18 jul 2012

Ana Kari, la perrita (1)



Un relato de: Krakkenhere.

Apenas cumplí mis dieciséis años, supe yo que sería una perrita; no me pregunten el por qué: simplemente lo sabía. Conforme mi cuerpo comenzó a formarse, pude advertir las notorias miradas turbadoras de todos lo que me rodeaban. Siempre he sido bajita y delgadita –en cierta medida, demasiado-, pero conforme mis senos y caderas se fueron desarrollando, volvieron mi apariencia en mi maldición: mis piernas y caderas se ensancharon notoriamente, regalándome un culo casi perfecto, apretado y respingón. Mis pechos se inflaron hasta convertirse en dos inmensos –para mí-, globos que casi eran devorados por las miradas de todos; todo eso, aunado a mi eterna cara de niña buena, cabellos largos rubio intenso, lacios, piel blanca y ojos verdemar, me han ganado el triste privilegio de ser el objeto de deseo enfermo de todos en la pequeña ciudad donde nací y me crié: sentía – y aún siento-, las miradas de jóvenes y viejos cada vez que caminaba por la calle, a la salida del cole, en fin, en todas partes: todo mi cuerpo se estremecía al sentir las miradas posadas en mis formas,… y me encanta esa sensación desde el primer momento en que la sentí; no soy coqueta, pero eso no tiene importancia: en el cole todas mis compañeras, envidiosas, casi me hacían llorar con sus frases hirientes “eres una perrita, Ana Karina”, “eres una golfa, Ana Kari”, y cosas por el estilo. Aunque, valgan verdades, cuando escucho que, al pasear por las calles, algún hombre dice en un susurro “mmm,.. que rica perrita,”… me estremezco toda, sintiendo un delicioso calorcito que recorre todo mi cuerpo.

Vivía yo feliz en la casa de mis padres: ellos se dedican a la agroexportación, por lo que nuestra inmensa casa estaba rodeada de cultivos y un bosquecillo donde jugaba yo dichosa de niña o paseaba a caballo, ya más mayor. Apenas comencé a tomar cuerpo de mujer, mi padre sufrió de unos terribles celos: temía que se aprovechasen de mí, que perdiese mi preciada –para él-, virginidad o que algún desalmado me forzase,… y terminó poniéndome al cuidado de los trabajadores de la finca, no dejándome ellos ni un instante a solas: lloré y pataleé hasta que convencí a mi papá de que me dejara tener algo de libertad: accedió, pero con la condición era que siempre saliese con “Sansón”, uno de sus perros, de raza pastor alemán, y al cual yo crié desde que era cachorrito. Como mal menor, acepté, dado que en el campo siempre hay gente un tanto peligrosa.

Verme por las calles o el campo acompañada por “Sansón” era ya común cuando finalmente me llegó el amor: me enamoré de Patricio, un chico de mi edad, y que estudiaba conmigo. Todo parecía maravilloso con él, pero sobrevino lo inevitable: como todos en los alrededores, apenas nos besamos, comenzó a acosarme y presionarme para que le entregue mi coñito virgen.

- ….¡Ya pues, Ana Kari!!!,… - me soltó una vez molesto, cuando le impedí que me meta la mano en mi entrepierna, mientras se revolcaba ansioso conmigo, junto a un arroyo-, soy tu novio: tengo el derecho,…!

La verdad es que mi cuerpo ya comenzaba a hervir con sus caricias,… pero quería que ese momento fuese diferente,… aunque no sabía yo cómo. Era una rara idea que yo tenía: quería sentirme amada con loca pasión y a la vez sentirme una golfa, atreverme a todo,… en fin: ser una perra como todos me decían, ya sea con desprecio a la gente o con deseo contenido. Habían pasado unas semanas en las que no veía a Patricio (tras esa discusión), cuando sucedió; de tiempo en tiempo, salía yo a correr por la finca: correr es un decir, por que corría apenas un rato y luego caminaba por el bosquecillo cercano a la casa, con un bonito arroyo en medio: era mi escondite predilecto. Me puse esa mañana un short apretado, una camiseta y mis zapatillas.

- Ya vuelvo. Voy a correr,… -le dije risueña a mi papá, cruzando la cocina. - ….¡Lleva a “Sansón” contigo! –espetó mi padre-, ¡es una orden!,…

¡Que fastidio!, mi padre no cejaba en su sobreprotección y en ese caso no era para menos: las noticias del diario local hablaban de una banda de abigeos y violadores que merodeaban por los contornos. Sin más tomé la correa de “Sansón” y tras silbarle, ambos nos fuimos corriendo hacia el bosquecillo. Ya alejados de la casa, comencé a caminar y divagar sobre mis problemas: recorriendo el sendero, meditaba acerca de si sería bueno o no, entregarle mi virginidad a mi novio. Como una loquita me reía yo, pesando en cómo sería la verga de Patricio y si lo disfrutaría. Pensando en eso, llegué al arroyo que recorría el bosquecillo, rodeado por altos matorrales: en ese momento, sentí las irrefrenables ganas de orinar.

Tras asegurarme de que no hubiese nadie en los alrededores, me puse en cuclillas, bajándome mi calzoncito y mis shorts, dejando al aire mi culito. Casi no tardó nada en salir de mi rajita el chorrito de orina, regalándome la sensación de alivio y placer. “Sansón” se hallaba a unos pasos, olisqueando entre los matorrales, mientras yo descargaba mi vejiga. Nuevamente comencé a reírme, pensando en qué sucedería si alguno de los empleados de mi papá me descubriese así expuesta en ese preciso instante,… la verdad es que no me molestaba para nada si fuese el hijo del encargado de los caballos de papi: se llamaba Damián, y era un joven muy apuesto y musculoso. En eso pensaba cuando ocurrió: sentí que una húmeda lengua me asestaba desde atrás una rápida y salvaje lenguetada, recorriendo en un instante desde mi ano hasta casi el final de mi rajita virgen. ¡”Sansón” se había acercado sigilosamente y me estaba lamiendo mi conchita!; fueron tres lenguetazos en una fracción de segundo, pero fue suficiente: se me cortó la respiración, la cabeza se me embotó de con un cosquilleo que me recorría toda,… una extraña sensación, agradable y que me había erizado por completo.

- ….¡”Sansón”, NOO!,… - llegué apenas a exclamar.

Mi chillido fue suficiente como para que mi perro diese un salto y se retirase. Yo por mi parte, caí de frente, en medio de los matorrales, temblando, aún con mis manos crispadas, apretando mis shorts, en posición fetal, respirando agitadamente: creo que esa vez tuve le primer orgasmo de mi vida,… no lo sé. Solo sé que fue tan rápido que la sensación de placer duro unos minutos que para mí fueron eternos. “Sansón” por su parte, seguía olisqueando la hierba, como quien no quiere la cosa, mientras yo estaba ahí tirada, jadeante. ¡Jamás le había permitido ni a mi novio que me tocase “ahí” y mi perro me había lamido!!!,… fue tan rápido todo que todavía yo estaba orinando, mientras seguía paralizada ahí, tirada en el piso, sintiendo mi cuerpo estremeciéndose por la nueva sensación.

Tardé un buen rato en recuperarme. Me hallaba completamente turbada, sintiendo un poco de vergüenza por lo que había pasado,… pero realmente – lo comprobé después-, lo había disfrutado ampliamente. Mi perro por su parte caminaba alrededor mío, moviendo la cola. Tras limpiarme, emprendimos la vuelta a casa; yo iba con la cabeza hecha un lío:

Todo ese día estuve con la cabeza en otra parte: un sinfín de pensamientos cada vez más morbosos y aberrantes empezaron a invadir mi mente, los que -por temor, incertidumbre, pecado o que sé yo cuantas cosas más-, hacían que luchase conmigo misma, sobre si enterrar profundamente en mi memoria el suceso vivido, sobre si estaba bien o mal haber sentido placer,… y acerca de llevar a cabo “algo más”. En la noche apenas pude dormir, ya que solamente pensaba en la mañana siguiente, y en “Sansón” que, afuera de la casa, correteaba libremente ladrando.

Al día siguiente, salí más temprano de lo acostumbrado; “Sansón” trotaba alegremente a mi lado. Hice la ruta al bosquecillo en menos tiempo de lo que jamás lo había hecho antes,… y es que me quemaban por dentro las ganas de repetir la experiencia. Tras asegurarme que no me veía nadie, me arrodillé en medio de vario arbustos bien tupidos: algo dentro de mí me instaba a hacerlo: tras descargar mi pequeña vejiga, me quedé expectante. El aire fresco de la mañana impedía que mi coñito se secase por completo,… o tal vez me estaba mojando yo ante la inminencia de lo que podría ocurrir.

Esperé pacientemente; ¡estuve a punto de gritarle a “Sansón”!,… cuando de pronto, sin aviso, en silencio, vino a mí: casi temblé de la emoción al sentir su nariz fría olisqueándome mi rajita,… ¡ohhhhhhhh!!,… ¡ahhhh!!!!,… ¡era increíble!!!; su lengua gruesa y húmeda en extremo, recorrió toda mi entrepierna en toda su extensión: ¡mis piernas temblaban sin control, al sentir al animal lamiéndome!!!!; mi cabeza daba vueltas sin control, mientras mi garganta soltaba gemidos de gozo como nunca en mi vida!!!; me corrí más de una vez, descargando mis jugos sin control, sintiéndome a la vez culpable y dichosa por tal situación tan extraña y estimulante; no sé cuanto rato pasó, pero al final estaba exhausta, temblando sin control, sudando a mares y con mi concha completamente mojada: así comenzó mi enferma –pero placentera-, obsesión; todas las mañanas alía a “correr” por el campo, y me corría como loca, con los embistes de la deliciosa lengua de mi perro. Con forme pasaban los días, comenzaba a ser yo más osada: primero fue despojarme de mis shorts y mis bragas para abrirme de piernas por completo para que “Sansón” me lama a sus anchas; después vino salir a mi paseo matinal sin bragas y finalmente, , tras tomar extremas precauciones- el temor de ser descubierta me aterraba y a la vez me excitaba-, me atreví a desnudarme por completo y ser lambisqueada por mi perro, sintiéndome a la vez libre y al mismo tiempo, “su perrita”,… pero por las noches, me invadían los más pervertidos pensamientos: luchaba contra mí misma, imaginándome introduciéndome su verga afilada, larga y coloradota en la boca,… y hasta entregarle mi preciosa y virginal conchita: sería mentirles si negase que era cada vez más frecuente el que “Sansón” trataba de montarme con ansias, tras lamerme y yo le apartaba asustada,.. pero a la vez mi conciencia decía que estaba mal todo eso.

Una noche salí con mis amigas del cole a una fiesta de un pueblo vecino. A pesar del cuidado de los mayores, bebimos vino hasta hartarnos; al llegar a mi casa, pude ver por la ventan de mi cuarto cómo “Sansón” se montaba a una de las perras de raza de mi papá: su ímpetu animal, sus embestidas incesantes e incansables, me hirviendo y me hicieron decidirme; había llegado el momento. Apenas mis padres saliesen a alguna fiesta, lo haría.

A la mañana siguiente, me puse de pie aún borracha como una cuba: a mis papis no les importó, ya que ellos aún dormían tras la tremenda celebración. Como una zombie me vestí apenas y saqué a “Sansón” a pasear: ni siquiera sabía para qué lo hacía. Apenas llegué a la orilla del riachuelo, sin ningún cuidado, me bajé las bragas y los shorts juntos y me puse a orinar: necesitaba con urgencia vaciar mi vejiga. Apenas podía mantenerme en esa posición y en un instante me apoyé con ambas manos en el suelo: la borrachera había sido terrible. Sin aviso, un peso cayó sobre mis hombros con fuerza; ¡”Sansón” puso sus patas sobre mí, y de una pechada, casi me inmovilizó: su peso, aunado a mi frágil cuerpecito y a la ebriedad que llevaba, hizo imposible que me lo quitase de encima: comencé a temblar de horro, al sentir una “cosa” que trataba de abrirse paso hasta lo profundo de mi entrepierna:

- …¡”Sansón”, NOOO!,…

Pero el bruto no entendió: bastaron tres lancetazos de su verga contra mi rajita aún no abierta para que yo me moje sin remedio; ¡me iba a penetrar!, traté de zafarme pero no pude: sus patas delanteras me aprisionaron por las caderas firmemente, y no tardé en sentir con dolor y terror, su lanza de carne introduciéndoseme de un solo golpe: ¡grité como nunca en mi vida al sentir mi himen roto así, de golpe!!; ¡su pene animal entraba dentro mío a una velocidad que jamás hubiese imaginado, mientras sus uñas me laceraban las caderas!

- ….¡Noooo; ya noooo ahhhh!!!,…

Lloré sin parar, como una criatura, mientras “Sansón” descargaba toda su líbido contra mi agujero sangrante; yo jadeaba y lloriqueaba desesperada, pero no pude evitarlo; no sé como describirlo, pero un placer enfermo e indescriptible hizo que no le detuviese. Tras un rato que para mí fue eterno, sentí la lacerante sensación de su lechada aguada, caliente y abundante inundándome por dentro. Terminé de nuevo en el suelo, casi privada, mientras “Sansón” lamía mis piernas mojadas con su semen. Fue un milagro que nadie me escuchase gritando. Apenas pude llegar a mi casa y me encerré en mi cuarto, y no salí hasta el anochecer.

Había entrado yo de golpe a una nueva dimensión del sexo: apenas mi rajita se repuso de la brutal embestida de “Sansón”, proseguí con esa relación insana,… pero que era la más increíble maraña de sensaciones. Para mis padres, había cogido yo manía por el deporte,… y no imaginaban que si regresaba rendida de correr, era por que en el bosquecillo cerca de casa, su hijita mimada se entregaba cual perra en celo, desnuda, a su insaciable perro; nunca descubrieron los arañones de mis caderas, piernas o espalda, ya que cambié convenientemente, del modelo de ropa que usaba para “correr”. De cuando en cuando, me atacaban terribles remordimientos: en una de esas situaciones, decidí “entregarle mi virginidad” a Patricio, mi novio: craso error. ¡No sentí nada!; la verga de Patricio era guesa y grande, pero,… tras su primer embestida supe que no era lo suficientemente “animal” su forma de coger, como para encenderme: pero lo peor sucedió después,... descubrió obviamente que yo ya no era virgen; ¡me gritó, me trató de perra, zorra y mil y un improperios más, hasta romperme el corazón!,… me pasé la noche llorando como la colegiala ingenua que era; a la mañana siguiente, en medio del bosquecillo, tiritando de frío desnuda, lloraba a mares por mi corazón partido, mientras “Sansón” me montaba y descargada su lechada dentro de mí, a modo de consuelo.

Así mi vida sentimental y sexual se volvieron una sola: cada nuevo día para mí era un regalo de sexo y placer; rompí con todas mis amistades y más que nunca, “Sansón” y yo éramos prácticamente inseparables: cada vez que oía al recorrer el pueblo, un “…perra”, ó “…qué rica perrita,…” sonreía yo, dejando a todos intrigados: no se daban cuenta cuán cierto era.

Lamentablemente mi historia –como casi todas tiene un final (o inicio, como verán después), muy triste: habían pasado 3 meses de placer loco y delicioso, cuando fui descubierta; una mañana de domingo, salí a mi paseo de todos los días. Hacía calor, por lo que no dudé en darme un chapuzón en el arroyo: mi cuerpo adolescente hervía de deseo, por lo que el agua fría no me molestaba para nada. Tras refrescarme a mis anchas, salí del agua, desnuda y chorreante, mientras “Sansón” me ladraba alegremente, corriendo de un lado a otro, ansiosos de que nos ocultásemos ya entre los matorrales.

Ya a cuatro patas en un claro, cerré los ojos: la “perrita” Ana Kari estaba en posición para ser montada por su insaciable semental. Yo respiraba pausadamente, disfrutando cómo la lengua de “Sansón” hurgaba con esa enorme y áspera lengua que se maneja, la concha de “su perrita”,…lamiendo arriba y abajo, hasta llegar a inflamar mis labios vaginales,… hummm!!!,…¡ohhhh!!!; aquella mañana estaba yo más caliente que de costumbre: sintiendo las ganas de gozar como loca ya, casi estoy segura que berreaba y gemía con fuerza, mientras su rápida lengua inundaba mi vulva con su saliva y mis jugos. Mientras yo casi podía ver su verga roja aparecer de entre su capullo, mis nalguitas estrechas y temblorosas vibraron sin control al contacto con sus poderosas y peludas patas, que rodearon rápidamente mis caderas.

Ya montado sobre mí, “Sansón” no tardó en clavarme su rojo instrumento, penetrando con fuerza mis blancas carnes y empezó a agitarse de una manera frenética, mientras jadeaba y sacaba su lengua:

- ¡SIIIII!!!!,….¡AHHHHHH!!!!,… AAAAHHH!!!!,… ¡MGGGHMMM!!,…¡AHHH!!!

¡La verga de mi perro me estaba volviendo loca!!!; el golpeteo animal de su miembro contra mis entrañas me hacía alzar mi culito para sentirlo más adentro, me prendía de sus patas con mis brazos para que no dejara nunca de follarme!!!,… mi respiración era agitadísima, conforme los orgasmos se sucedían sin parar, recorriendo todo mi cuerpo. Los ojos se me volteaban, mientras sentía que su impulso animal me desgarraría!,… gemía yo como una posesa, gozando al sentir su cálido y peludo cuerpo sobre mí, y sus babas cayendo cobre mi espalda.

Así estaba yo, viviendo el sexo más delicioso de mi vida cuando los arbustos se abrieron de golpe: ¡era el encargado de los caballos de papi y su hijo Damián!!!, mis jadeos los atrajeron; aún recuerdo sus rostros de pavor, al tener frente a sus ojos a la “niña Ana Kari”, completamente desnuda, a cuatro patas, y siendo montada por su mascota,… y casi gritando, como una marrana gozando. Fue todo un instante, pero no reaccioné: admito que me quedé inmóvil, dándoles ese espectáculo, y realmente gocé ver los ojos de los dos peones, viéndome hecha la más absoluta perra,…

El resto lo recuerdo borrosamente: se nos abalanzaron encima, ¡entré en una crisis nerviosa, al ser separada de golpe de “Sansón”!!!; grité, pataleé, lloré, mientras veía a Damián agarrando a patadas a mi perro, mientras yo forcejeaba con su papá que luchaba por ponerme un poncho encima,… fui llevada en vilo a la casa de mis padres y luego a la posta médica del pueblo: estaba yo hecha un animal, totalmente descontrolada; tuvieron que sedarme hasta hacerme dormir como piedra. Pasaron unos tres días: al despertar, una amable enfermera me contó lo que pasó; todo el pueblo se había enterado y mis padres, habían dejado un sobre para mí: algo de dinero y una escueta nota. Debía marcharme cuanto antes del pueblo: había dejado yo de ser su hija. Con respecto a “Sansón”,… un disparo de escopeta acabó con mi amado perro; lloré a mares al saberlo.

Al día siguiente, decidí marcharme; las caras de estupor al recorrer el pueblo, me dijeron bastante: no me podía quedar ahí. Con dieciséis, sin haber acabado la escuela, y con un futuro incierto, enfilé al único lugar que se ocurrió: a la capital, a tratar de encontrar a un hermanastro mío, el cual sabía que vivía allá. No sabía yo que haría con mi vida, pero algo era cierto: esa primera experiencia había encendido algo dentro de mí, y que ya no podría apagar; mi cuerpo pedía a gritos ser llevado a las cotas más altas del delirio,… todo mi ser pedía sexo.

Así es como la historia que se cuenta a escondidas en mi pueblo, sobre “la hija loca del Señor ***” terminó,… pero la historia de “Ana Kari, la perrita de todos”, apenas comenzaba,…

(CONTINUARÁ,…)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...