24 may 2011

Quería pagarle a un hombre (1)



Un relato de: Krakkehere.

¿Por qué se me metió ese antojo?, no lo sé: es una de esas cosas que una hace sin pensar, o que tal vez en un arrebato se te meten en la cabeza y decides atreverte a hacer algo que te haga vivir una experiencia que te saque de tu aburrida monotonía.

Me llamo Katherine, tengo 30 años, soltera, soy profesional y trabajo en una empresa de importaciones y exportaciones; toda mi vida la he llevado de una manera planificada al extremo: estudiar en la universidad, recibirme con honores, conseguir un trabajo bien pagado y ascender sin parar en la empresa; luego, ahorrar hasta comprarme un buen auto y un departamento de acuerdo a mis necesidades,… y ahí me encontraba yo en mi “esquema de vida”: se suponía que ya era el momento de buscar una pareja adecuada, casarme y tener hijos, pero un motivo y otro me llevaron a descartarlo.

La totalidad de hombres que conocía, o estaba “muy arriba” de mi, demasiado arrogantes e infieles para mi gusto, y me miraban con el desprecio con el que veían a una vulgar secretaria. El resto, demasiado debajo de mis pretensiones, y solo pensando en pasar el rato, además de sentirse algo disminuidos ante mi estatus profesional. En pocas palabras, no “me daban bola”; no les importaba que yo fuese lo que se considera una mujer agraciada: mido 1.73 (y con tacos, 1.75 cm), soy de piel clara, rubia de cabello corto (¡natural ah!); mis piernas, delgadas y bien torneadas, mi cintura estrecha -mi gimnasio me ha costado tenerla así-, mis caderas amplias pero proporcionadas y mi senos firmes y puntiagudos, envuelto todo esto en un traje sastre, me da no solo un aire muy profesional: impacto a primera vista y lo sé,… pero ser bella y muy capaz “encoge” a todo hombre que conozco.

Por cuestiones de competitividad en el trabajo, no tengo amigos –y amigas menos-, por lo que, tras ver pasar los meses (hasta completarse casi un año), sin lograr conocer a alguien especial, me di primero por pasarme los fines de semana y las vacaciones en casa, y luego, harta de eso, se me dio por beber a solas; ¡me sentía tan desdichada!, yo ya no era virgen,…pero había transcurrido tanto tiempo que,… cada vez sentía con más fuerza la desazón, la soledad,… y una ola de calor que aparecía de pronto, recorriéndome el cuerpo, me encendía y me desesperaba a la vez: ¡era horrible!, ya no lo aguantaba más.

En la soledad de mi vida, mi mente comenzó a “volar”: lo primero que me vino a la mente fue, el buscar tener una aventura de oficina; por el lapso de una semana, comencé a ir a la oficina, vestida digamos,… de una forma “diferente”: mis blusas blancas ahora aparecían ante los demás, ya no abotonadas hasta el cuello; tímidamente, comencé a mostrar un poco más, ¡pero nada: para mis compañeros de oficina, yo no existía!! Después intenté atreviéndome a más; un día comencé a ir luciendo casi con descaro, apretados y casi completamente notorios sostenes de encaje rojo fuego, siempre bajo mis blusas blancas. No sé si turbé o excité a los hombres de la oficina, pero el efecto me decepcionó por completo: se apartaron de mí.

Ya muerta de ganas y casi histérica (pero conteniéndolo), me decidí a atreverme a todo: enrumbé hacia la oficina del Gerente General: un hombre de 50 años y con fama de que se había acostado con todas las secres de la empresa. Antes de entrar, me abrí la blusa casi por completo dejando expuestos así mis apretadas tetas, que así se veían incluso más grandes que nunca. Entré y cerré la puerta: adentro estaba el Gerente, absorto en unos papeles, sentado en su escritorio. ¡Con desenfrenada lascivia caminé hacia él, contoneándome como una gata, y al llegar casi me recosté sobre el escritorio, mostrándole con descaro mis tetas que ardíiiian!

-…Aquí tiene el contrato con los coreanos, Señor Ramírez,… -, le solté con la voz más sensual que pude.
- …Ah,… gracias Kathy,… -me dijo como cualquier cosa, apenas levantando la vista-,… necesito que te quedes un poco más hoy: los espárragos que van a España están teniendo problemas con Aduanas, arréglalo,…

¡Moría por ser cogida y nadie me hacía caso!!!; en fin, derrotada y humillada, tomé el file y retiré de ahí, casi avergonzada: sería una noche muy larga, para acabar el papeleo. Ya entrada la noche, sola en la oficina desierta –ya todos se habían ido-, mientras culminaba el expediente requerido, comencé otra vez a dejar divagar mi mente: sabía yo que en fiestas y reuniones, me había ido igual de mal; para los hombres que conocía, yo o era inalcanzable, o muy mayor, o muy intimidante,… ¡qué se yo!, ¡diablos: necesitaba un hombre que me haga su mujer, aunque sea por una sola noche y ya!!!,… pero nada. Mentiría si les dijes que estaba excitadísima: me sentía muy deprimida para eso. Navegando a tontas por Internet, pasé de ver pelis porno, que más que animarme me daban envidia (..¡hasta las putas esas tienen una verga a su disposición!,..), y finalmente caí en páginas de anuncios para contactos,… pero tampoco me motivaba pasarme meses buscando un encuentro en el ciberespacio. Casi ya retirándome de la oficina, vi un anuncio de “Sex Boys”: por un instante pensé en llamar a uno de esos números, pero el miedo a estar con un tipo que se hubiese acostado con muchas, me hizo desistir.

Ya en la calle, me decidí a ir a un bar: quería beber y también escuchar voces y música: estaba harta de la soledad y el silencio. El bar lo escogí al azar; era un bar diminuto, en el centro. La decoración era algo alocada para mi gusto, pero había gente en las mesas y la barra estaba casi vacía. Cansada de los rechazos vividos, me importó poco estar vestida demasiado formal para el lugar. Enfilé hacia la barra, me senté y pedí un “Ruso Negro”; seguía deseando tener sexo, pero en ese rato, solo me interesaba beber. A la segunda copa, le eché una mirada a los parroquianos: una pareja de enamorados, tres tipos bebiendo cerveza, un turista con dos tipejas y un borracho perdido al fondo era lo que se veía en las mesas: nada digno de mi interés, mientras que en la barra, a mi costado, vaciaba en silencio su copa, un solitario chiquillo. Por su pinta, no debía tener más de 23 años y mostraba estar más deprimido que yo.

Era más bajo que yo y en realidad era guapo: de piel bronceada, delgado, pero algo atlético, de rostro con apariencia árabe, ojos café claros, pelo negro corto y una barba como de tres días. Vestía zapatillas, un jean apretado, de esos medios raídos, con agujeros con flecos y una camiseta negra, sin estampados: definitivamente éramos polos opuestos. Él solamente escuchaba la música y bebía pausadamente. Mientras yo bebía, no paraba de observarlo: definitivamente yo estaba muy por encima de él,… y eso me hacía sentir algo “poderosa”,… a la vez que me iba excitando poco a poco, mientras al reojo atisbaba de cuando en cuando, los agujeros de su jean, en los muslos: dejaban ver un poco de sus piernas musculosas y velludas.

Por la cabeza me pasaban ideas: desde “¿cuánto me costaría un tipo así?,…”, hasta la loca suposición de que, así como los hombres hacían con las mujeres, yo, con los ingresos que tenía, fácilmente podía “darme los gustos que quisiera”. Era extraño, pero me sentía yo como si fuese yo uno de esos hombres, que pueden hacer lo que les venga en gana. La idea de poder “comprar un pedazo de carne”, me encendió de inmediato; comencé a frotar mis calenturientas piernas enfundadas en mis negras panties una contra la otra: me supe entonces, adinerada y hermosa, y que bien podía intentarlo. Comencé a buscar la forma de entablarle conversación:

- …Perdona, ¿me prestas tu encendedor?,… -, le solté finalmente, usando ese viejo truco ya tan manoseado.

El chico volteó, me miró y sacó su encendedor, prendiéndome el cigarrillo que tenía yo en la boca, ¡Dios, me sentía tan “resbalosa”, “tan fácil”,… y me encantaba! El joven no mostraba menos desazón que antes, pero yo estaba dichosa de “mi primer abordaje” y no pude contenerme: le regalé una sonrisa, mostrándole mis labios rojos y deseosos en toda su magnificencia:

- …Gracias,…- casi le susurré.
- Por nada,.. -, me dijo, para luego volver a su copa, abatido.

Su copa ya estaba vacía, así que pidió otra: entonces comenzó a hurgar sus bolsillos, sacando apenas un billete arrugado y unas monedas: apenas lo justo para otra copa. Suena estúpido, pero eso me encendió aún más; me sentía con la certeza de ahora tener la tremenda facilidad de “hacerle una propuesta que no podría rechazar” Continué conversándole:

- …¿Y,… no vas a bailar?,…
- No, no creo,… -, me replicó sin dejar de mostrarse aún abatido.

Como si hubiese recordado algo, vació su copa de un golpe. Se apresuraba a irse.

- …Bueno, me voy,…
- ¡Espera!,… -le dije rápidamente-, ¿por qué te vas?,… es temprano,…
- …Ya me quedé sin un cobre,… -, me dijo con algo de amargura.
- …¿Si te invito una copa,… te quedas a acompañarme un rato?,…. -, le dije: ¡rayos, le dije lo que estaba pensando en ese instante!!!

Me miró un rato con extrañeza,… pero tras hacer un gesto de “¡qué diablos!”, se volvió a sentar, para mi dicha.

- …Barman: un “Ruso Negro” más para mi,… -le dije entonces la tipo de la barra-,… y para él, lo que guste,…

¡Me sentía tremendamente excitada al hacer eso!; dueña de la situación, comenzaba a disponer del “objeto” de mi antojo a mi gusto. Ya obligado por la invitación, me habló de él: se llamaba David, tenía 24 años y el motivo de su depresión era que había puesto una tienda de regalos y le había ido muy mal; era su primer negocio y ya se veía en bancarrota.

- … Y eso es todo,… -me dijo-, si mañana no pago la letra del préstamo,… no sé que voy a hacer,…
- …Bueno, debes subir ese ánimo,… -le dije, sin dejar de maquinar-, siempre se puede encontrar una solución,…

Después de eso, agarró más confianza conmigo, pero aún no me veía como mujer, pero eso no me importaba: sintiéndome más segura de mí misma que nunca, controlé la situación. David solo tenía ganas de emborracharse, así que comencé a mandar en la velada: no paré de pedir copas para mí y para David. Me inventé una historia: le dije que tenía esposo e hijos en Miami y que viajaba por negocios; en fin, le hice creer –y me hice creer-, una viva que me hubiese gustado tener,… hasta ese momento.

Ya avanzada la noche, y los dos ya bien ebrios, David me dijo:

- Gracias por todo, Katherine, pero es tarde y mañana debo ver cómo resuelvo mi problema,…
- No te vayas: la noche es joven,… le repliqué y ahí tomé valor-, mira, si te preocupa el dinero, podemos resolverlo: ¿Cuánto necesitas?

David me miró un largo rato y finalmente me dijo: 300. Estaba bien: para mí no era mucho; era lo que ganaba en un día en la oficina,… y la verdad era que hubiese pagado el doble aquella vez, de lo ansiosa que estaba.

- … Pero tu viajas,… y no tengo con qué pagarte,… -, me dijo.
- No te preocupes,… -le dije entonces, disfrutando de cada una de mis palabras-, si vienes conmigo a mi hotel y me haces un favor,… estaremos pagados,…

Hasta ese instante David estaba tan inmerso en su problema que ni se dio cuenta de mi insinuación, ¡y esa ingenuidad me encendía como una tea, me volvía loca!! Tras pagar la cuenta, tomamos juntos un taxi. Yo iba feliz de la vida y David, más tranquilo, sonreía. Lo llevé a un hotel donde mi empresa aloja a los clientes del extranjero. Tras dejar a David pagando el taxi, corrí a la recepción y pedí una habitación sin que él lo supiera: por el trabajo, la recepcionista me conocía y a esas alturas, me importaba un pito si alguien se enteraba, ¡mi entrepierna estaba humedísima al extremo, el cuerpo me temblaba, ya casi no me podía controlar!

Tropezándonos, llegamos David y yo a la habitación: no le dejé decir nada más. Sintiéndome en la gloria, abrí mi cartera, y como pagándole, le di el dinero que necesitaba. Tras un “gracias”, David me preguntó qué debía hacer. Era el instante que tanto yo esperaba: tiré mi cartera y mi saco a un lado y me dejé caer de borracha en la cama: frente a él, separé un poco mis piernas y, ebria ya de deseo se lo dije:

- Quítate la ropa,…

David Me miró así, media abierta de piernas, borracha, con los ojos vidriosos clavados en él y respirando agitadamente, subiendo y bajando mis pechos dentro de mi blusa, que no necesitó más explicaciones: sin decir nada, comenzó a desvestirse para mí. ¡El corazón se me iba a salir del pecho!, en un instante se quitó la camiseta, mostrándome sus pectorales fibrosos y firmas, haciéndome desear tener ya su pecho algo velludo comprimiéndose contra mis tetas. Hice volar por la habitación mis zapatos de tacón, riendo de deseo y deseando que ya se me eche encima, mientras no podía controlar el lamerme con lascivia los labios, mientras se quitaba los pantalones.
Comencé a frotar mis piernas una contra la otra, mientas veía sus piernas de futbolista, también velludas. “¡Quítate todo!”, le ordené descontrolada, deseando ya ver su pedazo de carne. Cuando finalmente la sacó, quedé absorta: era una verga larga, deliciosa, completamente erecta y rematada por una cabeza roja encendida.

¡Perdí el control, casi arañándolo lo atraje hacia mí y de rodillas en el borde de la cama, me la metí completa en la boca!! Nunca se la había chupado a nadie, pero si había pagado por esa verga, quería hacerlo todo! Haciéndolo gemir con fuerza, comencé torpemente succionársela con desespero: la quería más erecta, más grande, para que me rompa por dentro!!! Con placer enfermo sentía cómo le palpitaba dentro de mi boca, para salir luego de dentro de mí, rojísima de mi lápiz labial.

- …¡Aaahh!!,… Aaahh!!,… Aaahh!!,… Aaahh!!,…-, gemía David como loco, estremeciéndose de gusto.

¡Me sentía yo una cualquiera chupándosela, y a la vez dichosa de tener el derecho a pedir lo que sea, por haberle pagado por una sesión de sexo!! Se la chupé sin cesar, mientras me abría a la fuerza la blusa, para luego acariciarme con una mano la concha que se me inundaba sin parar. Cuando ya sentí que su verga estaba apunto, me la saqué de la boca y cual clienta exigente, comencé a ordenarle.

- …¡Ven: lámeme la concha!! -, le ordené, arrodillándome en la cama y subiéndome la falda, a la vez que apartaba a un lado mis bragas, mostrándole mi concha húmeda, de vellosidad rubia.

¡Comencé a dar de gritos de placer, sintiendo su larga lengua introduciéndose en mi concha, haciendo vibrar mi clítoris, sorbiéndome mis jugos con desesperoooo!

- …¡AAAAHHH!!!,…¡ASIIIII!!!!,…¡ASIIIII!!!!,…AAHHH!!!,…¡LÁMEMELA, LÁMEMELAAAAA!!!,…- grité, hecha una loca, estremecida de gozo, sintiendo sus dedos clavándoseme en mis nalgas.

Todo mi cuerpo convulsionaba de gozo: no solo era el gozo de coger después de tanto tiempo; me tenía enloquecida, el haberle pagado a un hombre. Cuando sentí que el orgasmo era inminente, con total seguridad en mí misma, lo aparté de mí de un empujón: quería quedar totalmente satisfecha. Jadeante, deseando ya sentir su verga taladrándome las entrañas, me acosté boca arriba y abriéndome bien de piernas, le exigí:

- …¡Rómpeme las panties; rómpeme el calzón!,… ¡QUIERO QUE ME COJAS CON FUERZAAAA!!!!,…

Fue como despertar a una bestia: David comenzó a soltarme zarpazos como un loco!, ¡me reventó las medias con furia, arañándome las piernas, mi calzoncito fue reventado de un tirón, abrasándome la raja!!! No contento con eso, también de una tirón, me abrió por completo la falda tubo, destrozándola, mientras yo reía como una loca, de puro gozo!!! No tardó casi nada en cogerme de las piernas, abriéndomelas por completo, para luego enterrarme por completo su lanza de carne: ¡SENTÍ COMO SI ME DESVIRGASEN DE NUEVO!!! Mi concha se dilató de golpe, y casi me quedé sin respiración al sentir su pene golpeándome con fuerza por dentro!

David me la clavó de una forma demencial: su verga, dura como piedra, entraba y salía de dentro de mí a una velocidad tremenda, haciéndome arquear de gozo, gemir sin parar. Con mis piernas alzadas, disfrutaba viendo cómo su verga salía de dentro de mí chorreando mis fluidos sin parar,…. Ahhhhh,… sentía con delicia, como toda la raja de mi culo era recorrida por la humedad de mi concha, cayendo sobre las sábanas, formando ya un charco: ¡ERA LA LOCURAAAA!!!

Le mordí los hombros, el cuello y los labios con furia; mis uñas se clavaban en su espalda con furia, acrecentando su salvajismo. ¡Casi lloré de loco placer sintiendo sus labios y sus dientes, casi destrozando mis pezones erectos, mis tetas que subían y bajaban con cada embestida!. Me vine al menos dos veces siendo cabalgada salvajemente por David, que obedecía a todos mis caprichos:

- …¡DIME QUE SOY LINDAAAA,….AHHH,… DIME QUE SOY PRECIOSAAAA!!!,…
- …¡ERES LINDA, PRECIOSAAA,… AHHH!!!,… AAH!!!,…-replicaba mansamente.
- …¿Te gustan mis tetas?,….Ahhh!!!,… Ahhhh!!! ¿son ricas mis tetas?,… ¡DÍMELO!!!,…. AHHH!!!,…
- ¡QUÉ RICAS TETAS TIENES,… AAAH!!,… KAHTERINEEEE!!!,….¡AHHH,…AHHH!!!,…

Así le fui ordenando que me dijese que yo tenía buen culo, que mi concha era apretadita,… mmm,… ¡que era una zorra, que era una puta!!!!, Disfrutaba como loca sintiéndome y creyéndome la mejor amante del mundo. Le ordené a David que me obligase a ponerme en cuatro, afollarme así con fuerza, a casi escupirme obscenidades sin fin, a morderme, a meterme dedos en el culo, en fin ¡a todo lo que se me ocurría!, hasta que finalmente terminé yo llorando de dicha,… diciéndole yo a gritos que, me penetre hasta matarme de gozo,…

Fue una deliciosa cogida que duró lo suficiente para hacerme tener un tercer orgasmo: David convulsionó, se le tensó todos los músculos de la cara y finalmente descargó toda su lechada dentro de mí. Tras apartarlo de mí, me yo quedé abierta de piernas, alzando mi concha arrasada, comprimiendo mi raja, haciéndola soltar borbotones de semen, que caían sonoramente contra las sábanas. Ahí volteé los ojos y sentí cómo mi cuerpo se estremecía con ese postrer y último orgasmo. La cogida fue tan brutal y la borrachera que ambos teníamos encima que, nos quedamos ahí, tirados en la cama, muertos de cansancio.

Fue la primera vez que pagué por un hombre y lo había disfrutado plenamente, y si bien no habíamos hecho de todo, yo ya había quedado convencida de que lo mejor para mí, era buscar hombres a quiénes pagarles por tener sexo: me excitaba pagar por ello y además, me complacían en lo que yo quería y no en lo que querían ellos. Al amanecer, David se vistió y me despertó:

- …Katherine,… ¿me das para el taxi?,… -, me susurró.

A cualquiera esa pregunta le hubiese molestado, pero no a mí,… de hecho me halagó: me sentía que seguía “teniendo el control”. Miré con ternura a “mi putito” y, saqué un billete de mi cartera; le abrí los pantalones y, tras chuparle por última vez su verga cabezona, se la mordí con suavidad y metí el dinero dentro de sus pantalones:

- …Toma cariño, y cómprate también un jean nuevo,…

Me quedé a dormir unas horas más en el hotel; ya vería yo qué excusa daría en el trabajo. Esa no fue la única vez que le pagué a un tipo por cogerme: de hecho, es ahora mi tren de vida,… pero eso les contaré en otra oportunidad, mis amores.

(CONTINUARÁ,…)

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