10 ene 2012

Era virgen y me violaron tres



Un relato de: Krakkenhere.

Siempre fui de esas chicas tontas que pensaban en enamorarse y entregarse dichosas al hombre amado, al correcto, al perfecto,… pero nada en esta vida es como lo queremos, ni mucho menos como debería ser. En mi caso, perder la virginidad fué el suceso más traumático y que secuelas ha traído a mi corta vida, y es de eso precisamente de lo que hoy deseo contarles. Me llamo Tania, tengo 23 años y hace poco terminé la carrera de secretariado, la cual me trajo a mi actual puesto de trabajo –apenas llevo unos meses-, en una oficina estatal. Apenas ingresé, mi mirada y toda mi atención cayó en mi jefe: Guillermo. No crean que soy una viva o una buscona: nada de eso. Lo que sentí por mi jefe, fué amor a primera vista: de rasgos varoniles, porte atlético y elegante vestir, Guillermo era la obsesión de todas las chicas de la oficina, y yo fuí precisamente en quien fijó su mirada; no me creo nada especial, ni mucho menos espectacular, aunque todos me dicen que soy muy bonita: soy de mediana estatura (la cual compenso con un buen par de zapatos de tacones), delgada, de piernas bien torneadas, cintura estrecha y muy buen busto. Dicen que mi carita de niña y mi cabello negro y largo, que uso siempre recogido con una cola francesa, me da una apariencia de una bebé, aunque hace mucho que dejé de serlo,… pero apenas ví los ojos brillantes de mi jefe, mirándome con ansias de cariño, mi corazón de mujer se encendió cual tea, haciéndome desear ser su mujer y él mi hombre, para siempre,…

Al principio no pasábamos de miradas y risas, hasta que él se animó a hablarme en confianza: casi no pasó mucho tiempo para que nos besásemos a escondidas, para luego iniciar un romance de oficina; todos en el trabajo se dieron cuenta casi de inmediato, pasando yo a ser la más odiada por mis compañeras,… pero no me importaba: era feliz y sentía muy dentro de mi ser, que Guillermo era el hombre de mi vida.

Nuestro amor lo manteníamos discreto para evitarnos problemas en el trabajo, y a pesar de que nos entregábamos a besos y abrazos muy apasionados en su oficina, no llegábamos aún a mayores: yo era aún virgen y deseaba que fuese en un momento especial y en un sitio más adecuado: Guillermo fue muy comprensivo conmigo y estuvo de acuerdo. Yo estaba dichosa y no me opuse cuando me dijo que le encantaría que saliésemos juntos el Día de la Secretaria, que iba a caer en sábado. No hizo falta decir nada más: ese día sería “mi primera vez”. Al llegar el día pactado, mi jefe me regaló con unas rosas que fueron la envidia –y la comidilla-, de toda la oficina. Yo estaba como en nubes y eso tampoco me importó. Después del trabajo, me preparé para mi gran noche: un vestido turquesa que hacía resaltar mis caderas y mis pechos, un par de zapatos taco aguja y debajo un preciosísimo sostén blanco de encajes, una tanguita diminuta también con encajes que hacía juego, y junto con unas panties color carne a media pierna, para quien –pensaba yo-, sería el hombre más importante de mi vida.

La noche fue estupenda: cena en un discreto restaurante, unas copas en un bar y un par de horas en la disco,… todo eso junto habían hecho desaparecer mis lógicos temores y mi natural timidez por completo: estaba yo lista para el gran momento. Mi cuerpo vibraba mientras era rodeado por los fuertes brazos de Guillermo, mientras que sus apasionados besos en mi cuello me hacían hervir la sangre a cada instante:

- …¿Vamos a otro lado?,… -, me dijo Guillermo, mirándome a los ojos, ya de madrugada. - Sí,… -, respondí dichosa, sabiendo adónde iríamos. Temblaba yo de pies a cabeza, mientras enfilaba su auto hacia las afueras de la ciudad: estaba yo aliviada al ver que nos dirigíamos lejos del centro, y de las miradas indiscretas. Finalmente llegamos: era un hotel de esos en los accedes directo por auto a unos lindos bungaloos, un al lado de otro; era perfecto y al parecer solo estaban ahí tres parejas más –por los autos estacionados-, y el personal del lugar.

Cuando se cerró finalmente la puerta de nuestro “nido de amor”, comencé a sentir un increíble cosquilleo entre mis piernas, mientras que veía a Guillermo acercarse a la cama matrimonial, en la cual se sentó y comenzó a desvestirse. Yo estaba de pie frente a él, paralizada por la emoción y el deseo contenido, abriendo enormes mis ojos mientras veía cómo lentamente el cuerpo de mi amado quedaba expuesto ante mí, desnudo, musculoso y delicioso. Casi muero de emoción al ver su sexo enorme –para mí-, erecto y apuntándome. Guillermo, con total seguridad, se acostó, cubriéndose con las sábanas, mientras me miraba fijamente, ebrio de amor:

- …Ahora te toca a ti, mi vida -, me dijo entonces.

¡Estaba azorada; nunca antes un hombre me había visto desnuda!,… lentamente, pero ya muy excitada, comencé a desabotonarme el vestido: cada centímetro de mi piel expuesta arrancaba a Guillermo exclamaciones de placer mientras yo no dejaba de reír de emoción, mientras ganaba más confianza para el supremo instante. Finalmente mi vestido cayó a mis pies, dejando ante los ojos de mi amado mi cuerpo, apenas enfundado en panties y ropa interior. Me sentía muy nerviosa el sentir por primera vez mis braguitas mojadas de tanta excitación.

- Eres muy hermosa, Tania –me dijo Guillermo, mientras me tendía la mano desde la cama-, ven,…

Dichosa, comencé a dar pequeños pasos hacia la cama, hacia mi amor, hacia el instante supremo de entregar mi virginidad. De pronto, todo ese momento mágico desapareció: unos terribles gritos, seguido por el ruido de puertas abiertas a patadas y obscenidades como jamás había yo escuchado, me hicieron sobresaltar de golpe. Casi al instante, una brutal patada abrió de golpe la puerta del cuarto, casi haciéndola volar de sus goznes: en un segundo, tres tipos, portando pistolas, ingresaron a nuestra habitación, mientras yo pegaba un potente grito:

- …¡Alcen las manos, hijueputas malparidos!!! -, chilló el que venía al frente del grupo.

¡Casi al instante habían tres pistolas apuntándonos a la cabeza: si no me desmayé fue por que quedé paralizada del pánico!; de un felino salto uno de los delincuentes (un negro inmenso y mugroso), saltó presto hacia la cama, y de un potente golpe con su arma, aventó al suelo a Guillermo, cayendo él pesadamente, quejándose de dolor, y con la ceja abierta. ¡Mi grito de pavor fue casi acallado de inmediato: unas toscas manos impidieron que cubriese mis carnes expuestas: cogieron mis muñecas y me las juntaron dolorosamente a mis espaldas!; ¡estábamos indefensos, sin saber lo que nos iba a pasar!!!,…

- …Un grito más perra,…- me susurró al oído con aliento aguardentoso, mi captor, a la vez que apretaba el cañón de su arma en mis riñones-,… un grito más y te dejo “fría” aquí mismo, ¿oíste?!!!,…

¡Nunca había yo pasado por una situación así!; los lamentos de mi novio, así como las risotadas perversas de esos criminales, me hacían temblar sin control. Tras dedicarse a patear a Guillermo como si sus lamentos le diesen más ganas de hacerlo, el negro ese, alto, musculoso y apenas cubierto su pecho sudoroso por una camiseta mugrienta, salió corriendo, junto con su otro compañero (un mocosito con cara de hambre), por la puerta, escuchándose al poco rato otra vez el ruido de puertas destrozadas, gritos e imprecaciones. El frío que se colaba por la puerta abierta hacía que la piel se me pusiese como de gallina, mientas yo lloraba a mares, estando totalmente impotente, sin poder zafarme del tipo que me tenía cogida. Tras un buen rato, los otros dos volvieron, blandiendo sus armas, sonrientes.

- …¿ Y cómo les fué?,…-, les preguntó el tipo que me tenía prisionera. Parecía ser el jefe. - …Buen botín “Chato”,…- le replicó el negro, mostrando todos los dientes-, pero puros viejos y viejas en los otros cuartos, ¿qué ahora qué hacemos?,…

En ese momento, Guillermo se puso de rodillas, sollozando. Se me vino abajo el cielo al oír lo que les dijo a esos malandros:

- …¡Por favor no me maten. Tengo esposa y dos hijos!,… -suplicó cobardemente-, ¡llévense mi plata; llévense a ella pero a mí no me hagan nada: POR FAVOOOR!!!,…

Ahora los ladrones reían a carcajada batiente al escucharlo, mientras se relamían de gusto al verme por detrás, mientras mis nalgas no paraban de temblar del miedo. Tras rebuscar en nuestras cosas y tomar todo lo de valor, los otros esperaron atentamente las instrucciones del que me apretaba las manos dolorosamente.

- Llevaremos a esas mierdas viejas y las encerraremos con los empleados del hotel,…- exclamó el jefe (el “Chato”, como le decían), mientras me miraba de pies a cabeza, relamiéndose con morbo enfermo-, que aquí ya tenemos con qué divertirnos; oye “Negro”, ¿y qué hacemos con esta mariquita?,...

Se referían a Guillermo, el cual no paraba de llorar y suplicar, tirado en el suelo; ¡ahora yo lo miraba con desprecio, al ver que los ladrones se guardaban su anillo de compromiso, que estaba oculto en su billetera!, ¡había sido engañada y ahora estaba yo a merced de esos desalmados!

- …Mmm,.. mejor llévatelo-, dijo el negrazo ese, tras pensarlo, mirándole el culo a mi ahora ex novio-, llora como una niña, pero ni para “puta de cárcel” sirve,… - Si, ¡jajaja!!-, respondió el “Chato”, mientras le ordenaba ponerse de pie, para luego dirigirse al chiquillo-,… “Calambrito”: trae el botín y ven conmigo. “Negro”; prepara a esta zorrita,…

Temblé por completo al quedarme sola con el negro pistolero ese: sus ojos de pervertido se me clavaron encima de inmediato; ¡apenas se fueron sus compinches, se me fué encima!, ¡de una potente cachetada, me aventó con fuerza contra la cama!, ¡sentí como que me partía la cara semejante manazo!,… quedé atontada por un instante, para luego sentir el verdadero terror, ¡de dos zarpazos salvajes, reventó mi sostén como si fuese de papel!, ¡sin perder tiempo me ató las manos con las piltrafas de mi prenda, mientras yo le pateaba gritando, y él reía con mi desesperación!!!

- …¡NOOOOO!!!!,… ¡NOOOOO!!!!!,… - ¡JAJAJAJAJA!!!!,… -bramaba, mientras me apretaba las muñecas, hasta hacerme doler con la rudeza de su atadura-, ¡JAJAJAJAAAAA!!!!,… ¡SIIII, LUCHA PERRA, SIII, JAJAJAJA!!!!,…

Mis patadas eran golpecitos de nada contra su cuerpo duro, recio y musculoso: mi rostro estaba ya surcado por las lágrimas, mientras el tipo ese se sentaba encima mío, imposibilitándome escapar; riendo y enseñándome su lengua, se quitó su camiseta grasosa, dejándome ver su pecho como de pesista, sudoroso y cubierto de cicatrices, ¡empecé a aullar de pavor, casi convulsionando, tratando de evitar que me quitase las bragas!

Era una lucha desigual: tenía que tratar de encoger las piernas, evitar perder mi prenda, luchando contra su brutal fortaleza, mientras a la vez mi cuerpo se estremecía, por la mezcla de estremecimiento y asco, que me ocasionaba su lengua húmeda y larga, recorriendo mis pechos, mis pezones irremediablemente erectos, ¡quería evitar con todas mis fuerzas, ser violada, pero no podía!!!

Tras unos instantes que me parecieron eternos, aparecieron de nuevo sus secuaces: casi fue un alivio, ya que el “Negro” en ese momento, paró en su intento de forzarme, dejándome amarrada, y con mi calzoncito a medio bajar, dejando mi mata de vello asomándose por arriba.

- … Tranquilo “Negro”,… -dijo el jefe, riéndose-, este hotel es muy alejado: tenemos toda la noche para darle a esta perrita,…

¡TODA LA NOCHE!,… al escuchar esas palabras, me dejé caer en la cama, casi desmayada: mi coñito virgen iba a ser tomado a la fuerza por esos tres, como quisieran y cuanto quisieran,… y no había forma de evitarlo. Mis sollozos desesperados no les impresionaban para nada: se sentaron en la cama, a mi alrededor, destaparon varias botellas de licor (que imagino que tomaron de la cocina del hotel), y comenzaron a beber a pico, frente a mí, acariciándome las piernas, mientras lloraba yo sin parar. Los criminales bebían el licor como si fuese agua. Sus miradas lascivas acrecentaban mi turbación a cada instante, mientras yo trataba de cubrir mis pechos con las sábanas.

- … Buenas tetas tiene esta puta,… -, dijo el jefe de la banda. - …Siiii: muy buenas tetas,… -, agregó el negrazo, mientras el chiquillo afirmaba con la cabeza. - …Por favor,… -les supliqué-, ¡por favor: déjenme ir!,…

No dijeron nada. El “Chato” –un gordo repelente y de hablar grueso-, simplemente me tomó de los cabellos, acercándome una botella a la boca. Me negué a beber.

- …¡TOMA!,… -, me grito, mientras me ponía el cañón de su arma en la frente. Bebí con asco el ron barato ese, hasta casi atragantarme. Ese fue el principio de mi fin. - Listo. Empecemos-, anunció entonces el negro.

¡Sin miramientos, me arrancó de un zarpazo mis bragas, dejándome desnuda ante ellos!, ¡grité con todas mis fuerzas mientras el gordo y ese animal me manoseaban toscamente, tirando mis manos atadas hacia arriba!, casi al instante ambos comenzaron a pugnar por abrirme de piernas, desesperados por exponer mi coñito virgen a sus lascivas miradas. Turnándose para mantenerme maniatada y expuesta ante ellos, se fueron desnudando; yo temblaba sin control al ver a esos rudos y fieros delincuentes, exhibiendo ante mí sin ningún pudor sus vergas tiesas y anhelantes, apuntando a mi cuerpo desnudo. Por un instante posé mi mirada en sus aparatos: el del jefe de la banda era gruesa y rugosa. Me daba asco de verla. La del muchachito era una fina y larga lanceta, rematada por una sonrosada cabeza. ¡La del negro me tenía aterrada: era inmensa y nervosa; casi rogaba yo que no fuese él el primero!,… no sé por qué, me fijé por un momento en la verga del chiquillo; valgan verdades, ese delincuente juvenil parecía estar más asustado que yo,…

- Ahhhh, así que te gusta la pinga de “Calambrito”, ¿nooo? – dijo el “Chato”, al que parecía que no se le iba una. Yo negaba con la cabeza-, pues ahora va a ser la primera que te metas en la boca,...

Lloré, rogué y supliqué: ¡jamás lo había hecho!, pero tuve que hacerlo; el “Chato” me encañonó de nuevo, así que, sentada a cuatro manos en la cama, consideré que a lo mejor no me pedirían nada más: lo acepté como mal menor. El chico se sentó frente a mí y separando sus piernas me dejo a la vista su largo y afilado pene. Me arrodille aún más ante él y, haciendo de tripas corazón, empecé a lamer como pude su punta roja y palpitante. Tenía un sabor salado,… pero pronto me acostumbré lo suficiente a su sabor como para metérmelo en la boca. Por ser tan larga no podía albergar mucho trozo en la boca, pero el movimiento de mi lengua debía de ser eficaz, porque el chico empezó a jadear de placer. A pesar de eso, en ese instante me juré no darles el placer de que me hicieran a mí, sentir placer.

El gordo, aprovechando la oportunidad que les brindaba yo en bandeja -en esa posición en la que estaba-, se dedicó entonces a mordisquear y lamer mi trasero, estrujándolo a manos llenas, separando mis nalgas. Yo estaba estremeciéndome por completo por la extraña e intensa sensación,… ¡nooo: me estaba mojado sin remedio y no había forma de impedirlo!. Su lengua se deslizaba una y otra vez por entre mis nalgas, hasta localizar la sensible entrada de mi esfínter, donde estuvo un buen rato. Mis gemidos y jadeos – que pasaban de quedos a intensos, mientras seguía yo con el pene del muchachito en mi boca-, delataban la inminencia de un orgasmo –el primero que tenía, ¡y con esos asquerosos!-, por lo que el “Chato” se arrodilló, tocando mi ano con la punta de su nariz, buscando con su lengua mi rajita estrecha: ¡el muy bestia me la chupó de un modo tan brutal que consiguió llevarme casi al instante a correrme!,…y en el preciso instante en que este empezaba a invadirme dulcemente esa sensación, el pedazo de animal me introdujo uno de sus enormes dedazos en el agujerito del culo!. Casi mordí la pieza que tenía yo en la boca, cuando el chiquillo soltó su lechada en mi boca: ¡casi vomito al sentir su leche espesa que inundaba mi garganta, hasta casi sentir que saldría por mi nariz,… dando arcadas, caí rendida. Llorando a mares, sintiéndome de lo peor por haber sentido un orgasmo mientras esos malditos me vejaban.

El negro mientras tanto, se había estado masturbando viéndome: eché una mirada y si aparato ahora se veía más enorme que antes,… y su mirada de enfermo me hacía saber que no podría evitar lo que vendría a continuación. Mientras cerraba yo los ojos y no paraba de llorar, sentí de pronto varias manos que me magreaban toda: una de ellas se quedó pellizcando y retorciendo uno de mis sensibles pezones. La otra fue bajando lentamente, deslizándose por mi ombliguito, hasta introducirse al fin por debajo de mí y terminar apoderándose de mi ahora ardiente y húmeda intimidad. Mis espasmos iban en aumento mientras los dedos del jefe, seguían abriéndose paso por mi estrecho agujero posterior. Otro par de manos eran mucho más ansiosas y estrujaban mis tetas y mi culo con rudeza: eran las del negro: otra vez me sentía avergonzada de mí misma,… pues mi entrepierna comenzaba a humedecerse de nuevo. Era como si mi mente no pudiese controlar el resto de mi ser: ¡estaba siendo forzada, violada, pero mi cuerpo no me respondía!,… lo más raro es que empezaba a gustarme el modo en que me maltrataban con sus lenguas, dientes y manos.

Cerraba yo los ojos esperando que todo eso acabe, y casi no me di cuenta de que algo enorme estaba intentando entrar en mi culo hasta que la dilatación empezó a ser más prolongada y dolorosa: y entonces ya fue tarde: el “Chato” solo tuvo que hacer un esfuerzo, prendiéndose de mis caderas, para que la gruesa punta de su miembro se acomodara inexorablemente en mi estrecho interior.

- …¡NOOOOO!!!!,… ¡AYYYYYY!!!,… -, comencé entonces a llorar con desesperación, sintiendo ese dolor insoportable.

Solo pude jadear con fuerza, bañada en lágrimas, mientras el jefe me introducía su candente hierro – que era como lo sentía-, hasta el mismísimo fondo. Luego, aferrado a mis caderas, empezó un lento vaivén, que pensé que me iba a partir en dos. El dolor y un extraño placer era lo que me venía en oleadas cada vez que arremetía con fuerza contra mi interior. ¡El salvaje ese, al escuchar mis gritos, fue aumentando su ritmo, haciendo que las embestidas fueran cada vez mas rápidas y violentas!!. ¡Grité aún más fuerte, al sentir su candente esperma, descargándose en mi interior!!!,... aún no sé como fué posible que mi ano se llenase con esa lechada que parecía no tener fin. Aún no había terminado de sacar el jefe su pene de mi interior cuando el negro exigió su parte del pastel. Yo, llorosa, al ver de nuevo su descomunal aparato, tan grueso, tan largo y tan negro, palidecí, segura de que si intentaba meterme eso dentro me mataría.

- ¡Ahora chúpamela a mí, puta!,… -, me ordenó con fiereza.

Pensando en que no era lo mismo que chupársela al jovencito, asentí, pero traté de que no se notara el asco que me daba y me aplique con renovado interés, para acabar cuanto antes. Así, mientras el jovencito y el grosero seguían sobándome, trate de meter toda esa barra de carne en mi boca. Era imposible, por lo que me tuve que conformar con absorber la punta y lamer el resto del gigantesco miembro. Mientras tanto, el “Chato”, ordenó al chico, que se pusiera en la posición adecuada para que me penetrara por detrás. Así lo hizo, y he de reconocer que esa vez - no sé si por estar ya dilatada o por ser más pequeña su verga-, pero el caso es que goce mucho más desde el principio. Solo me molestaba dolorosamente que el gordo ese me palmeara fuertemente el trasero, mientras alentaba al chico a que incrementara la profundidad de sus embestidas. El jovencito no aguanto mucho tiempo el frenético ritmo que imponía su compañero, por lo que eyaculó en cuanto yo empecé a correrme culpablemente, de nuevo,…

Este me dejó tan agotada que no tuve más remedio que apartar mi cabeza de la gruesa barra de caoba esa que me estaba asfixiando y apoyar la cabeza en la cama, mientras jadeaba medio muerta.

- …Basta,… -dije entonces, suplicante-,… déjenme,…

Lo malo es que el negro, estando demasiado excitado ya para contenerse, saltó como un resorte, y se sitúo detrás mío antes de que yo acertara siquiera a reaccionar. Seguía yo atada de manos, y cuando quise hacerlo ya no pude. Sus dos compinches, satisfechos como estaban, hicieron caso omiso a mis inútiles y débiles ruegos llorosos: más aún, me dieron vuelta y me sujetaron con fuerza. Así, el negro, aprovechando la cantidad de líquido que rezumaba ya mi incontrolable rajita, pudo apoyar la punta de su gigantesca pinga en la entrada. ¡Jamás había sufrido tanto en mi vida, cada centímetro de esa descomunal barra arrancaba destellos de dolor de mi interior!!!.

- ¡NOOOOOO!!!!,… -, grité desesperada al sentir mi himen romperse violentamente, a la vez que mi estrecha vagina se dilataba dolorosamente.

El “Negro” no tuvo piedad, y hasta que sus peludos testículos no rozaron mis nalgas no quedó satisfecho, mientras yo sangraba sin parar, enrojeciendo toda su pieza y las sábanas blancas; ¡mientras respiraba yo con dificultad, veía la sangre que salía de mi raja abierta de tal manera, que pensé que me moriría!!!

- …¡TOMA PUTA,… ASQUEROSA,… DE MIERDAAA,…!!!-, gritaba el delincuente ese como un poseído, entrecortando las palabras con cada embestida-, ¡TOMA,…TOMA,…TOMAAA!!!! - …¡AHHH!,…. ¡AHHH!,…. ¡AAAAAHHHHH!!!!,…

Su brutal cogida fue interminable,… pero cuando llego el placer (debo admitirlo), lo hizo en oleadas interminables, que me hacían gritar de placer y jadear como una loca. El negro aceleró la furia de sus enviones, llegando a creer yo que me sacaría su verga por la boca; ¡estrujaba con tanta ansia mis nalgas que a ratos, no llegaba yo a tener contacto con la cama, quedando yo suspendida, ensartada de su inmenso aparato que me empalaba sin piedad!!. Su venida fué brutal, con una descarga de leche tan salvaje que hasta me chorreó por los muslos mientras “el Negro Andrés” –escuché su nombre, mientras sus secuaces lo alentaban a gritos-, gritaba como un energúmeno; yo por mi parte, tuve por primera vez un orgasmo múltiple, empalmándose un orgasmo detrás de otro; ¡pensé que toda yo iba a reventar por dentro!,...

Luego de que el negro me llenase por completo, los delincuentes me tiraron con fuerza contra la cama, y me dejaron finalmente descansar ahí por un rato. Luego, se turnaron varias veces a gozar penetrando mi recién estrenada y sangrante raja, mordiéndome las tetas, mientras yo estaba tirada ahí ya si fuerzas,…. Aquella salvaje violación por turnos, duró varias horas. Cuando por fin se marcharon aquella mañana yo apenas pude ponerme en pie. Caminando apenas, encontré y liberé a los huéspedes y personal del hotel– incluyendo a Guillermo-, estaban encerrados en uno de los cuartos; Guillermo, apenas me vió, comenzó a convencernos a todos de que no denunciemos el robo ni mi violación a la policía: a él sólo le importaba su reputación y su matrimonio. Si acepté es por que no quería que mis padres supieran que me había dejado convencer de ir a un hotel. De más está decir que todo terminó entre nosotros.

Si les cuento esto es por que, lo que me pasa ahora está volviéndome loca: me descubro a mí misma –sin saber por qué-, deambulando después del trabajo por la ciudad, para luego terminar caminando sola por las calles más oscuras y peligrosas, muy tarde, temblando como una hoja, y buscando desesperadamente no sé qué,… y sintiendo mi entrepierna completamente mojada. No sé qué hago yo ahí y si ustedes, lectores, me puedan ayudar,… y es que, casi puedo decir con seguridad, que lo que me cure de esta turbación que ahora tengo, me encontrará a mí -una noche de estas, tal vez-, a la vuelta de una oscura esquina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...