27 jun 2011

Pamela, mi novia, la actriz (4)



Un relato de: Krakkenhere.

El verano era insoportable; hacía un calor como para achicharrarle las ideas a uno. Después de que Pamela, mi novia, trató de pegarla como reina de belleza, se me había hecho humo; ¡justo cuando yo me estaba acostumbrando a sacarle el jugo a sus recién estrenadas “chichis” de silicona (valgan verdades, se sienten como las naturales), jugueteando con mi pene en medio de ellas. Una escueta llamada telefónica de su parte, fue lo único que recibí:

- …Me voy a la playa por dos semanas –dijo alegremente-, cuídate amorcito, ya vuelvo,…

Pasado ya ese tiempo, y sin tener yo razón de Pame, me hallaba yo totalmente intrigado y aburrido; como todos en la ciudad, mis amigos y conocidos habían pasado delante de mí diciéndome lo mismo:

- Chau, nos vemos en la playa,…

La ciudad no solamente era asfixiante, ¡se había vuelto una reverenda oda al aburrimiento!: ni conciertos, ni películas de estreno,… discotecas vacías, bares medio desiertos, en fin, todo el movimiento se había trasladado al circuito de playas. Así me hallaba yo cruzado de brazos sin saber qué hacer. Si no iba a la playa como los demás, era por que me había caído la horrenda maldición del verano, ¡me había quedado sin plata!, así que no me quedaba de otra: tenía que hacer de tripas corazón y tirarme panza arriba en la cama, “mirando las musarañas” y aguardar pacientemente el fin del mes y mi paga.

- …Mmmm, ¿cómo es posible que se fuese a la playa sin decirme para ir?...-, pregunté en voz alta, intrigado, preguntándome si Pame se había “tomado unas vacaciones” de su extraña e insana forma de “practicar actuación”, para intentar –hasta ahora, en vano-, ser una actriz famosa.
- …Seguramente tenía una misión secreta qué hacer,… -, me respondió desde mi cintura, Brenda.

Así es; la pequeña Brendita, la joven mujer policía (la misma del episodio 2); al menos ella se había quedado en la ciudad, y me ayudaba a matar el tiempo en esas tardes calurosas; ¡seguía pensando que Pame trabajaba en Inteligencia policial!. Es lo bueno de los policías y militares: cuando se creen el cuento de su “infalible” sistema castrense, no hacen ninguna pregunta. Levanté la cabeza y acaricié con ternura su cabeza, revolviéndole su cabellera ondulada, a la vez que hacía caer sobre la cama su gorra de reglamento. Ella me miraba tiernamente, mientras lamía y chupaba sonriente mi verga erecta, degustándola como un delicioso dulce: el calor nos tenía a los dos sudando a mares y el zumbido del consolador eléctrico que tenía ensartado en el culo casi nos adormecía, como canción de cuna.

- …¿Me la vas a meter por atrás? –me dijo, mientras se sacaba entre gemidos el aparado de dentro suyo-,… mmm,… tengo ganas de que me llenes de leche mi culito,…

Desde chiquito me han enseñado que a una dama no se le hace esperar, así que me apresté a complacerla, mientras Brendita me daba las espaldas, alzando el culo frente a mis narices cual gata, sonriendo golosamente, y ofreciéndome su ano entreabierto. Definitivamente, sin la compañía de Brendita, esas semanas habrían sido insoportables:

- Ábrase de nalgas, Cabo,... -, le ordené.
- …¡Mmmm!!!,… sin dudas ni murmuraciones, Señor,…

Ya de noche, cuando Brenda se fué, recibí un mensaje de texto en mi celular: era de Pamela. “MAÑANA TE ESPERO EN LA PLAZA A LAS 3, AMORCITO”. Casi tiro con fastidio el celular al piso, ¡cómo se le ocurría citarme en domingo, qué lata!!

Domingo en la tarde. Una tarde calurosa, obviamente. Sentado en una banca de la plaza; no podía sentirme más idiota. ¿Saben quiénes están en la plaza en esas horas?: empleadas del hogar con sus novios, paseando perros o cuidando críos. Cadetitos de la Escuela Militar, abuelitos alimentando las palomas, conscriptos de Servicio Militar en asueto, provincianos recién llegados, gringos mirando todo con cara de babosos y hippyes “pasadazos” que te ofrecen marihuana con insistencia y pésimo disimulo (por que te han confundido con un gringo). Todo eso sazonado con artistas y vendedores ambulantes y uno que otro evangelista (más “pasado” que los marihuaneros), tratando de “iluminarte en el camino de la salvación”, desde su púlpito improvisado. Eran las 3.30 de la tarde, Pamela no aparecía y yo ya estaba a un punto de salir disparado de ahí, cogiéndome la cabeza con ambas manos de la desesperación.

- …¿Está esperando a su novia, joven?,...

Ni siquiera levanté la cabeza: por el tono cantarín de su voz, reconocí de inmediato que la chica que se había sentado a mi lado en la banca provenía sin duda de la selva: ¡mierda, lo que me faltaba; una empleada queriendo conquistarme!!!

- …Pero si “usté” no tiene novia, joven,… podemos pasarla bien rico,… -disparó de frente, riéndose y usando el tono lascivo típico de las fogosas chicas amazónicas en esos casos-,… la “doña” no está en casa,… mmm,… y “mi palomita” no tiene dueño, ¡jijijiji!!!,…
- …Mira pequeña,…-le interrumpí-, no te lo tomes a mal; pero, es que,… no eres mi,…

En ese momento levanté la vista a verle: estaba vestida con uniforme negro, de falda larga, cuello blanco y zapatillas baratas, también blancas. Era muy simpática, de formas generosas y apetecibles, y bien notorias bajo su uniforme. Su piel tenía un tono azúcar moreno que realmente era delicioso. Su rostro vivaz se iluminaba por su par de bellos ojos color caramelo, enmarcados por su larga melena negra azabache. La empleadita me miraba con una sonrisa cómplice, como si me conociese y esperase que le reconociera. Por un instante, comencé a verle el rostro, tratando de recordar si le conocía.

- … Hola amorcito,… -, me dijo de pronto, y sin ningún dejo en su voz.

¡Pamela lo había hecho de nuevo!; y esta vez estuvo a punto de engañarme por completo. Ya repuesto yo de la impresión inicial, comenzamos los dos a pasear por las calles del centro de la ciudad, tomados del brazo. Mi enamorada estaba complacida de su magistral “actuación”.

- … Así que ahora estás de empleada,… -, le dije después de un rato.
- Así es. Me gustó esa película con la Jennifer López–me respondió Pame-, y a decir verdad, siempre me interesó saber cómo era la vida de las sirvientas de mis papis,…
- …¿Y no bastaba con preguntarles?,…
- No; sobre todo ahora que están de moda las películas con el argumento ese de “la moderna cenicienta”,…
- Mmmm,…. oye, ¿y cómo le hiciste con esto?-, le pregunté, mientras pasaba mi dedo por encima de su brazo, refiriéndome a su cambio de tono de piel.
- …!Ahhhh!, fácil: aproveché que estaba en la playa –me dijo-, estaba tirada como lagarto en la arena cuando una amiga me dijo: “¡deja de broncearte tanto: ya pareces negra!,…ya tenía yo la idea de hacer de empleada; un amigo actor de teatro me recomendó un maquillaje corporal,… pero de pensar en maquillarme de pies a cabeza todos los días, me dio flojera. Esto resultaba más práctico,… con el cabello solo hizo falta una teñida y el acento de selvática es sencillo: soy buena fingiendo la voz,…

Mientras Pame me contaba lo que estaba haciendo, se me vinieron varias cosas a la cabeza: ¡diablos, ojalá que ninguno de mis amigos me vea con ella como estábamos en ese rato, con ella colgada de mi brazo por la calle!,… no lo tomen a mal: no soy racista ni mucho menos clasista,… solo que, si me viesen, pues mi prestigio de conquistador se vendría por los suelos: ¡ustedes saben lo despectivas que son las mujeres con las de su propio género!, no contentas con decir cosas como “…¡aggh y es una empleaducha!...”, después se la agarran contigo y te hacen una “famita” que para qué les cuento; a pesar de Pame era mi novia, ella era tan liberal que siempre tenía yo la opción –consentida claro está-, de poder procurarme algún polvo por ahí, de vez en cuando. Al mismo tiempo de mis temores con respecto a la opinión de los demás, me asaltaban a la mente otras ideas, más bien morbosas: decenas de amigos míos habían tenido “su primera vez” con sus respectivas sirvientas (consentido o no). En casa de mis padres nunca tuvimos empleada del hogar,… y al no haber tenido yo esa experiencia pues me encendía la idea de poder jugar con Pame a realizarla: además, disfrazada como estaba, era una empleada realmente excitante,…

Según me contó mi enamorada, una vez logrado su cambio de personalidad, fué a una agencia de empleos: no tardó en conseguir una casa dónde “trabajar”. Era una familia de tres: padre (un importante ejecutivo minero), madre (una señorona sin nada qué hacer), una hija (la típica chiquilla petulante). La casona en que vivían era inmensa y ubicada en muy exclusivo barrio; sólo le daban libre el domingo así que, Pame, insaciable como solo ella, quería que le visite en la casa, entre semana y cuando la familia estuviese ausente. Su labor de limpieza y cocina era agotadora, al igual que tener que aguantar los caprichos de la familia a la que atendía. Es entonces que Pame me insistió en ir con ella a un cine cercano, a proseguir con su embuste: era un cine de mala muerte, donde las sirvientas de franco acostumbran ir a ver películas acompañadas por sus novios.

Mientras hacíamos cola para entrar, un rápido vistazo me hizo darme cuenta de que todos nos miraban: las otras sirvientas, que me miraban con mirada de lascivia contenida: sus novios me clavaban la mirada, sin disimular las ganas de matarme, debido a que sus novias me veían: ¡fue la única vez en mi vida que me sentí todo un “cuerazo”!, quién lo hubiera dicho, pero en fin,… Ya sentados en nuestras butacas, continuamos nuestra conversación, ahora a susurros, mientras apenas le prestábamos importancia a una horrenda peli hindú:

- …Al parecer en este asunto no me necesitas para nada -, le dije entonces.
- No creas: ya te conseguí algo qué hacer – me respondió-, la señora de la casa necesita un jardinero y le dije que mi novio lo era,…
- ¿Jardinero yo? –le dije-, ¡pero si a mí se me morían los “Tamagochis” a los tres minutos!,…
- …¿Qué tan difícil puede ser?!,…- me replicó-, regar, podar y nada más,…
- ¿Pero de qué te sirve que yo esté ahí?,…
- Me sentiría más cómoda si estás cerca para cuidarme,… el viejo es pesadísimo- me contó, refiriéndose al dueño de la casa, el ejecutivo-, cuando está en casa, no pasa un segundo sin que se me acerque por atrás y ¡zas!, me meta su dedazo en el culo,…
- …¿Eh?,.. ¿y cómo así?,…

Pame me miró en la oscuridad, sonriendo de oreja a oreja, mientras se desabotonaba por completo su uniforme, abriéndolo por delante, y mostrándome su escultural cuerpo desnudo, mientras me decía:

- …Es que el Señor de la casa se dio cuenta que,… como toda chica de la selva, soy bieeen ardiente,… y no uso ropa interior,… -, me dijo con ese delicioso acento de fogosa amazónica, mientras se abría de piernas en su butaca.

¡Esa era otra razón por la que me quería cerca!, claro, como no la dejaban salir más que los fines de semana, mi novia estaba que ardía. Sin importarle que estábamos en un cine, Pame me tomó de los cabellos con fuerza, para enterrarme la cabeza entre sus piernas, ansisosa de que me coma su coño; mmmm,… ¡cuánto me encantaba bañarme en los jugos de mi novia!; con la oscuridad como cómplice, mi novia soltaba sin pudor sus contendido gemidos mientras yo devoraba su vagina insaciable. Tras un buen rato de disfrutar de mi lengua, Pame me hizo sacar mi rostro de su entrepierna, para luego montarse encima mío, cabalgándome a horcajadas, hundiéndose mi pieza en sus entrañas: mientras gozábamos de tan belicosa cogida, me dí cuenta de inmediato que nadie nos iba a interrumpir: por todas partes de la platea, otros tipos disfrutaban del sexo oral que les brindaban sus parejas, animadas por nuestra actitud desinhibida, ¡el cine era un concierto de gemidos apagados!. Después de que llené a mi novia con mi leche, fui al baño del cine; al salir de él, una ya madura y exuberante sirvienta pasó enfrente mío, mirándome sonriente: un movimiento rápido de su mano me dejó paralizado:

- ….¡Mmmm: qué buena verga tienes, papito; que tu novia la disfrute,… por mientras,…- , me dijo mientras me pellizcaba picaronamente el bulto, para luego desaparecer rápidamente. Tal vez no era tan mala idea que tuviese de novia “de mentiritas”, a una empleada del hogar.

Las siguientes semanas adopté mi nueva rutina: en pocos días de hacerla de jardinero (“Mario”, el jardinero), al poco tiempo, yo ya estaba lo suficientemente bronceado como para que pareciese otra persona: la “doña” de “Ramira” (que era el nombre que adoptó Pamelita y que al escucharlo casi me cago encima de la risa), desde el primer instante me clavó la mirada en el bulto; era una rubia blancota y elegante mujer de unos 43 años y que, a punta de gimnasio, cirugías y otras perlas, mantenía una pinta juvenil y un cuerpazo muy apetecible: su nombre no podía ser más apropiado: Conchita. Aquel mujerón no me dejaba un instante de respiro; haciéndose la vista gorda de que sus rosas se morían apenas les ponía la mano encima, me tenía todo el día cargando muebles y cuadros por todo el caserón, disfrutando como loca poniéndome sus tetazas en la cara, cuando le sostenía la escalera para que cuelgue algún cuadrito que recién había comprado; ¡habré trabajado duro aquel verano!,… y para colmo mi insaciable novia no me dejaba irme al caer la noche: me tenía que quedar en la calle esperando que la señora Conchita saliese a sus reuniones de tías para, ya solos, juguetear a “métemela pero en silencio que nos van a pescar”: terminaba yo hecho polvo, pero no puedo negar que ese jueguito de polvos intensos y fugaces (en la cocina, contra el refri, bajo las escaleras, entre los arbustos cerca de la piscina), tenían su encanto: el de la emoción de ser descubiertos. Mi favorito era al que le decíamos “entra por la ventana y viólate a la empleada”,… mmm, se me hace agua la boca recordarlos.

Tanto ajetreo también tuvo otros beneficios: de tanto meter pala al inmenso jardín, mis músculos tomaron mejor forma que si hubiese ido al gym,… aunque eso no parecía interesarle a la otra mujer de la mansión: la hija de la señora Conchita. Se llamaba Bridget y era una escultural jovencita de unos 20 años: alta, de carnes generosas (tetas grandes y golozas, carnosas y bien formadas y un precioso culo grande y paradito), rubia y blanquísima, se me hacía una idea de cómo fué la madre de joven,… lo malo es que mi (en ese momento) torso musculoso, bronceado al sol y sudado (la mamá prefería verme con el torso desnudo trabajando), a la beba de la casa parecía no llamarle la atención: todas las tardes partía a divertirse a bordo de carísimos autos, junto con sus imberbes y platudos noviecitos: eso no me molestaba, lo que me indignaba era que, cada vez que pasaba por mi lado, su preciosa boquita roja se contraía en una mueca para luego soltar un “…¡aggg!” realmente desagradable. “¡Ya verá esa mocosa creída!”, pensaba yo.

Una noche, en el diminuto dormitorio de “Ramira”, (en el área de servicio de la mansión), tirado yo en su cama, rendido, y acariciando su culito abierto y rezumando mi leche fresca, acabadita de soltar en su agujerito, recibí de Pamelita, mi novia, una insólita y excitante propuesta. El asunto era el siguiente: durante sus escasas salidas del mes anterior “Ramira” (o sea, Pame), había hecho migas con algunas de las sirvientas que trabajaban en el barrio exclusivo donde quedaba la casa; entre ellas, estaba Francisquita, una delicada y tímida chiquilla, recién llegada de la selva (de dónde se “suponía” que era Ramira). La pequeña Francisquita estaba enamoradísima del hijo de sus patrones (un mocoso creído, que sólo se fijaba en chiquillas aventajadas), la pequeña sirvienta era aún virgen, y estaba deseaba aprender los secretos del sexo, para así tratar de conquistar al mocoso. En pocas palabras, Pame quería que yo iniciase en el sexo a la chiquilla.

- …Le dije que mi novio no se hacía problemas en enseñarle cómo comportarse con un hombre,…- me dijo mi novia, sonriente, usando ese dejito de mujer de la selva.
- …¿Y cómo la convenciste?,…
- ¡Ayyy, papito!,… -exclamó divertida-, ¿no sabes que en la selva, todas las mujeres se inician así?, ¡es lo más normal del mundo!!!,…

Decidí ya no insistir más: de todas maneras, ya sabía yo que Pamelita, como siempre, ya se había encargado de todo, y que yo terminaría piándola de lo mejor, con una linda niña. La noche siguiente Pame me hizo entrar de nuevo por la ventana, como un delincuente; a susurros (la doña y su hija estaban en casa y el papá, como siempre, estaba de viaje) me pidió que me desnude por completo y que espere, acostado en la cama. Ya preparado y con el miembro erecto y listo para la acción, Pamelita apagó las luces y salió del cuarto, caminando de puntitas. No tardó casi nada y, cuando se abrió la puerta, pude yo ver en la penumbra, la silueta de Pame (vestida con su uniforme), trayendo de los hombros, frente a ella, a una delicada y diminuta figura de una chica: era Francisquita: era una beba pequeñita, de formas muy suaves e incipientes; por un instante pensé que era menor de edad, hasta que recordé que las chicas de la selva primero tiene el cuerpo de niñas, y en un abrir y cerrar de ojos sacan un cuerpazo digno de los montes salvajes de donde proceden. Al verla con detenimiento, era una chiquilla preciosa; piel suave canela, ojos grandes y negros como la noche y una larguísima cabellera azabache, que se perdía en su culito redondo y apretado.

La escena no podía ser más excitante: Pame, en silencio, comenzó a desabotonar el uniforme de la jovencita; cada botón que se abría me dejaba ver su piel desnuda y virginal, encendiéndome más y más. La pequeña me miraba embelesada, algo temerosa, pero completamente atenta a cada centímetro de mi cuerpo desnudo. La pequeña Francisquita, ya completamente desnuda, era un caramelo delicioso para ser degustado: apenas Pame la desnudó -dejando caer su uniforme al suelo-, Francisquita trató de cubrirse sus jóvenes y excitantes carnes; era delgadita, pero de anchas caderas, con unos senos redonditos, de pezones oscuros y bien paraditos. Su entrepierna estaba deliciosamente adornada por una frondosa mata de vello púbico, cual una hermosa almohada, salvaje como las tierras de donde ella procedía. Me excitó locamente verla pudorosa, tratando de taparse el sexo y sus tetitas con ambas manos, bajando la vista, sonrojándose y luego sonriendo, mientras le echaba un vistazo a mi verga, totalmente erecta apuntándole lista para penetrarla.

Pamelita también estaba encendida a mil, mientras la empujaba hacia la cama, anhelando ver ya que desvirgue a la muchachita:

- Ve con él,… -le dijo mientras la empujaba con insistencia-, no le tengas miedo: yo estaré acá, mirando,...

Francisquita caminaba hacia mí, como contando los pasos; yo mientras tanto le esperaba ansioso, acostado en la cama, tendiéndole la mano, animándola a proseguir. La chiquilla me miraba fijamente, con ojos brillantes, y ya mucho más serena, hasta sonriente: su incipiente líbido comenzaba a hacerse presente, al ver que el momento de la verdad se aproximaba. Apenas la tomé de su manito, no me costó casi nada atraerla hacia mí, haciéndola acostarse suavemente sobre mi pecho. Mi pinga creció aún más al sentir su piel suave y tersa en contacto con la mí, mientras ella acariciaba mi pecho con curiosidad, mientras que sus pechitos, en contacto conmigo, temblaban.

- …Joven Mario,…-me dijo de pronto, viéndome fijamente con sus ojos inmensos, negros como la noche-, sea cariñoso conmigo, por favor,…

Sin decirle nada simplemente sonreí, para luego besarla delicadamente en la boca; a partir de ese momento la mocosita se deshizo cual mantequilla sobre mi persona: obviamente, era el primer beso de su vida. Mientras Francisquita cerraba sus ojitos, me abrazaba con fuerza del cuello y no dejaba de besarme en la boca, comencé lentamente a recorrer su cuerpito con mis manos: si piel morena era suavecísima, ¡hasta por un instante pensé que llevaba puestas panties, a acariciar sus piernecitas. Un estremecimiento le recorrió con fuerza su cuerpo, junto a un suspirito ahogado, cuando posé mi mano sobre su rajita aún virginal, en ese momento la joven empleadita me apretó el cuello con sus brazos, aún con los ojos cerrados, y comenzó a jadear agitadamente, mientras el resto de su cuerpo se movía sin control, en ondulantes contorsiones de placer.

- ….¡Ahhh!,…¡ahhh!,….¡AAAAHHHHH!,…-soltaba en rápida sucesión, respirándome en el oído-, … ¡que riiiicooooo!!!, ¡ayyyy, joven Mario!,….¡ahhhh!,…

Esa frasecita (“joven Mario”), dicha con su vocesita, ahora tintineante y gozosa, me estaba sacando de mis casillas: tenía que hacerlo despacio, pero ya quería yo hundírsela hasta hacerla sentir que la partiría en dos,… Mientras tanto, Pame estaba de pie junto a la puerta: se había subido la falda y, abierta de piernas, nos miraba fijamente abriéndose los labios de su concha ya húmeda, disfrutando del espectáculo. Para ese instante, mi boca ya se había apoderado de uno de los pezones de la pequeña, chupándolo yo casi con desespero, sintiendo su corazoncito latiendo sin control, mientras Francisquita gemía sin parar, con los ojos cerrados, acostada boca arriba. Mi mano en su conchita ya goteaba sus incipientes jugos, mientras poco a poco yo la acostumbraba a abrirse de piernas.

Ya sin poder contenerme, hundí mi cabeza entre sus piernas, humedeciéndole aún más su rajita; Francisquita soltó una risita nerviosa, para casi al instante dejarse caer como muñeco de trapo, al sentir por primera vez el latigazo de gozo que soltó por todo su cuerpo su clítoris acariciado por mi lengua. Pamelita gozaba viendo cada segundo transcurrir antes del desvirgue, apretando entre sus dedos su clítoris hinchado. Finalmente tomé las piernecitas de la chiquilla, alzándolas para tener acceso total a su diminuta rajita: Francisquita volteó la cara a un lado, cerrando los ojos: mi pieza comenzó a abrirse paso hacia dentro de sus entrañas, haciéndola jadear, hasta que soltó un grito corto y algo contenido, al sentir su himen roto.

¡Qué placer sentir mi pieza siendo recibida por su vagina estrecha, como si se la fuese a devorar para nunca más salir!!!,…. Apenas mi verga golpeó el fondo de sus entrañas, mientras mi enamorada casi se metía el puño en la raja con desesperación, yo incrementaba mis embestidas, penetrando cada vez más rápido y más fuerte a Francisquita, quien no paraba de gemir, casi ahorcándome, aprisionando mi cuello con sus bracitos. Mi pinga entraba y salía de ella ahora con facilidad, completamente roja de sangre y mojada con sus jugos que, ahora se tornaban abundantes segundo a segundo.

- … ¡Mas, más!!!, …¡Ahhhhh, Máaaaaassssss…….! –, exclamaba ahora la chiquilla, mientras sus piernas iban de adelante a atrás, sin control.

Haciendo pausas, comencé a instruir a la chiquilla; primero colocándola en la pose del perrito, haciéndola gritar de gozo; luego, cargándola mientras la penetraba de rodillas; en aquella pose la pequeña se me prendió con los dientes del cuello, temerosa de pegar un grito que se oyese en toda la casa,... y así fuimos repasando deliciosamente todas las poses existentes, tratando yo de contenerme en no venirme dentro de ella, mientras que Pamelita, viéndonos, ya se había venido más de una vez, y aún así no paraba de masturbarse. Cuando levanté a la liviana chiquilla y la ensarté lentamente en mi verga, para que aprendiese a montarla, vino mi perdición: para ese momento, Francisquita ya estaba gozando de tales lecciones y ella más bien me dio una lección de una “cabalgata a pelo, al estilo de la selva”: tomando una velocidad demencial, la chiquilla subía y bajaba, apretando mi pieza con su vagina estrecha, haciéndome gritar de gozo y sin darme respiro, dado que por su juventud, no parecía agotarse de recibir mi verga. Tras machacarme con su culito sin compasión, finalmente exploté, soltándole un abundante chorro de semen que rebalsó sus entrañas. Aquella noche feliz, nos costó mucho trabajo mandar a su casa a Francisquita: habíamos encendido una tea fogosa de la indomable amazonía,… pero no sabíamos cómo apagarla:

- …¡Más joven Mario: máaasss,… mmmm!,… -me decía sin parar, mientras devoraba con su boquita mi verga exhausta, tratando de que se me pare de nuevo.

A la mañana siguiente, mientras yo podaba (o mejor dicho, mataba), algunas plantas en el jardín, Pame me trajo una noticia alarmante: Bridget, la beba de la casa, nos había pillado: había llegado por la puerta de atrás la noche anterior (escondiéndose de su madre, ya que llegaba borracha), y al pasar por el dormitorio de Ramira, nos había pillado desvirgando a Francisquita, quedándose un buen rato en la puerta, mirando paso a paso todo el asunto. La engreída mocosa esa había amenazado a mi novia con contarle todo a su madre, y de paso denunciarnos por violación y todo lo que se le ocurriese,… a menos que “yo fuese esa noche a su alcoba y me portase bien con ella”, como le dijo a Pame.

- …¿Y ahora qué hacemos?,… -, le pregunté a Pame.
- Tendrás que hacerlo, amorcito –me respondió, mientras se cruzaba de brazos, molesta-, pero no te preocupes: yo accedí,… a cambio que sea en mis condiciones. ¿Eres mi novio, no?,… ya le tengo preparado algo a esa aguantada,…

Confiando en mi novia, esperé pacientemente la noche: no existía el riesgo de que la señora Conchita nos descubra (tenía una fiesta y regresaría de madrugada), así que al caer la noche, me quedé en la cocina de la mansión, esperando. Al rato vino Pame que, tras coordinar con la mocosa esa, vino a darme las instrucciones:

- Sube a su cuarto: tercera puerta a la derecha –me dijo, muy seria-, está esperándote. Yo no voy a ir. Cúmplele y regresa,…

Al abrir la puerta, el cuarto estaba a medias iluminado: era el típico dormitorio de una beba engreída. Por todas partes se miraban peluches enormes sobre los muebles y ropa carísima e importada aún en sus bolsas de compras, tirada por aquí y por allá. Pero eso no me importaba: solo tenía yo ojos para verla a ella sobre la cama: Bridget (que así se llamaba la chiquilla), estaba acostada sobre la cama, boca arriba, completamente desnuda, atada de las muñecas a la cama con unas bufandas de seda y los ojos vendados con una mascada fina: esas eran las condiciones propuestas por mi novia. Sus formas eran suculentas: piernas bien torneadas, cintura estrecha, culoncita y de tetas anchas de pezones rosados,… lo que me hacía babearme del gusto era su sexo, de vello fino, casi como peinado, completamente rubio. Apenas entré al dormitorio, ella volteó su cabeza hacia la puerta, respirando agitadamente, seguramente ya excitada.

- …¿Mario?,… -, fué lo único que dijo.

Siguiendo con lo acordado, yo no dije palabra y cerré la puerta. El ruido del pestillo cerrándose la sobresaltó, hizo que comenzara a resoplar agitadamente, haciendo Bridget que sus enormes pechos se elevasen y descendieran, incitándome aún más. La niña rica esa estaba que no aguantaba más, ya que mientras yo me iba desnudando y mi ropa caía al suelo, haciendo ruido, ella se revolvía en la cama, tratando de zafar sus manos atadas, casi ya sin poderse contener, deseando ya de una buena vez que le enterrase mi aparato hasta el fondo de sus entrañas.
Comencé yo a disfrutar ese jueguito: la niña de la casa reía contenida, mientras ella frotaba sus piernas blanquísimas una contra la otra, mientras yo dejaba caer mis zapatos uno tras de otro, haciéndolos caer sonoramente contra el piso de madera encerado, lustroso como un espejo.

Bridget comenzó a respirar agitadamente, desesperándose, mientras yo ya desnudo, comencé lentamente a subir a la cama. Ella trataba desesperada de ver a través de la venda de sus ojos, mientras sus puñitos se ponían blancos de tanto apretarlos, jalando para desatarse. Su boca pintada rojo encendido se me antojó lo primero a penetrar: sin mediar palabra, acerqué mi verga a sus labios; apenas Bridget sintió el sabor de mi pieza, sin esperar ni un segundo, se la tragó por completo: ¡diablos, qué mamona!, pensé en ese instante; ¡casi se la metió en la boca con mis bolas incluidas!,…. Mmmm, la rubiecita adinerada esa era toda una experta: sus labios carnosos se comprimían contra las paredes de mi pieza, cual ventosa húmeda, chupándola con desesperación, con ansias locas, pintándomela de rouge casi por completo. Bridget se desesperaba al no poder usar las manos, y su lengua larga y movediza, lamía mi pene como el más delicioso de los manjares, mientras me arrancaba gemidos de placer, hasta casi no poder contener mi lechada que, ya amenazaba derramarse por toda su garganta.

- …¡Huuuum!,….HUUUMMMM!!!!,…-, era lo único que salía de su garganta golosa.

Mientras ella seguía mamándomela como loca, comencé a juguetear con mis dedos con su rajita sonrosada: estaba completamente húmeda y gimió con más fuerza aún, sin dejar de chupármela, mientras le introducía mis dedos en su cueva mojada. Yo ya no aguantaba más y me puse a horcajadas sobre ella: le abrí las piernas y, forzándola a una “69”, comencé a devorar su coñito enrojecido y perfumado: ¡esa loca aguantada se había echado colonia importada incluso en el coño!. Conforme mi lengua comenzó a acariciar su clítoris, la beba comenzó a gemir con más fuerza, casi haciéndome doler mi pieza que se negaba a sacar de su boca, mientras Bridget trataba infructuosamente de desatarse. Sus muslos blancos y sedosos me aprisionaban la cabeza, como si no quisieran que me fuese de ahí jamás, mientras que su raja insaciable me bañaba el rostro con sus jugos.

Es en ese momento en que, finalmente, me vine dentro de la boca de la consentida de la casa: mi semen salió disparado por su garganta en una cantidad que incluso a mí me sorprendió: apenas saqué mi aparado de su boca, la beba, aún vendados los ojos, abrió su boquita para tomar aire, desfalleciente, mientras mi leche le inundaba la boca, rebalsándose por sus mejillas:

- …¡Ahhhh!,…. ¡AHHHH!!!!,….- gimió mientras respiraba con dificultad-, ¡coj!,… ¡móntame como una yegua mi amor!!!,…¡MÓNTAME COMO UNA YEGUA, YAAA!!!!,….

La insaciable zorrita de alta sociedad esa, estaba completamente fuera de sí: abriéndose de piernas, movía con desesperación sus caderas, de adelante para atrás, pidiéndome así que se la meta cuanto antes. Aún no estaba yo en condiciones de hacerlo, pero muy pronto me dí cuenta de algo: Pamelita le había atado a la cama pero dejando bastante libertad de movimiento, a pesar de las ligaduras. Mientras le comía el coño, disfruté como loco metiéndole mis dedos en su anito apretadito y virgen, así que se me ocurrió optar por una “ayuda visual” para ponerme de nuevo a tono.
Tomándola de las caderas, la volteé con violencia, dejándola ahora dándome las espaladas, mientras Bridget soltaba un grito contenido, mostrándome así de golpe su enorme culo rosadito. La beba jadeaba como loca, mientras que, ya en la nueva posición, separaba sus piernas, alzando el culo, rogándome casi a gritos, que me la coja, con violencia, como si la violase. Su raja húmeda prácticamente palpitaba, como si necesitase una verga dentro, lo antes posible. Acariciando yo ese culo enorme y sedoso, cubierto de un suave vellito dorado, hizo que mi pieza se pusiese dura de nuevo.

- …¡APÚRATE MI AMOR: MÓNTAME,… YA NO AGUANTO MAAAÁS!!!! -, gritaba como una poseída.

Mientras ya colocaba yo mi pieza entre sus labios vaginales, la puerta del dormitorio se abrió de pronto y en silencio: ahí entró Pame, desnuda y calzando su inefable “Killer”(su arnés con pene negro), listo para la acción. Con ademanes, y sobre todo, con una mirada desorbitada, me apartó, mientras Bridget seguía meneando con desespero su culo, pidiendo verga.

- ¡AAAAAAAAAYYYYYYYYYY!!!!!,... -, gritó la niña rica, casi dejándonos sordos, al sentir la enorme pieza rompiéndole con violencia el ano, sin ninguna lubricación.

¡Ahora Bridget trataba con más desesperación aún desatarse, mientras mi novia le clavaba su verga de plástico duro a una velocidad alarmante!,… ahora los gritos de la rubia jovencita eran de dolor, aunados a las risotadas demenciales de Pamela, quien la montaba por el culo salvajemente, sin importarle las lágrimas que recorrían la carita descompuesta de la “señorita de la casa”

-…¡ASÍ TE QUERÍA TENER, SO PUTA!!!!,… –gritaba Pame, fuera de sí, machacándole el ano desgarrado sin piedad-, ¡¿ASÍ QUE NO TE GUSTA COMO COCINO, NO?!!!,…¡¿ASÍ QUE TE JODE CÓMO LAVO TU MIERDA DE ROPA, NO?!!!!,…¡AHORA PUES DÍMELO: TOMA, TOMA, PUTA!!!!,…
- …¡NOOOO!!!!,… ¡TÚ NO, TÚ NOOOO!!!!,… -, le respondía Bridget, inundada en llanto y ya descubriendo quién la enculaba sin piedad-, ¡PERDÓNAMEEEEE!!!,…¡ YA NO, YA NOOOO!!!!!,….
- …¡¿ASÍ QUE QUERÍAS LA VERGA DE MI NOVIO, NOOO?!!!!,… ¡PUES TOMA VERGA, ZORRA MALDITA: TOMA, TOMAAAA!!!!,…

¡Jamás había visto yo a mi novia tan descontrolada! (y eso que es una reverenda depravada),… celosa no estaba, eso lo sé bien, ¡pero imagínense qué le habría hecho la niña creída a “Ramira”(Pame),… y es que mucha gente es una reverenda porquería con sus pobres empleadas. Tras una pequeña pausa en la que Pame me dijo que me siente “y disfrute el panorama”, mi enamorada continuó aporreando sin compasión el culo blanquísimo de la señorita Bridget (que era como debía decirle en esa casa), a pesar de los gritos, me la pasé muy a mi gusto: estaba decepcionado por no cogerme ese coño,… pero si hay algo que nunca dejaré de disfrutar, es ver a mi novia violando a alguna chica; en este caso, me masturbé como loco viendo los redondos pechos morenos de mi Pame friccionándose contra la espalda blanquísima de Bridget, casi dejándole dos marcas encarnadas, de tanto roce contra sus pezones. Asimismo, era deliciosamente excitante ver a “Ramira” (morenita y delgada), ensartándole esa verga falsa de negro por su culo tembloroso a la vejada Bridget (rubia y de carnes jugosas); si vacié por completo mi verga de leche unas, cuatro veces, diría que es poco: Pame se desquitó de la beba de esa manera tan infame, casi unas dos horas; así es, dos horas de salvaje violación anal:

- …¡¡¿QUIÉN ES TU MUJER: DÍMELO PERRA?!!! –, le ordenó Pame, sin dejar de aporrearle el culo.
- …¡¡TÚ ERES MI MUJEEERRR!!!,…¡TÚ ERES MI MUJER Y YO TU PERRAAA!!!!,… - exclamó Bridget, que ya no aguantaba más, con su ano abierto, y derramando dos hilitos de sangre por sus pantorrillas-, …¡PIEDAD, PIEDAAAAAD, BUAHHHH!!!!,…

Tan insano y brutal cogida terminó cuando la rubia mocosa creída se desmayó por completo; terminando la nochecita cuando Pame, tras desatarla y quitarle la venda, se quitó el arnés y, acuclillándose sobre la pobre Bridget, terminó su venganza orinándole, soltándole encima de sus pechos su cálido y abundante chorrito amarillo.

Los siguientes días transcurrieron apacibles en la mansión, y yo, siguiendo con mi papel de jardinero- cama afuera, sin pena ni gloria. Para mi novia, la vida en la casa se volvió mucho mejor, ¡la señora de la casa estaba sorprendida de ver que su hijita, Bridget se había vuelto de pronto muy diligente, ayudando en todas las tareas del hogar!. Pamelita, mientras tanto, ya no me insistía tanto en que la visite por las noches,… y es que tenía ya una perrita complaciente que todas las noches iba a su dormitorio.

- Estoy encantada con tu novia –me dijo un día de sopetón la señora Conchita-, ¡desde que Ramira trabaja acá, mi hijita limpia su cuarto y lava su ropa: y se han vuelto tan buenas amigas!,…
- Si señora -, respondí con una enigmática sonrisa.
- …Lástima que Bridget deba viajar a Miami –dijo seriamente a continuación-, debe ir a ver a su psicoterapeuta americano, ¡no sé que le pasa a mi beba; su terapeuta de acá dice que necesita descanso!,…
- …Es una pena, señora,…
- Bueno –dijo tras suspirar, para luego verme el “aparato”-, estaremos solitos los tres en esta casa por un tiempo; espero que no me aburra,… pero con ustedes dos, sé que me mantendré distraída,…

Al caer la noche (y con Bridget ya camino a Miami), poco a poco los planes de la señora Conchita era más que evidentes: “…no me gusta cenar sola…” –le dijo a Pame-, “ven al salón a cenar conmigo; ah y dile a tu novio que venga también,…”. Tras una opípara cena, la señora insistió en que la acompañásemos a su gigantesco dormitorio, “para charlar, tomando una copita”; la doña reía estruendosamente mientras llenaba sin parar de llenar nuestros vasos con vodka importado. Mientras yo me sentía algo mareado ya a la tercera copa (cosa rara), y la doña no paraba de contarnos sus aburridas anécdotas de alta sociedad, yo miraba sorprendido a Pamelita: ¡había copiado casi completamente la personalidad de Francisquita!,… hablaba tímidamente, toda modosita bebía a sorbitos del inmenso vaso de cristal cortado. Al rato la doña, se paró y tras acariciarme el pelo, se dirigió a su alcoba “a ponerse algo más cómodo”. La cabeza me daba vueltas y el cuerpo me hervía, y yo no sabía la razón,… hasta que, a solas, Pame tomó su vaso y lo vació de un golpe en una escupidera de plata cercana a ella:

-…Nos está dando afrodisíaco en la bebida la muy pendeja,… -, me dijo.

¡Por supuesto, por eso me sentía yo así!,… ¡tras salir de mi estupor, casi suelto la carcajada: ¡la tía esa quería montarse un trío con nosotros!, ¡cuántas veces lo habría hecho y nadie se percató,.. pero esta vez le tocó Pamelita, mi novia, jaja!,… como dicen en la selva, “¡al rey del monte le quieren vender culebras!”.

-…¿Y qué, te la quieres coger? -, me dijo Pamelita, no muy animosa.
- Y bueno, tú te cogiste a la hija,… -, le respondí.
- Cierto. Te lo mereces –replicó-, además, por ahí nos sale un aumento de sueldo,…

¡Cuando volvió la señora Conchita, Pamelita me sorprendió con otra magistral actuación!; casi de golpe, hizo como si ya estuviese afectada por la droga esa: comenzó a reír sin parar y a abrirse de piernas sin ningún pudor, para disfrute de la doña. Yo por mi parte no tenía que actuar; la cabeza me hervía y sólo pensaba en coger, al mismo tiempo que la pieza se me había parado peor que un poste. Sin muchos preámbulos, Pame se acercó a Conchita (que para ese rato ya nos rogaba que le digamos así), y comenzó a abrazarla, diciéndole lo mucho que la estimaba. Conchita, que no dejó pasar la oportunidad de meterle mano a mi novia, me pidió que le ayude a cargarla a la cama:

- …Pobrecita; parece que no sabe tomar,… -,dijo.

¡Apenas echamos a Pame en la cama la vieja pendeja ya le había desabotonado e uniforme!; “vamos a desvestir a tu novia,…” –exclamó casi sin contenerse-, “verás que dormirá más comoda”. ¡Si claaro, bien que le chupaba las tetas mientras tanto!,.. pero no fue lo único que la doña “sacó al fresco”; dado que yo ya estaba medio calentón, Conchita no se aguantó y sacó mi verga de mi pantalón y se la metió en la boca.

- …¡Mmmmmmhhhh!!!,… -exclamó con gusto, tragándosela toda-, ¡qué rica verga tienes papito,…mmmhhhh!!!,…

Ni qué decir que Conchita sabía chuparla como toda una experta: me encendió de tal manera que en un instante me desnudé, listo para la acción; Pamela, mientras tanto, seguía haciéndose “la desmayada”, mientras Conchita me comía la verga, a cuatro manos sobre su blanda cama, apretándome los huevos con ambas manos, como si se le fuesen a escapar. El concierto de gemidos de Conchita aumentó de pronto en intensidad cuando Pame, dejando su parodia, “despertó” y metió su cabeza en medio de la entrepierna de la señora, abriéndose paso en sus entrañas con su lengua goloza:

- ….¡Uauuuuuu!!!,… ¡Síiiii, Ramiraaa!!!,… -soltó de pronto Conchita, meneando su culo gozosa sobre la cara de mi novia-, ¡que riiica lengua tienes mi amoooor!!!!!,…

Así ya posesionados de la raja y la boca de la señora de la casa, Pame y yo la desnudamos completamente, mientras la mujer no paraba de reír y gozar de tenernos a los dos dispuestos a comérnosla sin parar: sus tetas enormes, al igual que su culo, se me hacían dignos de ser bañados en mi leche. Pame decidimos entonces en intercalarnos: un rato Conchita me la chupaba mientras Pame se comía su coño, para luego yo ponerme tras el culo de la doña, y penetrarla a mi gusto, mientras ella se comía la raja de Pame. Cuando llegó mi turno de al fin encularla, disfruté como loco: su ano maduro estaba ya bien abierto, así que yo le metía la pieza alternando sus dos agujeros sin dificultad:

- ¡Siiiií papito no pares, NO PAREEESSSS!!!!... -, gritaba gozosa.

En eso estábamos cuando un tremendo estrépito nos sobresaltó: alguien había abierto de una salvaje patada la puerta de la sala:

- ...¡MALDITA PUTA DE MIERDA!!!,… -explotó de pronto una voz tremenda y aguardentosa-, ¡SÉ QUE ESTÁS CON UN HOMBRE: LOS MATARÉ A LOS DOS!!!!,….
- ¡MIERDA: MI MARIDO!!!,…-, exclamó aterrada de pronto la doña.

¡Maldición lo que faltaba!, ¡ya decía yo que tantos desmadres con Pame sin un lío era demasiada buena suerte!!!,… el marido de Conchita era un reverendo borracho y no era lo peor eso, ¡usaba pistola y en cada borrachera hacía la misma escenita!; lo escuchábamos azorados, maldiciendo, tirando cosas por los suelos en la sala, ¡para luego subir corriendo las escaleras!,…¡por primera vez ví en los ojos de Pamelita un auténtico pánico!; casi movida por un resorte (seguro que ya le había pasado esto antes), la doña saltó de la cama, se puso su bata encima y a patadas comenzó a meter nuestras ropas debajo de la cama, ¡pero nos dejaba a Pame y a mí en cueros!!; “rápido: métanse aquí!”, nos ordenó, metiéndonos los dos en un ropero frente a su cama;…mientras mi novia estaba apunto de soltar el llanto, yo estaba indignado: ¡esto parecía un mal chiste de infidelidad!,… pero nos quedamos de piedra, conteniendo la respiración, al ver por la puerta apenas cerrada, al hombrón ese abriendo con un golpe la puerta del dormitorio.

- ….¡AQUÍ HUELE AHOMBRE: HAS ESTADO CON UN HOMBRE, PUTA DE MIERDA!!!,…-gritó, blandiendo una 9mm. a lo loco-, ¡SI LO NECUENTRO LO MATARÉ, LO MATAREEEEÉ!!!,…
- …¡CÁLLATE BORRACHO DE MIERDA: AQUÍ NO HAY NADIE!!!,… -le espetó con valentía, la doña-, ¡TODAS LAS BORRACHERAS SON LO MISMO: GUARDA ESA PISTOLA!!!,…

¡Linda pelea la que vimos: el asesino ese queriendo abrir el ropero, mientras Conchita lo jalaba a la cama una y otra vez!, yo contenía el aliento mientras Pame temblaba en silencio a mi lado,… hasta que un ruidito dentro del ropero donde estábamos me erizó la piel:

- …¡Chist!,…¡deja de hacer ruido! -, le espeté a Pame, temeroso de ser descubiertos.
- …No puedo amorcito, snif,… -me replicó, temblando como una hoja y avergonzada-,… es que me hice pis encima, snif,….

Ese era pues el ruidito ese: al bajar la vista, pude ver en la penumbra del ropero cómo un charquito se había formado a los pies de mi novia, ¡y no era para menos!, ese maldito loco ese nos pegaría un tiro de encontrarnos. Así que, sin posibilidad de escapar, no nos quedó otras que contener el aliento, temblando de frío, esperando la salvación.

Tras casi una hora de discusión de los esposos, comenzó la segunda parte de aquella larga noche en el ropero: finalmente Conchita convenció a su celoso marido que no había ahí nadie, y con caricias y mimos, lo llevó a la cama: ahí empezó el segundo martirio. Ahí estábamos yo y mi novia, parados, ateridos de frío y obligados a ver a los esposos ¡cogiendo como animales enfrente nuestro!, ¡la pinga gruesa y nervosa del viejo ese hacía temblar las enormes nalgas de Conchita con cada golpazo, arrancándole alaridos de gozo como jamás había yo escuchado!,…sin contar que el golpeteo húmedo de la raja de Conchita era tal, que se sentía dentro del ropero como un horroroso eco que me estaba enloqueciendo. Aquella poderosa cabalgata a vista de voyeur, comenzó a encenderme,… pero no a Pamelita, que seguía temblando sin control, a mi lado. Ya yo con el pene erecto, comencé a acariciar con insistencia el culo de mi novia:

- …¡Tranquilo!,… -me espetó sin dejar de susurrar-, ¡cómo puedes pensar en sexo: si nos oye, nos mata!,…

Yo continué sin prestarle atención a eso, mientras me ponía tras de Pame sin dejar de acariciarle el culo: los jadeos de la señora Conchita, gozando como loca a escasos metros nuestros, me estaban desesperando (amén del afrodisíaco que había tomado); con ademanes, mi novia trató de evitar que pusiese mi pieza en la entrada de su agujero posterior, sin poder evitar que yo continuase mis intentos con insistencia. Ya fuera de mí, le tapé la boca a Pame y sin ningún miramiento, le enterré la verga por su orificio posterior, obligándola a ponerse en puntas de pie: ¡créanme o no, pero fue la primera vez que violé por le culo (sin su consentimiento, claro está), a mi novia, ¡aquella cogida, parados dentro del ropero, clavándola sin piedad a la vez que apagaba sus gemidos, fue la gloria!!!,…hasta me atrevería a decir que, Conchita, un rato en que montó a su marido con la vista hacia el ropero, gritó con más fuerza de gozo, al ser penetrada mientras me observaba a través de la puerta entreabierta, sodomizando a mi novia frente a sus ojos, ¡y sin que se diese cuenta su marido, que miraba al techo!

Eso fué lo bueno del asunto por que, tras terminar yo dentro del culo de Pame, tuvimos que esperar casi hasta el amanecer, parados e incómodos, hasta que el marido dio cuenta por fin de Conchita. Ya comprobado -por la doña-, que su marido ya estaba completamente dormido e incapaz de reaccionar, con ademanes de la mano, nos pasó la voz, gesticulando que recogiésemos nuestras ropas y nos largásemos de ahí lo antes posible. Acalambrados como estábamos después de tantas horas en pie, apenas podíamos dar un paso: Pamela tomó del suelo solamente su vestidito de sirvienta; yo por mi parte, recogía mi camiseta y mis pantalones, cuando de pronto, un pitido insistente me heló la sangre ¡maldita sea, mi celular comenzó a sonar; quién mierda me llama a esas horas!!! (después supe que fue un amigo mío, completamente borracho); La cara de Conchita, al ver que su salvaje marido se comenzaba a desperezar, fue suficiente; ¡si rompimos Pame y yo la marca de los 100 metros planos no me extrañaría!, aún desnudos, con nuestras prendas en la mano, salimos disparados por los jardines de la casa y no paramos de correr hasta que estábamos en la calle, siendo perseguidos por una sonora rechifla y palabras subidas de tono, de los conductores que esa mañana se apresuraban a ir a sus respectivos trabajos,… fue un milagro que no pasara un policía por ahí en ese momento. Así fué como acabó la aventura de Pamelita, mi novia, como sirvienta,… bueno, eso en parte, por que, aparte de que se quedó con su uniforme para nuestros jueguitos sexuales futuros, encontramos otro divertido uso para esa prenda: un mes después, y por unas cuantas semanas, mi novia y yo disfrutamos, en mi departamento, de una deliciosa esclava sexual vestida de sirvienta, y presta a cumplir hasta nuestro más mínimo deseo: valgan verdades, a Bridget le quedaba mucho mejor el traje de empleada que a mi novia.

(CONTINUARÁ,...)

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