrelazando sus lenguas: era la primera vez que veía yo a dos mujeres besándose, por lo que al segundo de verlo mi cara me ardió: me puse roja como un tomate en un instante. Al voltear a un costado, mis ojos se toparon con la pareja de jóvenes: bajé la vista, por que lo único que llamó la atención es ese instante, fue el enorme aparato que palpitaba frente a mis ojos, ¡ERA ENORME Y NO PODÍA DEJAR DE VERLO! El muchacho negro me vió jadeante y me mandó un beso volado; su gesto me estremeció a la vez que me sentí incómoda: por un instante pensé que su novia me miraría con malos ojos por verle el aparato a su pareja, así que alcé la vista y miré hacia el frente:

¡Era en vano!; frente a mí y a los demás, estaba un televisor enorme. En el se veía una película porno. Traté también de no mirar, pero no pude: jamás había visto yo una porno. Las imágenes eran demasiado impactantes para no hacerles caso: se mostraba en la pantalla una escultural rubia que era penetrada por el ano y la vagina por dos tipos a la vez, mientras un tercer hombre (un negro de pene brutal), arrodillado frente a ella, se dejaba mamar el pene por esa mujer. Quedé paralizada, hipnotizada, viendo esas fuertes escenas,… mientras sentía cómo mi entrepierna hervía,… y se humedecía a la vez. A mi lado, la pareja de esposos seguía en lo suyo: yo escuchaba por encima de la música los gemidos de placer de ellos y de todos los demás, mientras trataba yo de arrimarme al lado opuesto del sofá ese.

- …¿Paty, no?,… -, me dijo entonces el hombre mayor, jadeante y tendiéndome la mano-, yo soy Carlos: mucho gusto,…

Apenas le atisbé un poco: su mujer se atragantaba con su verga, chorreándole saliva por la barbilla. Tras un “Igualmente”, le dí apenas la mano. ¡Me quería morir: su mano estaba húmeda,… húmeda de jugos de su mujer! Todo el ambiente de la sala olía a sexo: era un aroma pesado, dulzón,…. Y poco a poco ese aroma y ese aire caliente en extremo, me estaban embriagando,… haciéndome sentir como ida,…

Clavé mi mirada en el televisor,… mientras sentía yo que el hombre mayor a mi lado tomaba mi mano: estaba yo nerviosísima, no sabía qué quería con mi mano. En ese instante, apareció de nuevo Sandra, portando una charola con bebidas.

- ¡Ya volví! –exclamó mientras ponía las bebidas en una mesa al cotado del otro sofá-, Patita, no seas tímida: socializa con los demás,…

Yo estaba avergonzada con todo lo que veía, así que no le respondí y me quedé mirando el televisor. Entonces la esposa del Carlos se incorporó, sacándose la verga de su marido de la boca:

- …Ahí te lo dejo,..-, exclamó y enfiló hacia Sandra.

¡Pensé que mi amiga me rescataría de todo eso, pero no!!!, apenas la esposa de Carlos se puso delante de ella, se dejó llevar. Sandra, sonriente, le permitió a esa mujer que le bajase la parte de arriba de su vestido, dejando sus inmensos pechos de pezones erectos al aire: ¡después ví turbada cómo mi amiga se dejaba chupar las tetas!! La rubia mayor se arrodilló frente a Sandra tomándole los pechos con ambas manos, recorriéndolos con su lengua larga y golosa,…

Seguía yo turbada al extremo y temblando, viendo aquellas escenas de crudo sexo a mi alrededor, cuando entonces Carlos me sobresaltó: ¡tomó mi mano y me hizo tocar su verga!!! Carlos se masturbaba a mi lado, y me obligaba a acariciarle su aparato erecto. Coloradísma, no dejaba de ver yo hacia delante.

- …¿Te gusta?,… -, me dijo entonces Carlos.

Volteé a verlo. Me hizo un gesto con la cabeza: se refería a la peli porno. Veía yo a la mujer de la peli mamándosela a uno de esos sujetos, mientras otro le clavaba su enorme pieza por el ano: miraba eso yo mientras atisbaba a Sandra, quien a un lado del tele se había quitado el vestido y desnuda se abría de piernas, de pie, dejando que la esposa de Carlos le lamiese la entrepierna, arrodillándose frente a ella. Carlos me insistió en la pregunta y yo salí de mi turbación por un instante:

- …No!,… -dije exaltada: temía que me lo quisiese hacer a mí-,… solo me causa curiosidad,…

Los actores de la peli pasaron a otra cosa en ese instante: la mujer se acostó boca arriba y abriéndose de piernas, comenzó a gemir con fuerza mientras uno de esos tipos le lamía la concha. Me volví a quedar pegada a la tele. En ese instante, Carlos tomó mi mano con firmeza y me obligó a masturbarle, ¡y yo mansamente comencé a hacerlo!!!, ¡NO ENTENDÍA LO QUE ME PASABA: NO HABÍA TOMADO NADA Y ESTABA YO AHÍ, SOBÁNDOSELA CON FUERZA AUN COMPLETO DESCONOCIDO!!! En ese instante mi mente se embotó: sentía todo mi cuerpo recorrido por una especie de potentísima corriente eléctrica: toda yo vibraba. No paraba de ver la porno y de sentir cómo la verga de Carlos palpitaba en mi mano; entonces sentí su mano deslizándose por los botones de mi blusa, desabotonándolos, ¡Y NO HICE NADA PARA IMPEDÍRSELO!!! Con toda experticia, ese hombre me abrió la blusa y no paró hasta soltarme el sostén y dejar mis pechos temblorosos al fresco, sintiendo yo mis pezones duros y erectos sin remedio. Volteé la mirada hacia un costado: las chicas estaban encamaradas una encima de la otra, lamiéndose sus conchas mutuamente, mientras que la jovencita oriental saltaba con salvajismo la verga de su novio, hasta casi enterrársela completa. Los gemidos llenaban el lugar y yo sentía la mano de Carlos estrujándome las tetas sin parar. Cerré los ojos y simplemente me dejé llevar.

- …¡Me encanta tu piel morena,… mmmm! -, exclamaba Carlos mientras acariciaba con toda confianza mis pechos.

Yo estaba como embotada, temblorosa al sentir mi rajita llenándose de mis jugos: cerré los ojos y comencé a suspirar cada vez con más fuerza; la verga de Carlos palpitaba sin parar, apretada entre mis delgados dedos. Ya sintiendo que me desvanecía, abrí los ojos: frente a mí, mi amiga Sandrita estaba tiraba boca arriba en el piso, frente a mí: la mujer de Carlos le separaba los labios de su concha inundada con los dedos, mientras a la vez le relamía con desesperación toda su roja encendida intimidad. Me quedé absorta viéndolas haciendo eso, mientras sentía como el pene de Carlos soltaba un hilo de semen que recorría mi mano.

- …¿Te gusta eso?,… -, me preguntó Carlos entonces, jadeante-, ¿quieres probarlo?,…
- ...Mmmmm,…. siii,…-, le respondí susurrante, casi sin pensarlo mucho.
- Entonces quítate las bragas,…

En silencio, dejé su verga por un instante y me puse de pie, ¡no estaba pensando en nada: solo lo hice!! Sin importarme ya nada y sin prestarle atención a los demás, bajé mis manos hasta el filo de mi falda, la alcé un poco y tomando las tiras de mi calzoncito, me lo deslicé hasta los tobillos, cayendo al suelo. Sin decirle nada a Carlos, me volví a sentar en el sofá: como si lo hubiese hecho siempre, abrí mis piernas, dejando una apoyada en el suelo y la otra recogida y apoyada con el respaldo del sofá, mostrándole así mi entrepierna por completo, mi conchita húmeda y rosada, y mi pubis abundante,… todo,…

Carlos no me dijo nada: solo se arrodilló frente a mi cuevita y comenzó a lamérmela como un perro, ¡DIOOOOOOOOOOOOSSSS, ERA INCREÍBLEEEEE!!!; ¡su lengua experta se me metía entre mis labios apartándolo, acariciando mi clítoris, estremeciéndome de gozzzzzzooo,…. Mmmmm,….mmmmhoooooohhhh!!!; traté de contenerme, pero no pude: al poco rato yo le estaba mojándole la cara por completo con la humedad incontenible que salía sin parar de mi concha. Poco a poco, pasé de la más competa desesperación a soltar gemidos de placer: primero tímidos, casi inexistentes, que yo contenía mordiéndome un índice,… luego, se convirtieron en cada vez más escandalosos gritos de gozoooo!!!! Cerraba yo mis ojos con vergüenza, al sentirme y saberme yo que estaba comportándome y gozando como una puta, que no paraba de gritar.

Convulsionando, sintiendo cómo mi cuerpo se entremecía por completo, eché mi rostro hacia un costado. En ese momento, sentí que algo duro, caliente e inmenso, golpeaba contra mis labios: entreabrí los ojos apenas, y vi ante mis ojos una cosa rojiza enorme y palpitante: no necesité ver más, ya que sabía que era la cabezota de la verga del joven de a mi lado. ¡Jamás se la había chupado a alguien, me moría de vergüenza!!! Traté de cerrar mis labios, pero me era imposible: allá abajo, la lengua de Carlos recorría mi entrepierna por completo, intentando también introducírseme en mi anito virgen. Al soltar un nuevo gemido de gozo, que ya no pude contener, el negro me la introdujo en la boca a la fuerza.

¡ERA ENORMEEEEE!!!! A pesar de sus esfuerzos, no pudo entrarme completa en la boca: solo me cupo su cabeza roja y palpitante un poquito más, ¡NUNCA HABÍA YO TENIDO UNA VERGA EN LA BOCA!!! Su sabor salado, su calidez, terminó por embriagarme: siendo vejada por esos dos desconocidos, me sentía extraña, avergonzada,… pero tremendamente dichosa. Sin darme cuenta, comencé a chuparle su cabezota con insistencia, escuchando con los ojos cerrados sus exclamaciones de placer:

- …¡OHHHH!,…¡qué rica boca tienes, mulata!!!,… -, exclamó complacido-, ¡me encanta: que rica es: apretadita!!!,…
- …¡MHHHH!!!,…¡Mmggggmmmm!!,…

La cabeza me daba vueltas: un hombre me daba un placer infinito y a otro yo le daba placer, ¡les estaba entregando mi cuerpo, me estaba comportando como una zorra!!! El joven que me empalmaba por la boca me tomó de los cabellos con fuerza, forzándome para que me la metiese entera en la boca. Pasó muy poco cuando sentí que me ahogaba: una marea abundante, caliente y espesa me atoró por completo, ¡se vació en mi boca!!! Apenas pude sacármela de la boca mientras terminaba de soltar su lechada. Su semen era tanto que no pude tragármelo todo: tosiendo, derramé esa marea de semen sobre mis tetas y mi blusa medio abierta. Mientras trataba de tomar aire, casi al instante, un latigazo me recorrió toda: ¡¡¡Carlos me hizo llegar con su lengua divina al orgasmoooo!!!; me arqueé sin control, comprimiéndole la cabeza con mis piernas. Un minuto después me desparramé rendida en el sofá, jadeante.

Cerré los ojos otra vez: el concierto de gemidos de la sala continuaba sin parar. A partir de ahí, me quedé ahí, tirada en el sofá,… y dejé que me hagan lo que quisieran: primero Carlos me quitó la falda y cogiéndome de piernas, se encaramó en mí y comenzó a cabalgarme: ¡era delicioso, su verga entrando y saliendo de dentro de mí, golpeteándome las entrañaaaaaaaas!!!!, gemí como loca, le mordí el cuello, le clavé las uñas, gozando como una cerdaaa!!! Seguía yo sin ver: a ojos cerrados, gozaba sintiendo sus huevos golpeteando mis nalgas húmedas y chorreantes de mis jugos. Carlos tardó buen rato en venirse dentro mío, llenándome de placer. Luego quedé tirada de nuevo ahí, mientras mi conchita entreabierta soltaba a borbotones lechada sobre el sofá. A partir de ese momento, pareció que todos se turnaron a gozarme: una pieza gorda y dura como la piedra comenzó a penetrarme con fuerza: abrí los ojos y quedé pasmada, ¡era una de esas rubias níveas, perfectas, que hace un rato retozaban en el sofá de al lado: calzando un dildo negro con arneses, me había cogido de los tobillos y se había encaramado encima mío clavándome esa prótesis como una experta, ¡sus tetas redondas y paraditas se frotaban contra las mías, llevándome al orgasmoooooo!!! Volví a cerrar los ojos, sintiendo la cara rojísima al extremo por la vergüenza: nunca se me había pasado por la mente dejarme coger por una mujer.

Esa rubia preciosa me hizo tener dos orgasmos sin parar, mientras disfrutaba de lamer mis pechos cubiertos de leche espesa. Luego de una corta pausa sentí un dolor que me partía por dentro, ¡EL JOVEN ESE HABÍA TOMADO SU TURNO: COMENZÓ A MONTARME CON SALVAJISMO, TRATANDO DE METERME SU VERGA POR COMPLETO!!!! ¡Abriéndome de piernas por completo, comenzó a taladrarme con su pieza negra como la noche, me la enterró con fuerza, haciéndome gritar de dolor y placer a la vez!; lloré, supliqué, rogué que se detenga,… pero en realidad,… en realidad, ¡YO DESEABA QUE LOGRASE METÉRMELA TODAAA!! El orgasmo que tuve con él fue el más salvaje que tuve en toda mi vida, dejándome desmayada por completo, mientras él me chisgueteaba de leche todo el cuerpo con su inmensa verga.

Entre sueños recuerdo después a la esposa de Carlos frotando su cuerpo desnudo contra el mío, mientras penetraba mi estrecho ano con uno de sus dedos largos y enjoyados. También recuerdo a algo, a la joven de rasgos orientales lamiéndome el ano, introduciéndome su lengua fina y rasposa como de una gata,… incluso recuerdo vagamente a mi amiga Sandra, desnuda y sentada a horcajadas encima mío, tomándome por los cabellos,… y obligándome a lamerle su concha depilada,… y yo lo hice obedientemente. El número de veces en que llegué aquella noche al orgasmo no lo recuerdo realmente, pero sé que lo pasé como nunca antes en mi vida. No sé tampoco en qué momento de la madrugada, me vestí como pude y me fui de ahí. Solo recuerdo haber despertado en mi cama, vestida y con la blusa aún húmeda de semen. Al lunes siguiente no fui a trabajar: en realidad no volví a ir nunca más: estaba avergonzada de mí misma, de mi proceder,… y por que no quería volver a ver a Sandra.

Desde entonces no volví a estar en una orgía (hecho otras cosas, eso sí) y no sé si volvería a hacer de nuevo,… no por que no quiera,… sino por que,… tengo miedo de que me guste igual o más que esa vez,…por que entonces, tal vez, ya no quiera dejar de hacerlo.

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