26 sept 2011

Secretaria de día, puta de noche (4)




Un relato de: Krakkenhere.

Lunes en la mañana; qué fastidio. Arreglarse para ir al trabajo se ha vuelto ya un martirio para mí. Otra vez la faldita hasta la rodilla, la blusa de mangas largas y el chaleco. Otra vez recogerme el pelo para ir al odioso trabajo; otra vez sonreírle a todos y saludarles toda modosita,... otra vez ser Vivianita, la de Recursos Humanos,.. y “Sheyla”, la puta callejera, debe quedarse oculta; parte en el armario, parte encerrada dentro de este cochino uniforme de secretaria. 

Sin falda ni bragas, voy al baño; me siento en el wáter; faltan pocos minutos para empezar otra jornada laboral. Mientras evacúo, mi cuerpo se estremece: mi ano dilatado y aún adolorido descarga por todo mi cuerpo una ráfaga de dolorosas y placenteras sensaciones: me agacho, casi hasta tocar el suelo con mi cabellera; maldigo a al vez que casi grito que amo a esos negrazos que me desvirgaron por el culo apenas hace dos semanas. ¡Todo mi conducto posterior arde como los mil diablos!!,… pero la sensación es inmejorable: tengo en un instante un potentísimo orgasmo, que me deja jadeante, casi llorosa,… me miro al espejo mientras me limpio: por un instante, disfruto de ver mi rostro: es la expresión de la puta que hay dentro de mí, ebria de deseo, casi rogando por una verga de macho rompiéndome alguno de mis agujeros,… no: por todos mis agujeros. 

Salgo del baño a buscar mis bragas y mi falda: ya es tarde, pero no lo resisto: como una loca me acerco al barandal de las escaleras de mi depa, que conducen a los altos; como una salvaje apoyo con fuerza mis nalgas a la columna del barandal,….¡Ohhhhh!!!!, sobo mi concha húmeda y mi ano abrasado, contra esa gruesa pieza de madera: ¡comienzo a llorar a mares, mientras me froto a toda velocidad, enferma de las ganas de ser cogida, AHHHHH!!!; no tardé casi nada en correrme de nuevo. Termino de disfrutar los últimos espasmos de rodillas en el suelo, con el maquillaje hecho una porquería, sufriendo el no poder ir a una esquina cualquiera, a putear, a las 7.30 de la mañana. 

Ya en la oficina, medito en silencio, mientras trato de terminar con mis monótonas obligaciones: no hablo con nadie mientras trato de deshacerme de la ruma de oficios que tengo delante; si quisiese hablar con alguien, tampoco podría: apenas quedamos una docena trabajando. Iniciada la temporada de lluvias, casi todos habían pedido vacaciones desde hace semanas, incluso mi ciudad se hallaba casi desierta, y eso precisamente me tenía enferma de la desesperación: todos los hombres habían “fugado” de la ciudad, buscando el sol de las playas, y probablemente no me sería posible conseguir “clientes” para mi satisfacción nocturna. 

Con mi agujero posterior aún adolorido, solo pensaba yo en algo que aún tenía pendiente: deseaba que un tipo se vaciara en mi boca: ¿por qué no lo había hecho antes?, pues antes de ser “Sheyla”, la puta, siempre fui muy “chapada a la antigua”, y mis ex novios nunca tuvieron el carácter para obligarme a que me atragante a la fuerza con sus vergas,… y cuando inicié esta “doble vida”, mi raja y mi ano fueron más suculentos para mis clientes: si no pude ofrecerles mi boquita, es por que no hubo tiempo,… y ahora escaseaban las oportunidades por el maldito clima (¡maricones! -pensaba yo acerca de los hombres-, prefieren quedarse calentitos en casa, con sus mujercitas y sus noviecitas; ¡qué mierda es un poco de frío y lluvia, si te encuentras a una perra ansiosa de ser cogida como yo!!,…); tras meditarlo un rato, repuse en que si deseaba yo que un macho me atore hasta la garganta con su verga, debía yo ir a los callejones más pútridos y peligrosos: debía yo volverme una puta de las más baratas, dispuesta a chupársela a alguien por unas cuantas monedas. 

Antes de irme a la casa, al finalizar el día, me encerré un buen rato en el baño: cerrando los ojos, me chupé los dedos de la mano con infinito placer, mientras sentía mi ano ardiendo a más no poder, y ensoñaba con chuparle la verga a esos negros divinos, que me habían violado tan deliciosamente,… mmmm,… 

Pasadas las 12 de la noche los pies me mataban. Había recorrido el viejo centro de la ciudad y nada. Mi cuerpo ardía de deseo y apenas sentía la helada garúa que me azotaba el rostro. Vestía un apretadísimo short guinda y un top que, cual una faja cubría mis pechos,… pero debido al frío debía yo ocultar mi cuerpo deseable con un abrigo hasta los tobillos: moría de ganas de abrir mi abrigo a algún conductor deseoso de enterrármela,.. pero las calles estaban desiertas. Cuando ya me resignaba a otra noche en soledad, una elegante camioneta de lunas polarizadas me iluminó mientras volteaba la esquina. Humedecí mis labios con la lengua, preparándome a ser abordada; tras detenerse y apagar las luces, la puerta del copiloto se abrió: un inmenso monumento de mujer descendió; era una travesti, que tras cerrar la puerta del auto, le dijo adiós a su misterioso cliente, para luego regresar a su esquina apresurada. Era altísima: no menos de 1.85, morena, de cabello largo y ensortijado; sus tetas, culo y anchas caderas me hacían avergonzar, así como me moría de la envidia de ver lo espectacular de su atuendo; bajo su abrigo lucía un diminuto y apretado vestido negro transparente, que dejaba la mitad de su culazo expuesto, con un escote hasta el ombligo. El sacón rojo encendido con el que se cubría del frío, la convertía en un faro en medio de la noche lluviosa. No me vio al pasar a mi lado. La camioneta partió raudamente; en ese momento, algo llamó mi atención desde el suelo: un objeto brillante, el cual tomé del suelo. Era un arete muy grande: una argolla de plata. Mientras escuchaba sus pesados tacones golpeando el pavimento, le pasé la voz a la travesti que se alejaba: 

- …¡Disculpa: se te cayó esto!!,… 

Giró sobre sus tacones y me vió como si yo fuese un insecto: cuando sus ojos negros y enormes vieron lo que yo llevaba en la mano, su cara de desprecio despareció por completo: 

- ….¡SIIIII!!!!,…- exclamó con su voz chillona y escandalosa, para luego casi ametrallarme con su peculiar forma de hablar-, ¡gracias amiga: siempre los pierdo!. Ya iba a ser el quinto que pierdo en la semana; si sigo así, no sé qué me voy a poner,… por que una debe verse bien para los machos, hijaaa. ¿Cómo dijiste que te llamabas?,… 

Tras conversar unos minutos, nos hicimos grandes amigas. Como la noche no tenía remedio decidimos irnos a tomar algo “para entrar en calor”; tras beber en una cantina de mala muerte, “Debbie” (así se llamaba), y yo, nos dirigimos a mi departamento, con dos botellas más de ron. Acostadas en mi cama, riendo de todo y ya completamente borracha, le revelé a mi nueva amiga mi secreto: 

- ….¡Noooo!!!,… -me dijo sorprendida, mostrando todos los dientes-, ¡eres una loca, enferma, marrana, jajajaja!!!!,… ¡y pensé que yo era una reverenda puta, jijijiji!!!!,… 

Afortunadamente “Debbie” comprendió de inmediato mi necesidad de ser vejada, usada y tratada como mero objeto, por todo macho que se me cruce: 

- …Si supieses las cosas que he hecho yo cuando me he enamorado, “darling”,… -, me dijo con sinceridad.

Ya empezaba a amanecer y era como si el licor que tomábamos nos fuese necesario para vivir: mi “nueva amiga” tenía sus propios problemas, así como yo los míos: cuando le dije que necesitaba con desespero chupar vergas, se ofreció a ayudarme: aquello me emocionó de sobremanera; sólo tenía que esperar hasta mañana. 

- …Y tú “Debbie”,… -le pregunté de pura curiosa-, ¿nunca te has “tirado” una mujer?,… 
- ¡A cada rato, “darling”!!! –me dijo sonriente-, ¿sabes cuantas parejas tienen de fantasía el coger con una “diosa del deseo” como yo?,…¡UFFF!!!, ¡JAJAJAJA!!! 

La conversación había sido divertida, pero no aminoró mi desazón: no había conseguido quién me entierre su miembro hasta hacerme gritar, y eso me tenía apenada. Se lo confesé a “Debbie”, tras soltar un suspiro: 

- …¡Tengo ganas de una verga grande!,… 
- …¡También yo, hija!,.. -, dijo “Debbie”, tras soltar también un suspiro, y luego soltármelo de golpe-, aunque si quieres,… te puedo hacer el favor, ya que me encontraste mi aretito. Hoy por ti, mañana por mí,… 

Su propuesta me dejo pasmada: desde que me inicié como puta, no había pasado por mi mente coger con nadie que no fuese un macho,… hasta que lo recodé ¡“Debbie” también tiene verga!!!,… la cabeza se me hizo un lío en un instante; su cuerpo de mujer me era muy excitante y la curiosidad de ver lo que llevaba entre las piernas, me encendió por completo. Ya las había visto grandes y chicas, y mientras me diera placer, para mí era suficiente. Accedí, apenas afirmando con la cabeza. 

“Debbie” se incorporó de la cama, mientras yo seguía atentamente todos sus movimientos: con movimientos muy femeninos, dejó caer su vestido transparente, exhibiendo para mí sus enormes pechos de mulata. Muy coquetamente, tomó con sus pulgares sus braguitas y las bajó por completo. Verla desnuda era una delicia, y cuando separó lentamente las piernas, su miembro antes vuelto hacia atrás, oculto, hizo su aparición. 

- ...¡Esss, ess!!!,… -,dije yo, casi sin habla. 

Conforme se le iba endureciendo, erectándose, “Debbie” disfrutaba viendo mis ojos como platos, clavados en su tranca: no medía menos de 17 centímetros, era nervosa y tenía el grosor perfecto para mí,… para “Sheyla” la puta. 

- … Sí, lo sé,…- dijo mientras jugaba con su pelo ondulando, agitándolo coquetamente-, te lo dije: soy toda una “diosa del deseo”; siempre dispuesta a complacer a todos,… 

Como una gata, comenzó a gatear en mi cama, directo hacia mí. Su verga apuntándome y sus tetas golosas y bamboleantes me tenían absorta, y muy excitada. Rápidamente me sacó a la vez mis shorts y mis bragas, dejando mi coño de zorra expuesto ante él/ella. Me había mojado yo en apenas unos instantes. Me hizo estremecer toda cuando comenzó a jugar con mi rajita, acariciándola con sus dedos con uñas postizas: 

- ….¡Ahhh, picaronaaaa!!!; ¡mira cómo te mojas apenas miras una polla, jijiji!!!,… 
- ¡Siiií!,… ¡ahhh!!!!,…-, le dije apenas, ya completamente desesperada. 

“Debbie” tomó mis piernas y las alzó como si yo no pesara, hasta acomodar mis tobillos en sus hombros: yo temblaba como una criatura. Con la experticia de todo un macho jodedor, tomó mi culo con sus dos manos, para luego clavármela por completo. 

- …¡OooooohHHHHH!!!!,… ¡aaaahhh!!!,… Su verga entró sin dificultad dentro de mi coño mojado: el primer golpe de la cabeza de su aparato contra el fondo de mi ser, casi me quitó el aire. Dada la diferencia de nuestras estaturas, me tenía ensartada casi en el aire, sintiéndome yo deliciosamente ensartada cual brocheta. 

- …¡Ahhh!!,… ¡Ahhh!!!,…. ¡Mmmmgahhhh!!!,…. -, gemía yo gozosa, mientras mis piernas se bamboleaban en sus hombros, con cada embestida. ¡”Debbie” era divina: me penetraba con fuerza, como a mí me gusta!!!!. Una catarata de sensaciones inundaba mi mente: sus tetas sobaban mis pezones sin parar, haciendo que los tenga como piedra; casi a dos palmos de la cama, casi podía sentir yo cómo mis jugos se escurrían hacia abajo, goteando sobre las sábanas. Sus huevos eran pequeñitos, pero apretados, y golpeteaban mi ano adolorido, haciéndome temblar de gozo,… mmm,… y finalmente, el pensar en que estaba siendo yo penetrada por una travesti de esquina, me hacía sentir lo suficientemente degradada como para venirme más de una vez. 

- …¡Dí que soy una “diosa”!!!,… ¡ahhhh!!,…¡Ahhhh!! -, dijo “Debbie”, jadeante. 
-…¡¡¡SIIIÍ: ERES UNA DIOSA, ERES TODA UNA DIOSAAAA!!!!!,…¡¡Ahhhh!,…¡Aaaahhh!!!,… ¡dame mas fuerte, dame más fuerte!!!,… 

“Debbie” tardó buen tiempo en descargar su lechada dentro mío, lo cual agradecí: su semen caliente fue poco, pero eso no me importó: yo ya estaba satisfecha. Si mi nueva “amiga” disfrutó de poseer mi cuerpo, nunca me lo comentó: como ella lo dijo, “me había hecho el favor”. Me preguntó más bien si quería yo que me dé por el culo, a lo cual me negué: aún me dolía demasiado,... y la decirme si deseaba yo chupársela, me negué igualmente: mi primer “servicio oral”, quería dárselo a un desconocido: a un hombre. “Debbie” no se ofendió; al igual que yo, ella piensa también que no hay nada mejor que la verga de un macho. Tras dejarme descansar, acordamos vernos de nuevo, a la salida de mi trabajo, para prepararnos para “el desvirgue de mi boca”. Ese martes llegué a la oficina tarde y con resaca, pero como había poco personal, mi jefe “se hizo de la vista gorda”. 

Apenas dieron las 6, salí como tromba hacia mi departamento. Cuando llegó “Debbie”, me explicó su plan: muchos hombres buscan travestis y gays en las esquinas, los suben a sus autos y, por poco dinero, reciben una mamada; su idea era “transformarme” en una de “ellas” –en un chiquillo, para ser más precisos-, y en su esquina, conseguiría lo que buscaba. Accedí de inmediato. El primer paso era cortarme el pelo a corte paje: para mí no había inconveniente, ya que como “Sheyla” usaba peluca, y un cambio de “look” en mi vida diurna, me importaba un pepino: todo con tal de sentir la sensación de un pedazo de carne palpitando dentro de mi boca. “Debbie” era una excelente peluquera, así que en un santiamén mi cabello castaño tuvo el largo requerido. El siguiente paso fue para mí el más doloroso: tuve que prescindir de mi ahora inmenso repertorio de vestimenta de puta. Mi amiga me había traído ropa que ella había usado cuando se inició en su vida esquinera; un apretado jean a la cadera, negros con aplicaciones florales, una camiseta también negra, de lycra, con estampados en rosa, una casaca plastificada rojo intenso y unas zapatillas tipo ballerina rosadas: con esas vestimentas, me iba a ver yo como una “chiquilla”. 

- …Pero, ¿por qué?,… -, le pregunté. 
- Hay hija: por que si no vas vestida como una “nena”, sino como puta, “mis amigas” te muelen a patadas en la esquina,… -, me respondió con naturalidad. 

Igualmente mi ropa interior debía cambiar: un brassiere apretado, para aplanarme un poco los senos, unas bragas rojas, con un hilo dental por atrás, que volvía mi culo en dos inmensos globos, y unas pantyes color carne apretándome las piernas por completo: todo eso hacía que me viese -para mí-, algo culona, a pesar del jean. “Las pantyes son para disimular”- me dijo-, algunos viejos gustan de acariciarte el culo mientras se las chupas: como muchas usan las pantyes para afinar su figura, no pensarán que eres mujer, jiji,…”. Ya vestida así, y maquillada con tonos un tanto “neutros”, finalmente me pude ver ante el espejo: casi lloré al verme transformada en una “niña”, pero accedí a seguir con todo eso, cuando “Debbie” me dijo que así tendría “vergas para chupar hasta cansarme”; y algo me decía que era cierto. 

Medianoche en la esquina de “Debbie”. Ella y otras “chicas” aguardaban pacientemente sus ansiados clientes: dos eran más altas que yo, tenían esa mezcla entre súper-mujeres y putas extravagantes. Mi amiga tenía razón en muchas cosas; había hecho conmigo tan buen trabajo, que las otras travestis no me tomaron casi en importancia: “ella es MI prima: Connie”, les dijo. Así es: había nacido “Connie, la beba putita y mamona”,… y como no estaba a la altura de sus amigas, a ellas no les importó mi presencia. Asimismo, pude ver con espanto cuando, en dos ocasiones, machacaron sin piedad a distraídas putas, que cometieron el error de cruzar por “su esquina”; en esos instantes, desaparecía por completo la femineidad de todas ellas. Hacía un frío glacial y la garúa persistía, pero no me molestaba estar con ellas ahí; fue para mí, casi como una “clase magistral”: 

Verlas, moviéndose sensuales, contoneándose, sabiéndose deseadas y accesibles, era un espectáculo digno de verse; cuando lo deseaban –y nunca en mal momento-, se transformaban en obscenas y desvergonzadas, mostrándose lascivas, en las poses más atrevidas, a los conductores y a peatones sin ningún distingo (obreros, taxistas, ejecutivos, jovencitos,…), encendiendo a los hombres que las deseaban contenidamente, hasta llevarlos a atreverse a llamarlas y ellas a montarse en sus coches alegremente: comencé a memorizar cada guiño de ojos, cada frase insinuante, cada contoneada del culo, en fin, cada uno de sus “trucos”, fascinada y a la vez absorbiendo todo cual esponja, me estremecía de solo pensar en el momento –espera yo, que esa misma noche-, aprovechase para mi placer, todo lo que estaba aprendiendo de “ellas”: no hay nada mejor que una puta desvergonzada (y si es travesti, mejor), para aprender todos los trucos para que los clientes “muerdan el anzuelo”. 

Pasado un buen rato, cuando ya las “chicas” tenían varias escapadas a hoteles o calles oscuras en su haber, llegó finalmente mi turno: un viejo auto -una reliquia de los 60’s-, se detuvo frente a nosotras; el conductor llamó a “Debbie” y conversaron un poco. Yo, haciéndole caso a mi amiga, adopté mi “personaje”: la de una “putita” novata, tímida y medio pudorosa, apoyada contra la pared. Al poco rato, “Debbie” vino a decírmelo: era un hombre mayor, que deseaba una mamada “de la nuevita”. Mi cuerpo vibraba mientras nos acercábamos al auto: iba a mamar por primera vez una verga. Al llegar y ver a mi “cliente”, me estremecí; aparentaba tener más de 60, rostro arrugado y pelo canoso,…¡se parecía a mi padre!,.. y esa sola imagen mental (un imaginario incesto), me estremeció hasta hacerme mojarme. 

- …Me la cuidas mucho, divino… -le dijo entonces “Debbie”-, es mi primita,… - ¿Cómo te llamas? -, me dijo entonces, con una voz pausada y varonil que me excitó muchísimo. 
- …”Connie”,…-, le dije, mostrando un falso pudor. 
- Sube. 

Mis pezones aprisionados se erectaron sin remedio, mientras caminaba despacio hacia la otra portezuela del auto: sentía su mirada de deseo por mí recorriéndome por completo. Finalmente sentada junto a él, partimos en busca de un sitio oscuro. Finalmente se estacionó en una esquina oscura, de un barrio. Me esforzaba por mantener mis labios húmedos: sentía la garganta seca de la emoción. Me sentía confundida: no sabía si lo haría bien, pero deseaba meterme su verga en la boca, y dale la mamada de su vida,… y a la vez no podía dejar de tener en mi mente, el rostro de mi amado papito. No hubo ningún preámbulo: se bajó el cierre y sin más la sacó afuera: era gruesa, muy gruesa y estaba ya dura como piedra, casi incitante. Me tomó de la cabeza y en silencio me obligó a agacharme. Respirando entrecortadamente, descendí, mientras la vez cerraba los ojos y abría mi boca tímidamente; mi corazón me latía a cien por hora. Casi a tientas, toqué finalmente con mis labios la punta de su miembro y sin pensarlo dos veces, me lo metí en la boca.

- Hummmm,…. -, exclamó él. 

Me estremecí al instante, al sentir su miembro caliente en mi boca!,… su sabor, salado, algo agrio, era nuevo para mí, pero completamente delicioso. Como una beba enamorada, suspiré profundamente, empujando mi cabeza más hacia delante, hasta sentir el picor de sus vellos contra mi rostro. El tamaño de su pene era perfecto; entraba por completo en mi boca al principio,… pero conforme seguía yo chupándoselo, sentí por primera vez el gozoso placer de sentir una verga creciendo en mi boca; lenta pero inexorablemente, la verga de “papi” (así es como recuerdo con cariño a ese cliente), iba creciendo en grosor, obligándome a abrir más la boca, mientras también crecía en longitud, haciéndome que le tome de la base con su mano temblorosa, para que no pierda su firmeza. 

Mi cliente jadeaba de contento, mientras me tomaba de los cabellos con firmeza, obligándome a que se la chupe más y más,… mmm,… aquellas sensaciones, el dolor cuando te tiran del pelo, y la de sentir que te ahogan con una tranca, era nueva para mí, pero me encendía como una tea: mientras me presionaba para comérsela casi hasta la garganta, comencé a masturbarme por encima del pantalón, mientras se la mamaba: me sentía húmeda por completo, tragándome su verga con verdadero deleite, sintiéndome al fin una puta por completo. 

- ….¡Mmmm!,… -exclamaba él-,… ¡ricaaaa!,… ¡mmm!!!,… 
- ….¡Mghhmmm!!!,… 

Buscaba yo abrir la boca aún más, sintiendo los músculos de mi mandíbula cómo se iban entumeciendo: me costaba trabajo mamarla en mi primera vez, pero lo estaba disfrutando ampliamente. Mi cliente me tomaba de mi cabello desordenado con fuerza, mientras sentía yo por primera vez, el sabor de su semen incipiente: ácido, algo aceitoso. Conforme seguía mamándosela, él metió su otra mano debajo de mis jeans, por detrás: prendiéndose con fuerza de mis bragas, comenzó a tirar de ellas, acompasando sus tirones con el ritmo en el que yo me metía su polla a la boca: ¡malditooo! –pensé-, ¡me estás frotando la raja con mi prendaaaa!!,… comencé a suspirar, a jadear con más fuerza: mi raja así friccionada descargaba sin parar sus jugos, llevándome a un irremediable orgasmo. Para ese instante ya tenía su verga completamente ensalibaba dentro de mi boca; mi saliva también recorría ya mi barbilla, y ya estaba completamente acostumbrada a respirar por la nariz mientras me la metía y me la sacaba a toda velocidad: me encantaba rodear su cabeza roja con mis labios. Un apretón doloroso de mi cabello, fue el único anuncio: un potente chisguetazo de semen caliente, me pegó con fuerza dentro de la garganta, tan fuerte que por un instante, pensé que me saldría por las narices: su olor penetrante me llenó por dentro, mientras me tragaba su lechada. Ambos nos limpiamos en silencio –yo modosita, la boca y él su verga ahora decreciente-, para luego enfilar de vuelta a la esquina. Bajé radiante del auto, sintiendo cómo el aroma de su semen me envolvía por completo,… y mojada por completo. 

El resto de la noche fue una fiesta en la esquina “Debbie” y sus amigas me regalaron con chatas de ron y cigarros: la pequeña “Connie” ya era una de ellas. No fue la única mamada de la noche para mí; tuve el loco placer de repetir el deleite de meterme una verga en la boca tres veces más: dos taxistas trasnochadores; uno me llevó a un parque oscuro y otro a un callejón. Otro que recuerdo con loco deleite, fue un moreno y musculoso obrero: a él se la mamé en el umbral de una puerta, casi a vista de todas las “chicas”; la sensación de sentirme observada mientras se la chupaba, aunada al ímpetu con que me cogía de la cabeza con fuerza, con sus manos sucias de aceite, clavándome la boca como si fuese mi coño, fue indescriptible. Me pagó con monedas. Lo hubiese besado en ese momento, loca de la alegría, de sentirme con ese gesto, toda una puta barata. 

Pasadas las horas, y ya pensando en retirarnos –los clientes había casi desaparecido-, cuando una camioneta abierta, se detuvo delante de nosotras: eran un grupo de alegres muchachos –ninguno de más de 20-, que estaban de farra; dos iban en la tolva y dos en la cabina. Segura de mí misma, me les acerqué; no hice caso a “Debbie”, quien con un gesto me dijo que no lo hiciera. 

- …Hola amiga,… -, me dijo sonriente el que conducía, que era el más guapo.
- Holaaa,… 
- ¿Quieres venir con nosotros? 
- Mmm, ¿qué quieren? 
- Que nos la chupes a todos,… 

¡Me mojé en un santiamén, al imaginarme cuatro vergas juveniles descargando en mi boca, sus huevos abundantes en semen!; coqueteándoles, meneándome frente a ellos, estaba apunto de subirme a su camioneta, cuando pasó: chillando las llantas contra el pavimento, se estacionaron de golpe dos patrulleros con sus luces iluminándolo todo. ¡Era una redada!!; de la nada aparecieron decenas de rudos policías que con rabia se prendían de cabelleras auténticas y falsas, gritando, pateando y vociferando: “Debbie” y sus amigas se dividían: algunas se agarraron a golpes con los policías, mientras que otras escapaban. Fue instintiva mi reacción: me subí de un golpe a la camioneta la cual arrancó de inmediato. 

Tras un buen rato de huir a toda velocidad, los chicos esos fueron disminuyendo la velocidad. La adrenalina me hacía temblar dolorosamente el cuerpo, mientras los chicos me pasaban una chata de ron y un cigarrillo: reían nerviosamente, mientras subían a todo volumen la música, para que a todos se nos pasase el miedo. Ya repuesta, comenzamos a conversar: en la parte de atrás estábamos yo, André y César. Los que iban en la cabina se llamaban Oscar y Miguel; si algo los hacía destacarse –aparte de ser muy apuestos-, era que todos lucían excelentes musculaturas modeladas en el gimnasio. Nuevamente mi cuerpo se encendió, al sentir las caricias de André y Cesar, que me clavaban la mirada, mientras acariciaban mis piernas. No tardamos casi nada en convenir el precio de mis servicios, y enfilar adonde ellos quisiesen. 

Todo mi cuerpo vibraba de deseo, mientras sus sonrisas francas me llenaban a la vez de confianza y de deseo de entregármeles. Tras un buen rato, llegamos a un bosque alejado, un pulmón de la ciudad creado por el municipio, y el cual era un lugar muy visitado de noche, por las parejas que necesitan intimidad. Tras detenernos en un área cubierta de césped, Oscar, el joven conductor, bajó de la cabina y vino adónde estábamos. Me clavó una mirada dura y perversa. 

- ¡Bájate carajo!,… 
- …¿Perdón?,… -, le dije yo, fingiendo mi voz, para hacerla oírse “travesti”. 
- ¡Bájate mierda!!! 

En un instante las miradas de los cuatro dejaron de ser amigables, para tornase terroríficas para mí: algo dentro mío me dijo “¡lárgate de ahí!” y no lo pensé dos veces; y traté de escapar, pero fue inútil, ¡saltaron sobre mí y me asieron de ambos brazos: estaba perdida!!! Con su superior fortaleza física, me tomaron en vilo y me aventaron con fuerza, contra la zona de carga de la camioneta. Con las piernas abiertas, mi culo quedaba a su merced, siendo yo incapaz de impedirlo: estaba aterrada, y solté a llorar y gritar con fuerza. 

- ¡Cállate marica!!! -, me gritó con fuerza Oscar, soltándome un terrible bofetón, haciéndome callar.

Entonces algo raro pasó: la bofetada casi me desencajó la mandíbula,… pero sentí placer,… ¡SIII, SENTÍ PLACER!!!; mi rajita se inundó de golpe, tras ese acto de brutal violencia, y me sentí extrañamente serena,… y excitada. 

- …¿Te vas a quedar callada, golfa?!!!! -, me soltó Oscar con dureza. Yo asentí con la cabeza,… terriblemente mojada. 
- ….¡Ahora: a romperle el culo, JAJAJAJA!!!! -, gritó André jubiloso, secundado por los demás. 
- ….¡NOOOO, POR EL CULO NOOOO!!!! -, grité azorada. 

Por dos motivos dije eso: uno, por que mi ano aún me abrasaba desde mi primera vez, ¡y por que sería descubierta!!!; Traté de zafarme, pero no pude: a la fuerza, y sin desabotonarlo, me bajaron a medias el jean; mis bragas y pantyes fueron hechas jirones en un instante, mientras yo trataba de impedir que me desnudaran por completo, pero todo era inútil. Un silencio se hizo de golpe, cuando Miguel me metió la mano, encontrándose con mi concha mojada. 

- … ¡Es una mujer!!!,…-, exclamó. 

Yo solté a llorar en ese instante: me sentía descubierta; si bien “Connie la nena travesti” había desaparecido de golpe (pero no “Sheyla, la puta”), una sensación de desamparo me recorrió toda: como si Vivianita, la secre de Recursos Humanos, hubiese despertado de golpe, con los pantalones abajo, y viéndose rodeada por esos infames jóvenes delincuentes, dispuestos a hacer con ella lo que quisieran,... era extraño, muy extraño,... 

Todo se sucedió después con demasiada rapidez: de la sorpresa inicial, los chicos esos pasaron a una completa y sádica algarabía: me iban a violar igual de todos modos. Con una fuerza animal, me arrancaron mis jeans rompiéndolos a medias, junto con los restos de mis bragas y mis pantyes. Gemía yo desconsolada mientras ellos se reían de mí: mi conchita completamente mojada le era a al vez deseada y motivo de sus burlas: 

- …¡Miren!,… -dijo uno de ellos jubilosos-, ¡no le hemos hecho nada y mira cómo está de caliente!!,… 

Sí: era cierto. Temblaba como una hoja, casi me orinaba del miedo, pero estaba tremendamente excitada. Lloraba desconsolada, pero a la vez moría de ganas de gritarles muy fuerte: “….¡SIIII; TÍRENME CARAJO, JÓDANMEEE, CLAVÉNME HASTA MATARMEEEE!!!”. De la cintura para abajo yo ya estaba desnuda, con mi culo totalmente accesible para ellos, con mi cabeza y tórax aprisionado contra la tolva de la camioneta, firmemente sujetada de los cabellos por César. El más excitado era el tal Oscar y no tardó casi nada en cogerme de las caderas y ensartarme su verga hasta el fondo. 

- ¡AUHHHHG!!!!,… ¡OHHHH!!!!,… - ¡Asiiiii!!!!,… -, exclamó con loca satisfacción mientras comenzaba a bombearme-, ¿te gusta la verga, verdad perra?!!!,… 

¡SIII, me encanta me alocaaa!!!!; su nervoso y duro miembro comenzó a sacarme toda clase de deliciosos sonidos desde mis entrañas; toda yo convulsionaba mientras no cesaba en enterrármela por completo. Los demás reían, mientras miraban cómo su amigo se montaba salvajemente a esta puta que soy yo. Oscar era el más violento de todos; mientras descargaba toda su gruesa virilidad contra mí, no paraba de apretarme las nalgas hasta hacerme doler, alternando sendos cachetadones contra mi culo tembloroso,… su actitud salvaje me estaba enloqueciendo: el dolor y placer juntos, me estaban llevando a las más grandes cimas de un loco delirio de placer. En un instante, volteé a verlo, jadeando yo furiosamente, casi viéndolo con mis ojos, con una mirada de amor y ternura. 

- …¿Qué me miras, perra?!!! -, me espetó crudamente. 

Una nueva bofetada suya me inundó la mente de loco y enfermo placer; había yo perdido ya el control de todo,… estuve a punto de rogarle con dulzura “pégame”, pero no me dio tiempo: 

- …¡Muévete más!,… - me ordenó-,… ¡y chúpasela a ese!,… 

Volteé la vista: se refería a César, que de cuclillas, me sostenía de ambos brazos. En realidad ya no tenía que hacerlo; yo ya estaba convertida en su perrita sumisa, y me dejaría hacer lo que quisieran. Sacándose la verga, apoyó sus rodillas sobre mis muñecas y tirándome de los cabellos me obligó a chupársela. El sabor de su verga, y su olor penetrante a licor, me embriagaba de placer, ¡Diossss: me estaban sacudiendo por dentro,… casi podía sentir todo mi cuerpo crujir con sus embestidaaaasss!!!; sin importarles que yo me estaba corriendo casi sin pausa, siguieron machacándome a su regalado gusto hasta inundarme la boca y la concha abundantemente de semen. Cuando César sacó su pieza chorreante de mi boca –Oscar había terminado antes-, me incorporé por un instante, jadeante: estaba yo como mareada, respirando con dificultad, y soltando borbotones de su lechada. Apenas me giré perdí el aire de pronto. Un puño seco se estrelló contra mi estómago; André y Miguel venían por mí. El golpe me obligó a caer de cuatro manos al suelo, mientras los chicos me arrancaban la poca ropa que yo ya llevaba encima. Desnuda, jadeante, con la cabeza hecha un lío al ver que el dolor también me ocasionaba un placer indescriptible, y me dejé sin más, el seguir siendo vejada. 

La verga de André entró mansamente en mi boca: la recibí gustosa, mientras cerraba los ojos, chupándola y lamiéndosela con loco deleite. Mi garganta soltaba sin cesar todo tipo de gorjeos y sonidos guturales, mientras mi raja se mojaba una vez más. Apenas me pude percatar de lo que ocurría detrás mío, y fue ya demasiado tarde: mi culo adolorido fue abierto de golpe por dos manos, ¡Miguel quería metérmela por le culo!!!; quise protestar, llorar, impedirlo, pero ya la cabeza colorada de su verga comenzó a dilatarme dolorosamente: 

- ¡NOOO!!!!!,… ¡AYYYY!!!!,… 
- …¡CALLA PUTA Y SIGUE CHUPANDO!!!,….. -, me gritó André, tratando de que me metiera su pene de nuevo en la boca. 

¡Malditoooos: me estaban desgarrando el ano de nuevoooo!!!!; no puedo negar que las potentes embestidas del muchacho descargaban oleadas de loco placer por todo mi cuerpo, pero el dolor me embotaba la cabeza: no paraba yo de llorar, mientras el otro chico me jaloneaba del cabello hasta casi arrancármelo, ordenándome que le lamiera las bolas,…. pero había otro motivo por el cual yo no paraba de llorar y lo sabía muy bien: mis lágrimas y lamentos los ponían más encendidos, más violentos, descargando con más furia sus embistes contra mí,… y casi enloqueciéndome de gozo. Miguel no duró mucho machacando mi culo: su descarga me hizo gritar como una loca. Caí rendida al suelo, en medio de las carcajadas del grupo: su amigo descargó su lechada en mi rostro, mientras Oscar les decía a gritos para irse de ahí. Yo convulsionaba de placer en el suelo, echa un ovillo, hasta que una oleada de calor cayó sobre mis mejillas: el maldito de André reía, mientras se orinaba en mi cara. No sé por qué, pero el olor de su orina, a alcohol, la recuerdo vívidamente aún hoy en día, y me provoca una sensación de paz y tranquilidad. 

Buen rato después que se fueron, me vestí con lo poco que quedaba de mis ropas; deambulé por buen rato, por la ciudad aún dormida. Como no tenía un centavo –se llevaron mi dinero-, me imaginaba que llegaría a casa dentro de un buen tiempo, pero no fue así: un amistoso taxista me vió y me ofreció llevarme sin cobrarme nada; él me había reconocido, pero yo no a él. Se llamaba Gilberto: era el mismo robusto moreno, de manos cuadradas y enormes,… con la misma lasciva sonrisa, y que aparecía en mis sueños desde hacía un tiempo; ¡él era el mismísimo taxista que me violó aquella noche, meses atrás, confundiéndome con una puta!!, y que así sin querer, me había metido en el mundo de prostitución,… para mi goce y deleite. Para él, yo solamente era otra puta,… pero al parecer, una muy deseable. “…Tienes que tener cuidado,…” –me dijo mientras conducía-, “las calles se han vuelto muy bravas: has tenido suerte,…”. Lo pensé por un instante; en parte tenía razón, pero ni loca yo ya dejaría este extraño y sórdido mundo en el cual gozaba como nunca en mi vida. Le mentí (o tal vez no,..); le dije que si no salía a las calles, no podría vivir. Con una amplia sonrisa, me dijo que si llegábamos a un acuerdo, él me podría ayudar; sus palabras me animaron en un instante. Para mí, significaban que “Sheyla, la puta”, volvería a salir por las noches, en busca de hombres,… 

(CONTINUARÁ,…)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...