31 jul 2011

Mi mirada y mi voz (1)




Un relato de: Krakkenhere.

Comenzó sin que yo me lo proponga: primero fue como una maldición,… ahora ya ni sé cómo denominarlo; simplemente ha pasado a ser parte de mí. Primero fue mi mirada: desde muy chico sufrí mucho por ella. Según la definían en ese entonces, mi mirada era demasiado “fuerte” (incluso algunas amistades de mis padres, aseguraban que yo podía tener la capacidad de “hacer mal de ojo”,…); cierto o no, en mis primeros años de vida tuve yo muy pocos amigos: sin proponérmelo, hacía llorar a los niños más chiquitos sólo con mirarlos; los de mi edad –niños o niñas-, simplemente me evitaban sin más,… tuve una infancia demasiado solitaria.

Conforme entré en la adolescencia, el asunto se volvió más notorio aún, ocasionando que no tuviese pareja hasta mucho tiempo después que los demás: las chicas me regían, me temían (“…tiene mirada de loco,… de enfermo”, decían algunas “…Me da miedo cómo me mira”, alegaban otras, o la más acostumbrada: “…¡Siento que me desnuda con los ojos!” ¿Cómo me enteraba yo?, pues mis pocos amigos me lo decían, tras querer averiguar por qué ocurría todo eso) En fin, me volví demasiado inseguro, así que para paliar el asunto, me aficioné a la locución radial: logré de adolescente, conducir un espacio musical en una pequeña radio de FM, lo cual me daba algo de paz: con un pseudónimo, podía conversar con mi público adolescente, y dado que no miraban mis ojos, pude desenvolverme.

Ahí entró el otro componente de mi “maldición”: cuando hablaba pausadamente frente al micrófono, descubrí con sorpresa cómo se escuchaba mi voz: sin modularla ni engolarla, se oía profunda, pausada, con una muy notoria carga erótica, lo cual me granjeó una legión de “fans” de mi programa radial nocturno (“En la magia de la noche”, se llamaba mi espacio), permitiéndome ganar más confianza en mí mismo. Mientras buscaba otras formas de conocer chicas y atraerlas hacia mí, una prima me enseñó los secretos de la Cartomancia: en un mes me volví un experto con los naipes españoles, pero nadie en la secundaria lo supo –ni eso ni lo de la radio-, eran mis secretos mejor guardados, por lo que al terminar el colegio (el cual fe para mí una época de completa soledad con respecto a parejas), simplemente me evaporé de la vida de mis antiguos compañeros de clases.

Pasaron dos años, en los cuales también me dio por hacer deporte; no soy feo, pero decidí mejorar mi apariencia: al poco de eso, había logrado mantenerme delgado, pero luciendo con orgullo un abdómen firme y duro, unos buenos bíceps, pecho y piernas de músculos bien formados; todo esto, aunado a mi otras características físicas (labios carnosos, cabello castaño ondulado y un tono de piel bronceado), me convirtió en poco tiempo, en un chico agraciado y varonil,… pero con la desazón de que mis ojos cafés seguían teniendo el mismo efecto en las chicas: las asustaba mi mirada. Parecía que nada iba a cambiar, que seguiría siendo yo un eterno solitario, hasta que apareció de nuevo en mi vida Rosalinda.

Rosalinda era una ex compañera del tiempo del colegio, de la cual estuve yo enamorado toda la secundaria. Bajita, de cabello rubio ondulado y ojos miel, se destacaba de entre todas por su excelente figura: pechos enormes y redondos, un culito paradito, cintura estrecha y piernas bien torneadas. En ese entonces yo atendía en solitario una tienda de ropa juvenil en un centro comercial, y así fue como nos volvimos a ver: una clienta de la tienda me la trajo y me presentó a Rosalinda, recomendándome que le atienda bien. Mi antigua compañera y amor imposible estaba iniciando una incipiente carrera como modelo.

- …¡De verdad eres Castañeda!?,… -dijo sorprendida tras reconocer mi nombre-, ¿Juan Gabriel,… el del cole?,… ¡diáblos: cómo has cambiado!!,…

Asentí con la cabeza; en verdad había cambiado mi apariencia en poco tiempo,… pero seguía yo sufriendo “mi maldición”, pero decidí arriesgarme. Utilizando el tono de voz que usaba en la radio, vi con sorpresa cómo Rosalinda abría sus ojazos embelesada: le había impactado por completo. Tras que mi amor imposible escogiese a su gusto ropa para un desfile promocional, me decidí y la invité a salir: aceptó sonriente y emocionada, ¡qué distinto a cuando me miraba años atrás, flaco y sin gracia, para casi de inmediato echarme una mirada de desprecio!; en ese momento pensé que mi maldición terminaba para siempre,…

Salimos una semana completa; mi magro sueldo lo gasté con ella sin medida: todo con tal de complacerla. La engreía yo en todo,… le leí el futuro con las cartas e incluso le mentía: alegué que aparte de leer las cartas, yo era un brujo, y que podía cumplir todos sus deseos,… en fin, todo, con tal de mantener su atención en mí, pero algo andaba mal: cada vez que trataba de acercarme a sus labios para besarla, me esquivaba,… evitaba todo contacto conmigo (y ni qué hablar de contacto íntimo,…) Aquella actitud me descolocaba, pero traté de tener infinita paciencia: me decía a mí mismo, que al día siguiente se llegaría finalmente a dar,...

Pasada una semana, sonó mi cel: era Rosalinda.

- …¿Juan Gabriel?,… -me dijo-, mira, quiero decirte algo: eres lindo,… pero ya no quiero salir contigo,...

Sus palabras me cayeron como un baldazo de agua fría; trate de contener la rabia, ya que me imaginaba a qué se debía:

- …Es que,… la verdad es que te tengo miedo: ¡me miras de una forma,.. ¡no sé!,… y eso de que lees cartas y esas cosas,… puessss,… me da temor,… de que me hagas algo,… pero podemos ser amigos, ¿no?,…

Tratando de mantener la entereza y acepté: ¡amigos; vete al carajo!, pensé ¡Me sentía tan dolido y herido! ¡Tenía a la vez ganas de maldecirla,… y a la vez deseaba arrancarme los ojos, maldita sea!!!; si hubiese tenido realmente un poder mágico, lo hubiese utilizado gustoso, por puro deseo de desquitarme,…

Pasaron semanas, y mi estado de ánimo no era de lo mejor: incluso en mi programa radial, se percibió que mi voz tomó un tono amargo, como de reproche; así me lo hicieron saber en la estación. En la tienda de ropa, casi no soportaba a los clientes,… una enorme carga de odio y decepción se estaba acumulando dentro de mí. Transcurrieron como tres semanas, hasta que una tarde, Rosalinda se apareció en la puerta: vestía un jean apretado, zapatillas y un pulóver de hilo rosa, que dejaba descubiertos sus deliciosos hombros, redondos y blanquísimos. Su mirada era extraña: mostraba una tremenda angustia:

- …Hola,…- me dijo apenada-,… ¿podemos hablar?,…

Su súbita aparición me dejó descolocado por completo: yo estaba aún lleno de odio contra ella, pero también no dejaba de quererla,… y su extraña actitud me intrigaba por completo. Cerré la tienda –casi era hora de comer-, y le sugerí que pasara conmigo a la trastienda, para hablar sin interrupciones. Rosalinda aceptó en silencio. Ya adentro, me senté frente a ella, sobre una caja de ropa: Rosalinda me miraba asustada, y sin dejar de frotarse una mano contra la otra, muy nerviosa.

- …Mira, yo sé que tú sabes de magia y esas cosas,… -comenzó a decirme, mostrando un claro nerviosismo-,…y desde que te dije que no quiero estar contigo, puesss,… todo me va mal: no tengo contratos para modelar,… los chicos,… no me hacen caso,…. ¡por favor: SI ME ESTÁS HACIENDO ALGO, TE RUEGO QUE ME DEJES EN PAZ!,…

¡Qué carazos dice esta,…!!!, pensé casi de inmediato. Es decir: era cierto que le había dicho eso, pero,… ¡¿acaso era tan calabaza para creérselo??!! Casi de inmediato, pasé de la sorpresa a la absoluta indignación: ¿cómo era posible que me creyese capaz de usar malas artes para tenerla?, ¿tan poco hombre me creía? Me quedé en silencio, para luego clavarle una mirada de odio absoluto: ese odio contenido dentro de mí, fue el que se expresó con mis labios:

- …No,… -le dije con mi voz más grave e hiriente-, nunca te dejaré en ir,…

Rosalinda se quedó de una pieza: comenzó a temblar, sin poder de dejar de verme a los ojos; ¡sus ojitos color miel se hicieron agua en instante! Volteó a ver la puerta de la trastienda, cerrada a su lado,… ¡e hizo el ademán de dirigirse a ella, pero NO PODÍA: ERA COMO SI LAS PIERNAS NO LE RESPONDIESEN!!!! Casi al borde del llanto, Rosalinda se desesperó, ¡y yo estaba asombrado!; pero, ¿qué le pasaba?!!!

- …¡Por favooooor!!!,… ¡déjame irrrrrr!!!,… -, suplicó desesperada.

¡Yo no entendía qué pasaba!,… pero el verla sufrir ante el extraño suceso, me envalentonó; no tenía yo nada más en la cabeza que el deseo de desquitarme:

- …Te quedarás ahí, hasta que yo diga lo contrario,…
- …¡Es que no quieroooo!!!,… -suplicó casi gimiente-,… ¡por favor, te lo suplico: DÉJAMEEE!!!!,…

Entendí a medias que estaba sugestionada, que mi voz y mi mirada fría clavada en sus ojos la mantenían pegada al suelo, ignorando yo por completo el cómo y el por qué, pero aquella extraña situación me tenía azorado: su carita congestionada, casi al borde del llanto,… y sus enormes pechos que subían y bajaban sin parar,… su respiración entrecortada,… casi gimiente, me hizo decidirme a mandarme con todo:

- ….A ver, date la vuelta -le ordené-, quiero verte bien.

¡Temblando sin control, Rosalinda giró en sus talones, como luchando contra su cuerpo, hasta enseñarme su cola, tan deseada por mí, tan apetecible:

- …¡Por Dios: no me hagas estooo!!!,… -, volvió a suplicarme. Rosalinda estaba de espaldas a mí, pero por una extraña razón, aún en esa posición, no dejaba de verme a los ojos.
- Silencio,… -le espeté con dureza, mientras me tocaba yo la entrepierna: mi verga comenzó a ponérseme tiesa ante una situación tan irreal como excitante como esa-,… ahora, ábrete los pantalones y bájatelos,…
- …Nooooo!!!,…
- Hazlo.

Pasaron algunos segundos y finalmente ocurrió: ¡sus manitos temblorosas se movieron como convulsionando, hasta posarse delante de sus jeans!; ¡ERA INAUDITO: COMO SI LUCHASE CONTRA SÍ MISMA, EMPEZÓ A DESABOTONARSE LA PRENDA Y A BAJARSE EL ZÍPER!!! Sus manos agarrotadas tomaron entonces su prenda ya suelta, y lentamente la fueron bajando, mostrándome su piel blanca y deseable: aquel espectáculo era excitante al límite. Rosalinda, mi amor imposible, la que me había despreciado tantas veces, estaba frente a mi, viéndome fijamente con su carita de porcelana recorrida por las lágrimas, llorosa, suplicante, ¡y enseñándome contra su voluntad su enorme culo! Conforme se bajaba sus jeans, ví con sorpresa sus bragas: ¡lucía un escandaloso hilo dental negro!; ella, la modosita, la delicada del cole, ¡luciendo unos interiores de zorra, de golfa!! Si hasta ese momento yo dudaba en aprovecharme de ella, esa duda desapareció por completo: en un instante pasó de ser el amor de mi vida, a ser una golfita deseable: un culito para follar a mi gusto y nada más.

- …¡Por favoooor!!,… - me rogó sin parar de llorar, y roja como un tomate-, …¡ya no me hagas hacer nada más!!!,…

Tenía el pantalón ya debajo de las nalgas, con esa tirita de tela apenas tapándole la raya del culo,… y luciendo para mí un delicioso lunar que tenía en medio de la nalga derecha. Yo respiraba agitadamente, y me relamía de gusto de tenerla así para mi, completamente accesible,… y bajo mi total control.

- Ahora quítate las bragas. Rápido: enséñamelo todo,…

Su rostro descompuesto se transformó en un instante con una mueca de pavor: ya había descubierto yo qué la hacía obedecerme; sólo tenía que hablarle con tono grave, pausado y clavarle la mirada, como si le taladrase las pupilas. Sus manos aún sostenían sus jeans al darle esa orden. Las lágrimas le recorrían el rostro sin cesar, mientras trataba de balbucear una súplica: para ese momento, el pánico apenas le permitía hablar. Yo estaba empalado al máximo, sentado, viéndola desnudarse para mí. Sus manos temblaron sin control, lentamente subieron hasta tomar los extremos de su diminuta prenda, y procedió a bajársela lentamente ¡Era un espectáculo delicioso!!!, su diminuta prenda de fue remangando conforme se sentía obligada a quitársela a mi orden; ¡casi me corro al ver cómo casi se despegaba de la raja de su culo!!! Llorando avergonzada, finalmente se la bajó: casi me quedé sin aliento, gozando como loco, viendo su apretado ano, y su deliciosa concha de labios gruesos, que desde atrás se adivinaba bien depilada.

- …¡Por favor!,… -rogó susurrante-,… ¡no lo hagas!,…

Me levanté de la caja: ya no aguantaba más. Rosalinda me veía aterrada, pendiente a cada movimiento mío, sin dejar de verme a los ojos. Su terror se acrecentó al verme sacar ante sus ojos mi verga, ya tiesa y soltando gotas de semen: su pánico me tenía excitado por completo.

- …Silencio –le ordené, mientras acariciaba sus nalgas blanquísimas y temblorosas-, ahora voltea la cara y ábrete de piernas.

Casi leyéndome el pensamiento, Rosalinda se apoyó de manos contra la pared, separó sus piernas temblorosas y volteó el rostro. Finalmente la tenía a mi disposición, ¡ni en mis fantasías más locas pensé en tenerla así para mí!!! Sus nalgas era suaves y firmes; disfraza acariciárselas Ya confiado, comencé a acariciarle su coñito apretado con un dedo ¡Rosalinda se sobresaltó, comenzó a sollozar de nuevo y en un instante, su rajita se humedeció deliciosamente! Ya de nada me importaban sus llantos y sus súplicas: sólo quería montármela. Apoyé la cabeza de mi verga entre sus estrechos labios vaginales, y prendiéndome de sus caderas, empecé a empujar con todas mis fuerzas:

- …¡NOOOOO!!!!,…

Tardé en penetrarla por completo, mientras que Rosalinda no paraba de llorar: ¡era virgen, y su conchita era tan apretada que tuve que pugnar por hacérsela entrar toda!!!! ¡Era increíble cómo comprimía mi piezaaa!!! Comencé a cogerla con salvajismo, como un animal, excitándome al ver cómo mi pieza salía completamente ensangrentada, para luego hundírsela de nuevo, manchándole las nalgas y la entrepierna de sangre, a la vez que gotas de su sangrado himen roto caían en sus bragas y sus jeans, colgando a media pierna.

- ….¡NAAAA,…AHHHH,…!!! –exclamaba desesperada-, ¡PARAAA,… PARRAAAA,… AHHHHH!!!!,…

Yo no escuchaba sus lamentos: sólo escuchaba el golpeteo húmedo de mi verga al entrar sin parar dentro de su concha; ¡su raja soltaba sus jugos sin cesar, haciéndome sentir en la gloria, machacando s estrecho y desvirgado conducto!!! Estaba yo como loco, eufórico de concretar mi venganza; proseguí ordenándole sin cesar:

- ….¡Arquéate: alza más el culo!,… ¡abre más las piernas!,… ¡muévete más!!!,…
- …¡Ahhhh!,… ¡AAAAAHHH!!!,… ¡ya no más, ya no MÁAAAS!!! -, suplicaba una y otra vez Rosalinda.

No me preocupaban sus gritos y súplicas: sabía yo que el ruido de los parlantes del centro comercial acallaban todo, sobre todo si uno estaba en la trastienda y con la puerta principal de la tienda completamente cerrada; ¡no lo podía creer: estaba cogiéndome a Rosalinda a la fuerza y la tenía controlada por completo, y sin saber cómo! Mientras le machacaba sin cesar con mi verga, le bajé su pulóver de hilo hasta la cintura; luego hice caer su sostén al suelo, gozando al ver sus tetas enormes y suculentas bamboleándose a cada embestida mía. No tardé casi nada en aprisionarlas con fuerza entre mis manos, y así prendido de Rosalinda, renové mi ímpetu salvaje, clavándosela con más fuerza, y sin importarme en nada sus lamentos. Era tal mi excitación ante tal cogida, que no tardé mucho en vaciarme dentro suyo: gritó desesperada al sentir la marea caliente de mi lechada llenándola por completo. Satisfecho mi deseo de venganza, gocé limpiando mi verga chorreante sobre sus nalgas temblorosas, mientras Rosalinda no paraba de llorar.

- … Ahora puedes descansar -, le ordené, para luego ver con sorpresa cómo dejaba esa posición en la que se mantuvo mientras la violaba. En cosa de un segundo cayó al suelo y se hizo un ovillo, sin dejar de sollozar.

La cabeza me daba vueltas: estaba yo desconcertado. A pesar de haber gozado con la insólita citación, no tenía explicación para lo ocurrido: era un absoluto misterio para mí. Dado que no podía ya hacer nada al respecto, proseguí ordenándole:

- Ahora vístete y vete a casa –le dije-, y cuando te llame, vendrás acá.
- ….Si,… -replicó casi de inmediato, llorosa y aún jadeante-,… si,…

Sin más se vistió y se marchó de la tienda; como no le había dicho que se aseara, Rosalinda simplemente se vistió, ensuciando sus jeans de leche y sangre: así se fue. No me importaba nada en eses momento: estaba yo satisfecho. Como imaginarán, la día siguiente llamé a Rosalinda, y ella vino a mi obedientemente; no fue solo esa vez, sino que ser repitió una vez más, y otra y otra,… Solo bastaba que escuchase mi voz por el teléfono y acudía a la tienda, y tal como yo lo deseara: Rosalinda cumple todos mis caprichos. A mi antojo, la hago venir a mí luego de su trabajo de modelo, luciendo para mí esos uniformes apretados y sexys que usan. Una vez la he hecho venir a mí, muerta de vergüenza por la calle, luciendo una escandalosa y diminuta micro-mini. En otra oportunidad le he ordenado visitarme sólo con un sobretodo hasta los tobillos,… y sin nada abajo (salvo el tener escrita sobre su blanca piel “puta”, con rotulador); incluso le he ordenado el vestirse de nuevo el uniforme del colegio, para gozar cogiéndomela, así como nunca lo pude realizar antes. En pocas palabras: le ordeno y le obligo a hacer lo que me venga en gana; su boca, ano y concha las he gozado a mis anchas cuando y como yo quiero, y todo por el poder de mi voz y de mi mirada.

Durante este lapso de tiempo, empecé a leer con avidez textos esotéricos y de hipnosis: anhelaba comprender cómo funcionaba esto. Así descubrí el secreto de lo que hacía yo al verla y al hablarle, pero yo seguía pensando –y pienso-, en lo mismo que pensé desde la primera vez: que era solamente la sugestión de Rosalinda. Algunos textos que encontré, me decían que ese supuesto poder que yo tenía funcionaría con toda persona que yo me lo propusiese, pero eso me parecía imposible, hasta hace unas dos semanas.

Le había ordenado a Rosalinda por teléfono, que viniese a verme (no le pedí nada especial, sólo que viniese a la tienda), yo estaba muy aburrido. Llegada la hora de cerrar la tienda, así que me metí en la trastienda; no tenía yo qué abrir la puerta, ya que Rosalinda tenía una llave que le di. Mientras leía un libro acerca del poder de los encantamientos, la puerta de la tienda se abrió y se cerró de golpe. Casi en segundos la puerta de la trastienda también se abrió de golpe: como una tromba furibunda entró ella; se llamaba Isabel. La reconocí de inmediato: en el cole, era la mejor amiga de Rosalinda, la cual venía pasos atrás suyo, aterrada en extremo:

- …¡Por favor Isabel!!!,… -exclamó Rosalinda-, ¡NO LO HAGAS ENOJAR!!!,…
- …¡CÁLLATE! –le espetó la tipa esa con furia, para luego dirigirse a mí, con tono amenazante-, ¡te jodiste, maldito enfermo: no sé qué le diste a mi amiga, pero ahorita mismo vamos a ir a la comisaría a denunciarte por violación!!!,…

Obviamente Rosalinda le había confesado “nuestra relación”, pero no me inmuté ante su amenaza: detestaba yo a Isabel desde el tiempo de la secundaria. Si bien era una guapísima morena de pelo largo y ensortijado y descomunal trasero, la recordaba yo demasiado bien: en la secundaria era de esas tipas que a punta de chismes te destruía por el puro gusto de hacerlo. De mí en -aquellos años-, soltó la “bola” de que yo era gay,… y eso nunca se lo perdonaría. No sé si fue la furia del recuerdo, o qué, pero la vi directo a los ojos y respondí lo único que se me ocurrió:

- Nadie va a ir a ninguna parte,… -dije alto y claro, mientras Rosalinda temblaba de pavor-, y tú: ¡te vas a quedar ahí donde estás, AHORA!!,…

No lo hubiese creído si me lo hubiesen contado: ¡fue como si una fuerza desconocida “venida de-quién.sabe-dónde” hubiese caído de golpe sobre Isabel: ALGO LA AVENTÓ AL SUELO, OBLIGÁNDOLA A CAER A CUATRO MANOS FRENTE A MIS PIES!! Rosalinda vio el extraño suceso completamente aterrada y temerosa en extremo de lo que le haría a ella a continación, pero en realidad ella no me interesaba,… en ese momento mi mirada estaba clavada en los ojos azabaches de Isabel, que me miraba con un inmenso odio.

- …¡Qué me has hecho maldito!!!,… - me imprecó, casi escupiendo-,… ¡estas cosas no existen: YO NO CREO EN ESTO, NO EXISTE!!,…

Me incorporé y comencé a caminar a su alrededor, en silencio; ¡me complacía enormemente tenerla así a bajo mi poder, aunque aún so sabía yo qué ni por qué pasaba!,.. pero lo disimulaba yo muy bien: Rosalinda estaba como clavada al suelo algunos pasos atrás mío, mientras que me iba deleitando viendo el enorme culo de su amiga Isabel a mis pies, prisionera del extraño poder que emanaba de mi voz y de mi mirada. En ese momento descubrí que no era necesario verla a los ojos para lograr mi influencia: recorrí su cuerpo con mi mirada, ¡y se podría decir que gemía de dolor al sentir mis ojos posados sobre ella!

- …Tú: quédate quieta! – le ordené a Rosalinda, para luego agacharme junto al rostro de Isabel: ella miraba fijamente al frente-,… ahora, veremos que hago contigo chiquita,…

Isabel temblaba, escuchándome con todos los músculos de su rostro tensos como una roca. El odio que sentía por mí me excitaba sobremanera: mi verga casi reventaba dentro de mis pantalones.

- …Deberías tenerme miedo Isabel,… es más: deberías estar orinándote de miedo!,…

Fue lo primero que se me ocurrió, pero surtió efecto: su rostro se puso de todos los colores, para luego crisparse en una mueca de dolor, tornándose su piel de colorada a morada. Con una rapidez pasmosa, en la entrepierna de sus jeans azules y apretados, comenzó a crecer una mancha oscura y húmeda: Isabel comenzó a sollozar, mientras un oloroso y caliente chorro comenzaba a formar un charco bajo ella.

- …¡TE ODIOOOOO!!!!! –, gimió para luego soltarse a llorar avergonzada.
- Sólo por un momento, mamita,… -le dije casi al oído, susurrando: estaba disfrutando como loco de la situación-, dentro de un rato,… serás mi perrita fiel,…
Las ideas volaba a mil por hora en mi cabeza: sin perder tiempo, le ordené a Rosalinda que de sentara en una caja, frente a su amiga; Rosalinda vestía una corta falda de vuelos y un top escotado, así que le ordené que se quite la falda, las bragas, y que se masturbe de piernas abiertas frente a su amiga. Mientras obedecía casi gustosa, aterrando a su amiga, que no podía evitar el tener frente a sus espantados ojos, su coño rosado, mojadísimo y completamente abierto lascivamente con sus dedos, yo por mi parte le iba abriendo el pantalón a la inmóvil Isabel; en esa posición, los jeans apretados que llevaba eran casi como una segunda piel: tuve que bregar para bajárselos hasta media pierna. Me detuve entonces a contemplarla: Isabel tenía un enorme y moreno culo de nalgas carnosas. Era exquisito el ver sus nalgas temblorosas, sus labios vaginales gruesos y su concha rojo-sangre, velluda y goteante.

- …¡Déjame: DEJAMEEEE!!!!,… -, suplicó mientras jugueteaba con mis dedos, abriendo sus labios.

Su ano era virgen y sonrosadito, y fue finalmente mi elección: le escupí el agujero, casi con desprecio, recordando el pasado y no tardé casi nada en apoyar la cabeza de mi verga en el ingreso a su estrecho conducto y con todas mis fuerzas comencé a empujar.

- ...¡NOOOOO!!!!!,… ¡AYYYY,… AGHHHHHGHHH!!!!!!,…

Tardé buen rato en lograr que mi pieza se abriese paso: Isabel chillaba de dolor, casi convulsionando, sin poder evitarlo. Las lágrimas le saltaban de los ojos, mientras yo seguía empujando mi verga, abriéndole el culo; Rosalinda le veía como si cualquier cosa, acariciándose el clítoris:

- …No te opongas, Isa,… ¡mmm!,… -le dijo con dulzura a su amiga-,… él hará contigo lo que quiera,… ¡Mmmm!,… ¡Ahhh!,…

Sudando a mares finalmente la pude coger de las caderas, y enterrársela completamente; ¡OHHHH: QUÉ GUSTOOO!!!!!, el culo de Isabel se dilató con fuerza, al recibir mi verga erecta por completo; ¡estaba disfrutando de un placer delicioso y de una venganza perfecta, en tenerla empalada por el culooo!!!! Ya prendido de ella, casi clavándole las uñas en los dos inmensos globos color canela que eran sus nalgas, comencé a embestirla, con fuerza, con desespero,… como un animal, deseoso de partirla

- …¡ASÍ,… QUERÍA,… TENERLE,… SO PUTAAAA!!!,… -comencé a gritar, jadeando con furia, hundiéndole la verga, para luego casi sacársela,…y luego empujar de nuevo, y comenzar todo otra vez, y otra vez, y otra vez,…
- …¡AHHHHH!!!!,….¡AAAAAHH!!!,…. AYYYYYY!!!!,…

¡Era una locura ver cómo mi pieza se hundía por completo en medio de esas dos enormes nalgas, para luego emerger casi en parte, sangrante, roja, para a continuación volver a perderse en medio de su culo!! Isabel no paraba de llorar y de babear, mientras que mi pequeña Rosalinda no cesaba en masturbarse, abriéndose de piernas, mojándose como nunca antes,…

- …¡Ahora: dí lo que yo te diga!!,.. –le ordené a Isabel-,… ¡ahhhh!,…¡dí que eres una sucia perra: MI perra!!,…
- …¡AHHHH!,….¡AAAAAHHH!,… ¡soy una sucia, ahhhh!,… - comenzó a exclamar, jadeando y contra su voluntad-,… ¡SOY UNA PERRA SUCIAAAAA!!!,… ¡SOY TU PERRAAAAA!!!,… ¡AHHHH!!!!

¡Mi poder para hacer con ellas lo que quisiera era realidad: una completa y total realidad!!! Comencé a hacer que mis embates fuesen más lentos; deseaba disfrutar de cada segundo en que violaba por el culo a la odiosa Isabel. Le ordené a Rosalinda entonces que le obligase a comerse su coñito. Sin parpadear, le tomó de los cabellos y agachándose, le acercó su raja húmeda, forzando a su amiga a meterse en la boca sus labios vaginales:

- …¡NOOOO: NO LO HAGAS, NO LO HAGAAAASSSS!!!,…
- Haz lo que te pide Juan Gabriel,… - le replicó, tomándola con fuerza de los cabellos-,… ¡mmm!,… él tiene “El Poder”,…. Y tú y yo debemos obedecerle,… ¡ ahhhh!,…

¡Ahora los gritos de Isabel eran acallados por la húmeda concha de su amiga!!!; ¡estaba yo gozando como nunca de este raro “Poder” que manaba de mi voz y de mi antes maldecida por mí, forma de mirar! Casi le rompí la blusa a Isabel, sacándole sus enormes pechos morenos al fresco, los cuales se bamboleaban con cada embestida mía; su amiga casi le arrancaba los cabellos obligándola a beberse sus jugos mientras que yo me prendía de sus tetas, penetrándola con furia, casi hasta el delirio,… cuando finalmente me vacié dentro de su ano desgarrado, ya Isabel gritaba gozosa exclamaciones de placer que yo no le había ordenado decir. Ordenándoles a ambas que no divulgasen a nadie, nada de lo ocurrido, las envié a casa,… hasta que las necesitase de nuevo. ¿Por qué las envié a casa?, muy simple: al descubrir yo que podía utilizar a mi regalado gusto mi “Poder” con quien quisiera, decidí recorrer las calles: mi ciudad es muy grande y deseaba encontrar nuevas “experiencias”. Después de eso, apenas volví a ver a Isabel: me caía tan mal que para mí, con romperle el culo una vez me bastaba (salvo claro, con la excepción en que le ordené que diese placer a tres amigos míos. Ninguno de mis conocidos saben nada acerca de mi “Poder”) En cuanto a Rosalinda, sí la veo con frecuencia: me es muy útil al presentarme a sus amigas modelitos, con las cuales disfruto explorando los límites de mis habilidades (las cuales he ido descubriendo que no tienen límites hasta ahora,…) Con el pasar del tiempo, ya no necesito ver a los ojos directamente; ya no necesito hablar siquiera: solo ir a un sitio, escoger a la volada a una chica –o un grupo-, y esperar contento, al ver que lo que pienso y quiero, se cumpla,…

(CONTINUARÁ,...)

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