29 ago 2011

La culona



Un relato de: Krakkenhere. 

Apenas fue un ruido rápido y casi sordo: retumbó en el dormitorio en penumbras, pero eso si, sonó como si hubiese sido un ruido potentísimo en nuestras cabezas. Apenas se hizo el silencio, mi amigo Alex y yo recuperamos la respiración: frente a nuestros espantados ojos, tras caer como costal de papas, estaba ella: boca abajo, con la cabeza de costado sobre la mullida almohada, bufando por la tremenda borrachera que traía encima, con el rostro apenas visible por su cabellera larga y enmarañada sobre sus facciones,… con las piernas separadas y mostrando casi sin descaro su culo enorme, enfundado en esos jeans que usaba como si se los hubiesen cosido encima. Así estaba ella: dormida, privada,… y culona como siempre. 

Ya no se oía para nada la tremenda bulla de la parranda, de esa verbena donde bebiendo los dos, nos la encontramos sola, borracha, perdida, tan amable como jamás nos la hubiésemos imaginado y de donde la trajimos a su casa los dos, cargándola con las justas (ella, aparte de culona, es inmensa), casi yéndonos de bruces en más de una ocasión mientras se le torcían los tobillos al caminar ebria con sus tacones altos, mientras se reía de cualquier estupidez,… o mientras dejaba las tripas vomitando en alguna esquina de la ciudad en madrugada. Nos dolían los brazos y la espalda de cargarla tanto y con tal esfuerzo, pero al fin ya había terminado: ya estaba tirada en su cama y ni se enteraba de lo que ocurría,… o de lo que le podía ocurrir. 

- …Era cierto que vivía sola la culona,… -, dijo finalmente mi amigo Alex, mientras rompía así el silencio de la habitación, mientras se buscaba en los bolsillos un cigarrillo para atenuar su nerviosismo. 
- …Como dijo ella,… y como dijo Aguilar,… -, repliqué yo, murmurando aún,… y sin dejar de poder ver, embelezado, ese culazo enorme. 
- ¿Acaso eres tan cojudo que le crees a Aguilar?! –me espetó Alex mientras encendía su cigarro-, ese maricón nunca le puso la mano encima a esta culona,… es un mentiroso,… 

El dormitorio era realmente bastante ridículo, más bien cursi: empapelado en tonos pastel y peluches por todas partes; en nada se parecía al cuarto pintado en rojo “con espejos en el techo, hermanito!,…”, como se vanaglorió el idiota bocón de Aguilar. 

En eso pensaba yo cuando Alex se acercó con toda confianza al velador al lado de la cama; encendió la lamparita de noche e iluminó más el dormitorio; me espanté: la culona esa hizo una mueca, cerró los ojos más y empezó a desperezarse, gimiendo: 

- ...¡Mmmmmmmmmmgmmm!!,… 
- ¡Carajo: casi la despiertas!,... -, le murmuré molesto a Alex por su tontería. 

Mi amigo soltó un “¡bah: no pasa nada!” y casi de inmediato regresó adonde yo estaba: a sus pies, viéndole el culo a la muy zorra borracha. El ambiente del cuarto era pesadísimo; casi ardía el aire al respirar: los dos sabíamos bien para qué nos quedábamos ahí, mirando y esperando el momento preciso para seguir adelante. 

- …Y,… ¿lo haces tú o lo hago yo?,… -, me dijo Alex, y yo sabía bien a lo que se refería. 
- ¿Y qué me dices a mí?,… tú fuiste de la idea,… 
- ¡Eres un cobarde, Becerrita! –me soltó haciéndome amargar: odio que me digan “Becerrita”. 

Alex se abrió paso frente a mi: con un ligero golpe con su rodilla, apartó uno de los pies de la culona dormida frente a nosotros; así quedó más abierta de piernas ante mí. Yo temblaba. 

Pero a la vez que estaba hecho yo un manojo de nervios, la excitación que llevaba me estaba matando y la embriaguez que tenía también de dio el valor suficiente: tomé sus jeans por la cadera y empecé a tirar con todas mis fuerzas. ¡Puta madre: esta culona parece que se lo hubiese pegado con pegamento!!! Sus zapatos de tacón alto cayeron sonoramente al suelo en el esfuerzo, pero ellas ni se inmutó; seguía durmiendo, e incluso empezaba a roncar sonoramente. Por un buen rato me concentré en bajarle los jeans, pero fue en vano: terminé sudando y solo tuve como premio el bajárselos hasta media cadera, dejando ante mis ojos apenas parte de su piel blanquísima, las tiritas de un calzón rojo que se hacía suponer era bien escandaloso y un timidísimo atisbo de la raja de su culo. 

¿Qué hacía mientras tanto Alex?, me pregunté, al sentir a la culona esa gimiendo quedamente, como mascullando. Alcé la vista y me quedé con la boca abierta: ¡mi amigo se había bajado los pantalones y le frotaba su verga en la cara a esta borracha dormida!, Alex estaba con la pieza como una tranca de dura y ya chorreando semen de la excitación; con su cabezota chorreante, la enmarañaba con sus cabellos y se esforzaba por obligarla a abrir la boca y chupársela, pero solo lograba hacerla hablar incoherencias, aún dormida, y le volvía toda la cara un pegote de semen y lápiz de labios corrido. 

Alex estaba desesperándose: tras intentar en vano que se la tragase toda, empezó a alzarle el pulóver de hilo que vestía; quería verle las tetas, pero esta culona de mierda estaba ya hecha un bulto relleno de cemento y solo logró alzarle el pulóver, desabrocharle el sostén y pellizcarle los pezones mientras trataba aún de que se la chupe.

- …¿Ya se lo sacaste?,... -, me espetó mortificado. 
- No se puede,… 

Alex dejó lo que hacía molesto, con la verga afuera, tiesa como una lanza. “¡no se puede,… no se puede!”, me remedó y me apartó. Metió sus manos por debajo de la cadera de la culona y ¡oh sorpresa!, ¡LA CULONA DORMIDA SE ALZÓ MANSAMENTE DE CADERAS, COMO SI LE FUESE LO MÁS NATURAL DEL MUNDO! Así, Alex no tuvo ningún problema: la desabotonó, le bajó en zíper y de un solo tirón hasta las rodillas. Aún así, la puta esa era tan culona que el jean se le despegó como una piel de su cuerpo. 

Nos quedamos otra vez sin respiración, mudos: su culo era blanquísimo, pecosito,… y llevaba puesto un hilo dental, rojo, como de las putas de las pelis porno y que por efecto del tirón, había quedado salido a medias,… dejándonos ver su ano,… y más abajo, su concha de labios gruesos, apretados y de vellos negros y rizados. Pero lo que realmente nos dejó sin habla era la totalidad de su culo: era enrome, inmenso, redondo y carnoso; ¡era grande hasta el escándalo, esa culona tenía el doble de caderas de cualquiera de nosotros dos!, lo juro: era el culo más grande y delicioso que vi hasta entonces y que jamás llegaría a ver.,… 

Una vez más, mi amigo Alex tomó la batuta: la tomó de los tobillos y la haló hacia nosotros, haciendo que sus caderotas quedaran al borde de la cama, ¿y que hizo la puta?, nada: gimió y movió un segundo la cabeza y luego siguió durmiendo. 

Alex metió la mano y con desfachatez total, le acarició desde el ano hasta la concha: ahí se entretuvo un rato: la culona suspiró y hasta pude ver una suave sonrisa en sus labios babosos de leche. Alex se masturbaba mientras le metía la mano hasta el fondo. Luego de un rato la sacó: la tenía mojadísima de los jugos de la culona. Ya no había vuelta atrás; Alex me dijo que empezara: sin pensarlo me bajé mis pantalones y me la saqué al fresco: mi verga esta durísima y a punto de explotar. Alex me miraba masturbándose mientras me aprestaba a hacer lo que nos había llevado ahí: no nos interesaba la concha mojada de la culona; habíamos ido ahí a romperle el culo,… a la culona. 

Sus nalgas eran inmensas y su agujero del ano también lo era, así que no me costó mucho esfuerzo ensartarle la cabeza y metérsela: ¡OHHHHHHHHHHHHH, QUÉ DELICIAAAAA!,… cada vez que empujaba más y más, mi verga se le metía ya sin dificultad, ¡su culo era delicioso, su ano me envolvía la verga como un apretado guante y sus nalgotas suaves eran una delicia de sentir y de apretujar!!! La muy borracha definitivamente estaba en otro mundo; ni por esas despertaba: solo gemía, lo disfrutaba en su embriaguez y parecía que soñaba estar con otra persona,… más de una vez le oímos musitar “….mmm,… Césaaaaarrrr”, o algo parecido. 

Aún estando yo gozando como loco, temía que se despertase del todo, así que me meneaba lentamente, metiéndosela y sacándosela con suavidad, ¡pero era increíble el placer que ese culazo me estaba dandooooo!!! No me da vergüenza decirlo: no pude violar por el ano mucho rato a la culona: antes de cinco minutos la tuve que sacar; sonó como destapar una botella de champaña al sacarla rápidamente de su ano y casi al instante descargarle mi lechada en sus caderotas y sus nalgas blancas. 

No me sentía mal para nada: teníamos toda la noche para seguir gozando, violando ese ano de campeonato. Alex ya no aguantaba más; era su turno. No hizo caso a mis ruegos: sin importarle si la despertaba –la verdad, esa culona ya no se despertaba con nada-, y así fue, ya que ni se movió cuando Alex le quitó los jeans y las bragas por completo. Mi amigo cogió a la culona de sus enormes caderas y y se la arrimó de un solo golpe; con los ojos desorbitados, bufando, se la enterraba con salvajismo mientras la culona seguía privada, gimiendo y recibiendo verga inconsciente: 

- … ¡AHHH,… AHHH!,… ¡ASÍ TE QUERÍA CULONAAA,… AHHH!!,… -bramaba mientras le culeaba, haciendo que sus huevos golpearan sonoramente contra su concha mojadas-, ¿así que no te gusta mis relatos, ehh?!!,… ¡ahhh!!,… ¿así que no sé escribir poesía, ehhh??!!!,… ¡TOMA CULONA DE MIERDA, TOMAAAA!!!,… 

Cualquiera en el colegio hubiese dado la vida por estar en nuestro pellejo: culeándose a la culona profesora de Literatura,…

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